La Florida cumplió 90 años esta semana, pero tuvo y tendrá varias fechas memorables, siempre junto al mismo río.
Por Laura Vilche
La Florida cumplió 90 años esta semana, pero tuvo y tendrá varias fechas memorables, siempre junto al mismo río.
En la década del 20 la zona noroeste de la ciudad se expandió y se convirtió en lugar de paseo, aunque Prefectura prohibía bañarse en la zona. El 8 de noviembre de 1928 se inauguró formalmente el Balneario La Florida, el primero de aguas abiertas de Rosario, que incluía en su predio a la Parrilla La Peña, con un estricto reglamento que marcaba hasta dónde se podía nadar y con qué ropas había que hacerlo, sobre todo las mujeres.
Dos carteles advertían: “Prohibido bañarse fuera del límite de las boyas” y “Prohibido bañarse con mallas sin polleritas”, con el supuesto fin de proteger el pudor femenino que podía penarse de "exhibición obscena" y hasta podían ser detenidas las muchachas por los guardavidas. Así lo aclaraban volantes que se repartían en la estación Rosario Norte, casi una campaña turística.
Todo eso fue posible luego de que el vecino Carlos Escauriza, con su pareja y sus 13 hijos, desmalezaran la zona. Pero Escauriza siguió braceando. Oficiaba como "bañero" y en 1933, le presentó al intendente Esteban Morcillo un proyecto de municipalización del balneario en un terreno donado por él.
Le dieron el visto bueno a la iniciativa el 21 de febrero de 1933 y la noticia fue publicada por La Capital.
En la La Flora habrá una fiesta este sábado 25 -la tercera edición de Rosario Somos Río- y se proyectan muchas más celebraciones desde marzo y todo el año para festejar los 90 años del balneario. Así lo confirmó y adelantó la presidenta de la Empresa estatal Costanera Rosario, Andrea García.
Desde ese tiempo a hoy el balneario tiene la misma longitud: 400 metros de arena y agua, desde la puerta sur que coincide con la escalera de calle Ricardo Núñez, hasta la puerta norte de la bajada Escauriza. Al ancho de la playa lo marca el río, unos 70 metros promedio. Millones de pisadas y miles de recuerdos.
La Capital intentará compilar en esta nota solo un puñado de esos recuerdos en fotos y anécdotas: usos, costumbres y también memoria sobre algunos hechos no tan alegres, como las inundaciones, la desaparición del chiquito Bruno Gentiletti, hace 26 años, un misterio aún no resuelto o el asesinato en 1975 del militante del PJ Pedro "Beto" Sabao, mientras bajaba la escalera de la entrada sur, un hecho por el que un grupo de concejales supo poner una placa en el balneario para mantener su recuerdo.
Dos voces son documentos vivos para este aniversario. El de uno de los guardavidas más antiguos que trabajaron en el lugar, Pedro Correa, hoy de 76 años, atlético y con la misma pasión por el río; el hombre que sigue visitando la playa cuando cae la tarde y rema hasta la isla con su pareja.
Guarda celosamente como patrimonio de su vida las fotos con sus compañeros de trabajo, cuando él aún tenía cabello oscuro a tono con su bigote y casi la misma seriedad en el rostro ante la cámara
Serio pero no parco, Correa se presta a contar su historia junto al río y hasta se hace tiempo para juntarse con un colega del presente, en la playa. Así se los ve, juntos con la rosca de guardavidas, un símbolo de la profesión, junto a Leonardo Manino, ya con 30 años de trabajo en el balneario. Un continuo presente.
La otra voz es femenina: es la de la primera mujer guardavida de la Florida, la nadadora de alto rendimiento, campeona sudamericana de natación y récord argentino, Carina Fredes, hoy de 54 años.
A Correa y a Fredes los unen más cosas de lo que pueden suponer.
Nadadores, amantes y educadores del río, el respeto a sus aguas y la conciencia ecológica, apasionados de La Florida y su profesión. Ambos prestaron por años su vista, fija, en el espejo de agua y sobre la gente, desde la torre y a pura pisada desde la arena, para el disfrute de miles. Aunque esta playa no fue testigo solo de gran cantidad de público, sino también de cambios geográficos, ambientales y tendencias.
