La otra estación policial está en el distrito sur (Uriburu e Hipócrates). Allí se desconoce el avance de la obra. De todos modos, ninguna de las dos está en funcionamiento, y las otras cuatro proyectadas apenas son eso, un bosquejo.
En el medio, los vecinos
Las estaciones policiales y su proyectado esquema operativo aún no se pusieron en marcha. Y al tiempo que se cerraron las comisarías hubo un cambio de gobierno. Los recursos humanos escasean por falta de personal idóneo, y los materiales (armas, móviles, chalecos) están en plena etapa de renovación.
Si bien en ese camino se observa la intención de articular entre fuerzas de seguridad nacionales y provinciales, que en los últimos meses se visibiliza con un incremento de patrullas en las calles, la dotación parece no alcanzar ante el incremento de la inseguridad y violencia urbana.
Lo palpable, de acuerdo a los reclamos vecinales, es que la tarea disuasiva se ve a cuentagotas. “En Ludueña la policía se ve poco y nada. Llega después que pasó algo. Como los loquitos que mataron al Trinche Carlovich en Eva Perón y Paraná. Entran y salen del barrio y los robos y arrebatos están a la orden del día”, puso como ejemplo un residente de barrio Belgrano.
La Capital recoge cotidianamente la queja en barrio Agote, en Parque Casas, La Florida, Fisherton, Nuevo Alberdi o Rucci. El denominador común es “mayor patrullaje”, “policías caminantes”, un perfil de personal con vocación de servicio, profesional, de cercanía, que escuche y atienda conflictos, y que su presencia genere efectos disuasivos.
Está claro que en una ciudad fragmentada, con bolsones de pobreza estructurales y el crimen organizado agazapado para ganarle la carrera al Estado, el abordaje social en los territorios debe ser específico, casi puerta a puerta.
Barrio Rucci, una ciudad dentro de otra
En una recorrida que hizo este diario por barrios populosos, se advierte que algunas personas aún no asimilan que la comisaría como tal ya no es un instrumento válido para brindarle seguridad. Y al mismo tiempo tampoco se observa el suficiente despliegue policial para brindar tranquilidad al esperar el transporte a las 22 en una esquina de Parque Field (norte) o Triángulo y Moderno (sudoeste), por citar ejemplos.
En barrio Rucci, que entre sus dos complejos habitacionales a ambos lados de Circunvalación concentra 10.000 habitantes, en 2018 se tiró abajo la vieja comisaría 34ª (Homero Manzi y Peyrano). Se reemplazó por un destacamento móvil, tipo contenedor, que tiene un baño, oficina, y unos metros cuadrados para albergar una dupla de policías cada 24 horas, y un móvil.
En la vecinal José Ignacio Rucci analizan ese proceso con nostalgia y preocupación. “Somos un territorio extenso. Hay gente grande que necesita hacer trámites, y todavía ve a la comisaría como un espacio en el que puede hallar soluciones. Ahora hay que trasladarse hasta Rondeau al 700, al Centro Territorial de Denuncias (CTD)”, explicaron José Bouer, Ignacio Oliva y Carlos Pendino, miembros de la entidad.
Para atender cualquier situación referida a inseguridad, ese destacamento es la respuesta para un barrio al que se suma el nuevo barrio Olímpico (Salvat y Circunvalación), donde hay viviendas del personal docente de la provincia.
Cuando en junio de 2018 una topadora derrumbó las paredes de la casona que albergaba la comisaría 34ª, los vecinos sintieron “desazón y desamparo”, porque después y durante un buen tiempo quedaron “a la buena de Dios”.
Luego convivieron con hechos de inseguridad, como arrebatos, robos de ruedas de autos y baterías, algo que sigue ocurriendo. No tenían a mano organismos oficiales para pedir ayuda, realizar una denuncia o gestionar una ambulancia ante un mínimo accidente.
Entonces se vieron empujados a movilizarse, hacer reclamos, entregar notas a las autoridades, para que se restablezca el servicio de seguridad. La respuesta fue el destacamento y la promesa de patrullajes. Hace dos meses se logró que mandaran un móvil.
“Mirá si escasea el personal que, ante la falta de una agente, la jefa de la comisaría 30ª (Casiano Casas y Superí) tuvo que venir a darle una mano esta mañana al policía que estaba solo en la guardia del destacamento, y salieron patrullar juntos un rato”, describió un vecino mientras esperaba el colectivo en la plazoleta Felipe Vallese (obrero metalúrgico desaparecido en 1962).
