Fue una marcha impactante. Aleccionadora. Desde distintos puntos de la ciudad convergieron en la plaza frente a Tribunales (Balcarce y Pellegrini) y luego se trasladaron a la sede de la Gobernación. Todo un símbolo de la dirección que tuvieron las señales de protesta ante el angustiante escenario de violencia que se extiende en Rosario y su región, y que en las últimas semanas exhibió un preocupante recrudecimiento. En cada paso, en cada lágrima, en cada abrazo, en cada cartel, se pudo comprobar que el hartazgo y el dolor fueron los vehículos expresivos que elevaron una misma súplica desgarradora: "justicia y seguridad".
La esencia de la convocatoria, fomentada por las redes sociales, le quitó banderías políticas y le agregó legitimidad a la manifestación. Además, la presencia, el liderazgo y el enorme coraje de los familiares de las víctimas le adosó un registro conmovedor a gritos que treparon para decir "basta".
Las familias de Mariano Bertini, Sandro Procopio, Nahuel Ciarrocca, Rubén Figueroa y decenas más, comandaron el recorrido con imágenes, mensajes y relatos estremecedores que expusieron esas inquietantes ausencias que atormentan cada uno de sus días. Pidieron explicaciones, responsables o al menos un cambio de paradigma en la conducta de la clase dirigente. Y sobre todas las cosas, agradecieron el gesto de reacción de la ciudad.
Todas esas vidas que se fueron antes de tiempo dejaron en claro anoche que hay una enorme porción de esta ciudad que no olvida sus nombres propios, sus historias, sus sueños y sus legados. Y que ese ejercicio de memoria evidenciado en la nutrida marcha, representa un válido motivo para renovar una lucha diaria contra la violencia, el miedo, la burocracia y la desidia.
"Somos la voz de los que ya no están". Ese cartel, portado por un nene de 10 años, revelaba la matriz emocional de la manifestación. "Con esta marcha tan contundente, queda claro que la sociedad está pidiendo un cambio", señaló Lucas, hermano de Nahuel Ciarrocca.
"Tuvimos que dejar la sangre de nuestros hijos en las calles para que la sociedad reaccione", confió emocionada Marcela Nissoria, antes de emprender el traslado hasta la plaza San Martín, cerca de las 19.30.
La columna principal tuvo más de siete cuadras de extensión, e insólitamente no contó con operativo de tránsito. Por eso un grupo de taxistas tuvo que ayudar para cortar el flujo vehicular en las esquinas. A las 20.20 llegó el frente al edificio de Gobernación.
Fue una demostración multifacética del más crudo hartazgo. Algunos en silencio, con carteles de "Ni un ciudadano menos", otros con velas blancas y banderas argentinas, la mayoría aplaudiendo y pidiendo "justicia". Todos en paz y bajo un respeto ejemplar. Expusieron que quieren volver a ganar la calle como territorio público de intercambio y de convivencia.
En el frente de la sede de Gobernación, los familiares contaron sus casos con relatos muy dolorosos. "No queremos más muertos, queremos vivir en paz", "No queremos que sufran lo que sufrimos nosotros desde hace años", "Queremos que se haga justicia, no costumbre", "Nuestros muertos ya no volverán, pero esta marcha debe servir para que no les pase a ninguno de ustedes", fueron algunas de las vibrantes exposiciones.
Pasadas la 22.20 finalizaron las alocuciones. Y el pedido de uno de los padres hacia los funcionarios quedó retumbando: "No pueden desatender semejante reclamo".