En la ciudad donde se busca hacer un culto de la convivencia, palabra infaltable en todos los discursos oficiales, hay funcionarios que autorizan por teléfono un recital que altera la calma de los vecinos; y concejales que apelan a esa suerte de "tráfico de influencias" para evitar trámites que deben hacer todos los comunes mortales de a pie.
Cuesta creerlo, pero algunos ediles no siguen las normas que ellos les exigen al resto de los rosarinos. Lo que sucedió el jueves por la noche frente al Concejo no es más que otra bofetada a quienes con sus impuestos les pagan los sueldos.
El bloque de Ciudad Futura (popularmente conocido como Giros) montó un recital en la puerta del Concejo sin haber solicitado autorización para ocupar el espacio público. Cualquier rosarino que quiera hacer lo mismo será multado y desalojado. Y si no habría que preguntarle al dueño del circo Tihany, que armó la enorme carpa sin el permiso correspondiente y la tuvo que desarmar para mudarla diez cuadras hacia el oeste.
En esta ciudad que pregona "la convivencia", sin dudas hay que seguir pautas para evitar molestar con una actividad a un semejante. Si se va a realizar un recital, una kermesse, la fiesta de un jardín de infantes o cualquier movida que implique utilizar el espacio público, hay que solicitar autorización al Concejo. Es más, cada jueves se aprueban en el recinto distintos pedidos de entidades para cortar calles y realizar agasajos y eventos.
Pero Ciudad Futura armó un escenario frente al Concejo sin haber seguido ningún trámite más que llamar a un funcionario, que dio el okey a pesar de que con eso borraba de un plumazo tanto discurso de "consenso" y "convivir" que se repite hasta el hartazgo.
Así, el jueves pasado, desde las 18 y hasta después de las 22, hubo recital. Hartos, varios vecinos fueron al Palacio Vasallo a pedir explicaciones y lo que escucharon allí fue inaceptable.
Ciudad Futura optó por algo así como un per saltum para conseguir autorizaciones con velocidad, algo que obviamente no es accesible para el común de los rosarinos.
Mientras tanto, sus militantes se enojan con los cronistas que abordan el tema. Y lanzan en las redes sociales la frase "su odio nuestra sonrisa", como si se tratara de un tema romántico que se reduce a la complejidad de los sentimientos humanos.
No es cuestión de amores y odios. Es algo mucho más simple: seguir las normas que exige una sociedad. Hay pautas que establecen que no se puede montar un recital a cualquier hora en cualquier lugar sin autorización. En esta ciudad vive mucha gente, y también hay que respetarla. Así se convive en una sociedad democrática.
La movida buscaba sensibilizar al resto de los concejales para que se apruebe un proyecto que apunta a regular los bares culturales. La iniciativa, impulsada por Giros y su aliada política María Eugenia Schmuck, prevé —entre otros aspectos— exenciones impositivas para este tipo de reductos.
Cabe recordar que Giros administra el bar cultural Distrito Siete (en Ovidio Lagos y Córdoba) y Schmuck tiene gran afinidad con el bar Nómade (Ovidio Lagos 68 bis). Se trata de dos espacios que se verían beneficiados directamente con la aprobación de esta norma. Pero habría que ser muy mal pensado para creer que se está buscando con esto algún beneficio directo. Seguramente no es así.
Lo que sí queda claro es que hay funcionarios municipales que por amiguismo o vínculos de militancia conceden autorizaciones ilegales que perjudican a vecinos. Y después se llenan la boca hablando de convivencia.
La frutilla del postre: mientras el recital estaba en su apogeo, sus impulsores lanzaron encendidos discursos en el recinto para recordar a Fidel Castro. Valorable sin dudas, pero muy alejado de los problemas de los vecinos de su misma ciudad. Ahí no más, a pocos metros, no había que irse tan lejos como a Cuba, había rosarinos que se quejaban de los ruidos molestos. Pero parece que decir esto es políticamente incorrecto. Como se ve, la convivencia tiene sus "giros".