Rucci es un recorte de la realidad que viven otros barrios rosarinos. “La verdad es que a diferencia de otros, estamos bien, con la mini terminal del colectivos, el paseo comercial, este es un barrio hermoso”, se enorgullecen los vecinalistas. Pero plantean que para semejante comunidad, y “ante permanentes robos y arrebatos, la dotación de policías no alcanza”.
Las Flores
Las Flores sur tiene su propia dinámica. Hace más de tres años que la subcomisaría 19ª (Flor de Nácar 7088) no funciona porque está en refacción. La obra comenzó en diciembre de 2018 y tenía un plazo de 180 días. Enfrente, un viejo vecino se despachó: “No sé qué es peor, que estén o no. Porque en la vieja comisaría se la pasaban chupando y durmiendo, no servían para nada”, lanzó frente al nuevo edificio.
Con esa mismas ácidas referencias se expresó una mujer dentro de una despensa. “El trastorno es que por cualquier cosa hay que ir hasta la comisaría 21ª, a más de tres kilómetros, y ni hablar si ese recorrido se tiene que hacer sin movilidad propia, y en un horario nocturno.
Una problemática que crece y necesita intervención inmediata es la violencia de género. Dos jóvenes frente a la plaza Itatí fueron bien gráficas. “La semana pasada fui hasta la 21ª y me encontré con tres mujeres del barrio. Tuvieron que ir hasta allá a denunciar a sus parejas porque las golpeaban. Para eso es necesario que esté la comisaría, hay situaciones urgentes que representan riesgo para las víctimas y no pueden esperar”, alertaron.
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Una maestra de la escuela Nuestra Señora de Itatí, con años de trabajo en Las Flores, cree necesario el funcionamiento de la comisaría. “Los patrulleros andan, esa es la verdad. Pero para tranquilidad del barrio el destacamento debería funcionar las 24 horas. Para el ingreso de una ambulancia, una accidente doméstico o vial, violencia doméstica, o tranquilidad de los choferes del transporte público, ya que a la noche el 140 acorta el recorrido por el riesgo a los robos”, enumeró.
El modelo de eliminar las comisarías y sacar policías eficientes a la calle parece lo más razonable de acuerdo a la demanda de seguridad de estos tiempos. Sin embargo en algunos barrios donde hay adultos mayores, personas con mínimos recursos materiales o simbólicos para expresar sus conflictos, sin acceso a la tecnología, se advierte que una referencia policial permanente aún parece necesaria, al menos en este proceso de transición hasta llegar a un modelo más o menos eficiente de seguridad pública.
Continuidad, más patrullajes y ataque al delito complejo
Distintas fuentes del gobierno provincial consultadas por este diario entienden que el proyecto de eliminar las comisarías debe tener continuidad: “Tal cual como fueron concebidas históricamente no sirven para nada. Entendemos el reclamo, pero este es un cambio profundo que involucra distintos aspectos de la seguridad pública. Y uno de ellas es la reformulación de la policía. Es un proceso largo, que va a demandar años.
“La investigación compleja, los allanamientos y persecución contra las bandas criminales también repercute en la seguridad pública, es muy importantes, y en eso estamos trabajando con fiscales y jueces”, remarcó La Capital una fuente de la Unidad Regional II.
Aseguró que paralelamente a ese trabajo, “se incrementó el patrullaje para prevenir delitos predatorios (robos, arrebatos), además de un plan específico en los centros comerciales (Empalme Graneros, Echesortu, San Martín). “Tampoco se puede descuidar el delito complejo que, a partir de negocios narco u otros nichos, es generador de violencia urbana que perturba a los vecinos”, insistieron en UR II.
En ese camino analizan que el modelo de comisarías choca con la proyección de la policía “operativa y eficiente. De qué sirve tener cuatro policías en una comisaría durante 24 horas si los centros territoriales de denuncias descomprimen las tareas administrativas”.
Motovehículos y policías
El equipamiento, la cantidad de personal, la capacitación de los mandos medios y superiores son los objetivos a mediano plazo. En las últimas semanas llegaron 360 policías federales que comparten patrullaje en la zona central. La semana que viene la provincia recibirá 360 motovehículos, de los cuales 60 serán para Rosario.
Las autoridades del Ministerio de Seguridad planifican estrategias para captar aspirantes a la escuela de policía, que se duplicaron en los últimos dos años. En Rosario la matricula de cadetes es de 812; en Recreo 620; y en Murphy 189.
En octubre se recibe una camada de aproximadamente 400 nuevos policías. “No estamos para obtener un rédito político, para una foto de campaña, el compromiso de este gobierno es con la sociedad”, coincidieron las fuentes consultadas por La Capital en relación al plan de seguridad pública del gobierno provincial.