Todo, registrado a lo largo de décadas y captado por reporteros y reporteras gráficas de este diario, desde el blanco y negro al color. Vivencias que fueron parte de sus páginas en estos 90 años, y hoy son parte del valioso archivo de La Capital.
Marcar una sintética línea histórica de La Florida es un trabajo ciclópeo porque son muchos, diferentes y todos importantes los hechos que marcan su vida de nueve décadas. De todos modos la siguiente infografía y algunos apuntes extractan una crónica.
Las mujeres que llegaban a la Florida a fines de la década del 20 lo hacían completamente vestidas y así se quedaban tendidas bajo la sombra de los árboles, junto a la barranca y sobre la arena. Solo los varones usaban mallas enteras. Luego a ellas "se les permitió" la entera con pollerita. Muchos años después hasta se eligió a la reina del balneario, en bikini.
Tuvieron que pasar muchas décadas para llegar al "cola less" y a la sunga, el slip de nadador que comenzaron a usar audaces algunos varones, recién a finales de los 80.
Es simpático ver en las instantáneas los rostros de bañistas que miraban a las osadas y osados con estos atuendos que hoy ya no sorprenden tanto.
El aceite Johnson mezclado con el de coco y el Sapolán con jugo de zanahorias de las décadas del 70 y 80 viró lentamente a los protectores solares de hasta factor 100. Y las chupinas estuvieron siempre a la orden del día. Varios del colegio de La Medalla Milagrosa lo recuerdan, llevaban la malla abajo del uniforme y ¡a nadar!
En la línea de tiempo del balneario no todo fue sol y playa. El 2 de marzo de 1997 desapareció Bruno Gentiletti. Él y su familia habían llegado de Las Rosas por la mañana en camioneta, con un bolso y un bizcochuelo y las mallas puestas. Claudio el papá, Marisa, la mamá y sus hijos: Gisela, de 5 años; Franco de 7, Bruno de 8 años y medio; Martín de 10 y Belén, de 12. Todos tenían las mallas puestas.
Bruno no había ido nunca al río y le dijo a su mamá: "¡Qué agua sucia!". El papá entró al río con los dos mayores; la mamá se quedó en la sombrilla con los menores que le pidieron permiso para ir a unos toboganes cerca del molinete del balneario. Les dio permiso y siguió preparando sandwiches. Cuando los llamó a comer, a solo media hora de haber llegado, el único que no volvió fue Bruno y hasta hoy no se supo que fue de él.
Un caso emblemático para Missing Children Argentina porque fue uno de los primeros cuya búsqueda y difusión no dio los resultados.
Otros episodios que le quitaron color a La Florida y varias veces en los 90 años fue el subibaja de las aguas. En varias ocasiones avanzaron hasta los vestuarios inundando toda la playa, pero también el descenso marcó récords.
La bajante que inició en marzo de 2020 y continuó en 2021 y 2022 fue la más larga de la historia del Paraná. Para apuntar una situación peor hay que remontarse a 1944 cuando el río llegó a 1,40 m. Pero el descenso de esta última subida fue crítico: en Rosario llegó a 0,18 m, el 29 de diciembre de 2021 y todo eso dejó huella siempre.
Hay fotos que muestran claramente ese vaivén. Bañistas caminando con el agua a media pierna en la zona de vestuarios, o bañándose junto a los postes de luz que quedaban como boyas en medio del río, son testimonio.
Las duchas, las sombrillas y bares actuales reemplazaron a los 30 sauces que supieron dar sombra y a los parrilleros de antaño. Y lo que antes era solo ocio popular, con el alza de las cuotas de los clubes en los 90, convirtió a Flora en un deleite de todas las clases sociales.
La palabra bañero fue borrada por la de guardavidas. Y las dientudas y voraces palometas; los carpinchos, yararás, gallinas, patos y yacarés flotando cómodos sobre los camalotales se hicieron parte de la escena estival, tanto como el imponente puente Rosario-Victoria, a partir de 2003: ya un hermano de la Flora.
Los juegos de tejo sobre la arena fueron tradición diaria y de fines de semana, al punto que un grupo con camiseta del balneario jugó en distintos puntos del país. Pero nada fue tan competitivo como Los Juegos Sudamericanos de Playa 2019, que le cambiaron por siempre la fisonomía al balneario que hoy muestra múltiples canchas para entrenamiento deportivo.
La música popular estuvo presente siempre en la playa. Las FM, desde los parlantes del balneario con la típica música de verano; los conciertos de rock con figuras del espectáculo de nivel nacional (en 2007 tuvo lugar el Florida Rock con Los Ratones Paranoicos, Los Pericos y Capanga) y local.
Además de los shows con convocatorias de las más diversas (en 2013 se organizó el Festival del Pisco y el Rock Chileno), junto a los escenarios por el Día de la Primavera más las radios portátiles y walkman de los bañistas hicieron difícil vivir momentos con solo los sonidos de la naturaleza en las mañanas, tardes y noches de La Florida.
Este sábado justamente, desde las 16 y hasta las 22, habrá una propuesta musical de zumba, bandas en vivo y DJ. Además de actividad deportiva y gastronómica con una agenda voluminosa. La entrada general costará 400 pesos y habrá varias opciones de ingresos solidarios gratuitos para quienes lleven dos alimentos no perecederos para donar al Banco de Alimentos de Rosario, concurran en bicicleta o lleven elementos de papel, cartón o plástico para reciclar junto al proyecto Ecorecuplas de la Universidad Nacional de Rosario.
Otra efeméride a tener en cuenta es la del 2 de enero de 2000, cuando comenzó a funcionar el colectivo gratuito que iba desde la Bajada Puccio hasta Costa Alta y de allí a Bulevar Rondeau. Y el mismo día pero de 2018 se habilitó el ingreso gratuito a los ex Combatientes en Malvinas.
También supo ser rutina y atractivo el cruce a nado de La Flora a la isla. Pero en 2012 Prefectura, con asiento en Rosario los prohibió por el feroz crecimiento del campo náutico y una seguidilla de accidentes que involucraron a nadadores como a Marcelo Abraham, periodista de La Capital, quien murió ese año tras ser atropellado por una lancha cuando entrenaba, sumado a la ausencia de un protocolo de seguridad fueron dejando en el olvido la costumbre de unir las costas entrerrianas y rosarinas a pura brazada.
Y cabe recordar en este aniversario los proyectos que prosperaron y otros que duraron lo que un suspiro.
En 2013 se habilitaron sillas anfibias, de ruedas acuáticas para discapacitados. Aún hay 3, para desplazarse, pero no para entrar al agua que pueden solicitarse al ingresar.
En 2016 se activó un dron de salvamento con dos salvavidas y cámaras, que manejaron solo por 4 años los guardavidas del balneario. Con él efectuaron tareas de rescate y ayudaron a personas que se encontraban en peligro en el río. Y en el mismo año, como intento degenerar conciencia sobre la reducción de residuos en la arena, se comenzó a elaborar compost con la yerba que tiraban los bañistas. Se colocaron composteras colectivas en el balneario que luego utiliza Parques y Paseos. Están a la vista en la playa y por las redes sociales.
Y en el 20 de marzo de 2020 La Florida quedó como nunca deshabitada al compás de la Pandemia del coronavirus Covid-19 que afectó al todo el mundo entero. Se reabrió el 21 de noviembre de ese años con exigencia de barbijos y restrictivas medidas sanitarias.
Desde las lonas, reposeras y mateadas no solo se vio en estos 90 años cómo crecieron con ferocidad las embarcaciones de todo tipo -barcos, veleros, kayacks, lanchas, motos de agua, skate acuático y tablas de SUP- sobre el río sino la marea de gente que comenzó a poblar la isla los fines de semana.
"Siempre se dijo que la ciudad vivía a espaldas del río, pero hoy la ciudad se metió literalmente en él y en las islas: las embarcaciones, la cantidad de gente, el ruido cambiaron el paisaje definitivamente", dice Fredes antes de confesar que cuando ella terminaba de trabajar, con su equipo de colegas cruzaban nadando a a isla con un globo de cumpleaños atado al tobillo por si alguna lancha no nos veía.
"No existían los torpedos naranjas aún y cruzar sin ellos hoy no está permitido, pero tal vez pueda explicar qué era cruzar y volver desde La Florida a la isla, le poníamos una hora, enfrente no había nadie", asegura la nadadora.
Correa se recibió de guardavidas en la Cruz Roja junto a 20 varones: ninguna mujer. Trabajó en el Club Teléfonos de Alberdi y de allí pasó a La Florida a sus 25 años, cuando entrar al balneario salía lo mismo que el costo del boleto de coletivo", dice quien nunca usó gorra, ni lentes ni protector solar, pero nunca tuvo problemas en la piel. "Solo usaba la mirada y el silbato", ironiza y agrega: "El sol de esa época no era dañino como el de ahora, nunca me insolé, eso hoy sería imposible".
Su lugar lo ocupaba un colega de apellido Salvagno. El formó equipo con guardavidas más y recuerda que trabajaron en jornadas con tanta gente que en el agua "solo se veían cabezas negras", al punto que si tenían que rescatar a alguien que había traspasado en andarivel les "costaba llegar".
Confiesa que las mujeres siempre fueron las más prudentes en el agua y coincide con Fredes al decir que el río era otra cosa. "Estaba el 'croting' la playa donde ahora está el balneario municipal y La Florida, la Catalunya no existía y a esa zona la limpiábamos nosotros de piedras y ramas después del trabajo y la isla era visitada solo por los amantes del río: remeros, nadadores y pescadores y pescadores.
Cuando se les pregunta por los malos tragos de la profesión, el veterano guardavidas cuenta tres anécdotas que le causaron tristeza durante su carrera.
Una creciente del río en la que se entraba hasta con piraguas en los vestuarios, pero donde vio las ranas más hermosas y diferentes de su vida: doradas, plateadas, verdes. En segundo lugar, recuerda la desaparición de un nene de 4 años que tras horas de búsqueda lo encontraron junto al auto familiar en el estacionamiento.
"Los chicos que se encontraban se cargaban al hombro y se aplaudía, me animaría a decir que eso no nació en la costa del mar argentino sino en La Florida", se ríe.
Y una más, trágica : la muerte de una jovencita a quien su cuerpo sin vida lo tocó a la mañana siguiente un compañero cuando fue a colocar el andarivel. "Fue terrible, era una muchachita de un pueblo, de un grupo católico, supusimos que se descompuso y se hundió, de golpe nadie la vio", rememora.
Fredes recuerda un domingo a la mañana en que una avioneta que hacía publicidad volaba hacia la Florida desde el sur y se clavó en el agua a la altura de la Rambla.
"Caminábamos con un compañero que salió corriendo a socorrer con dos compañeros más y yo me quedé vigilando en La Florida, porque no se puede abandonar la playa. El piloto salió ileso porque supo donde caer, la avioneta no sirvió más. De haber pasado en la playa...", deja flotando el final que no fue.
La guardavidas nombra al resto de sus compañeros de la época de la empresa Vivir el Río (del 93 al 98), en La Florida y las piletas del parque Alem. Eran Daniel Giosa y también Charly Van Der Meulen, el Gringo Zovatto, Sebastián Medina y Gustavo Rapp como camada del río, y Leo Manino, Ernesto Lorte y Verónica Rapp, en las piletas. Una especie de equipo Bywatch ya con colores rojos en la vestimenta y torpedos a la vista (ambos equipos están en esta imagen).
"Todos excelentes colegas y profesionales", asegura la primera guardavidas mujer de la Flora, el cambio de cara del balneario con apenas 24 años, pero una experiencia de nado internacional con la que se ganó el respeto y compañerismo de todos. También cuidados y bromas.
"Una vez se dieron cuenta que un chico en la orilla se hacía el ahogado cerca mío para que lo rescate y me cargaron con exageración, siempre", se ríe y agrega que nunca tuvieron que atravesar una tragedia salvo nadar hasta el medio del río cando alguien se daba vueltas con la piraguas y no podían seguir remando.
Se les pide que nombre al primer famoso que se les venga a la memoria que haya pisado La Florida y Correa nombra a un habitué: el mítico peluquero de barrio Echesortu, ya fallecido, Héctor Luis.
"Un tipazo, un bohemio que iba todas las tardes, siempre quemado, le decíamos el escocés porque usaba pollera, no malla con pollerita, pollera con todas las letras".
Fredes recuerda a las Azúcar Moreno, el dúo musical español que fue parte de un recital de fin de año en la arena.
"Momento en que no había brindis familiar posible porque los guardavidas debíamos estar en la playa a la una y media cuidando que la gente no se meta al agua y en caso de que alguno no respetara las reglas, estar listos para el rescate. Parte de la profesión". Y de algunas de las misceláneas de 90 años una de las playas más hermosas del país junto al Paraná.