Laprida y San Luis. Pleno centro de la ciudad. Un cartel pegado en una pared reza: “Evite usar su celular en estas cuadras. Zona de motochorros”. Arriba, otro letrero advierte que hay una alarma comunitaria. Si se levanta la cabeza, en lo alto de un muro hay un sistema de luz y sonido que se activa si algún comerciante utiliza el pulsador para ahuyentar a los ladrones y avisar a los demás que hay delincuentes merodeando.
Con la flexibilización de la cuarentena llegó el crecimiento de los hechos delictivos. Conocidos actores del centro como mecheras, arrebatadores, punguistas y motochorros asolan el punto más neurálgico de la ciudad. En ese sentido, comerciantes y vecinos comenzaron a tomar medidas de prevención, como la implementación de estos sistemas que permiten disuadir el delito.
Al dispositivo de Laprida al 900 lo pusieron entre varios, hace un tiempo. Dicen que les da tranquilidad, porque la zona se puso medio “pesada”, con muchos robos. Se organizaron y generaron un protocolo para determinar en qué casos dispararla. Dicen que desde que lo pusieron no lo usaron ni una sola vez: el efecto disuasivo quedó claro. En la página de la empresa que lo colocó hay packs de entre 13 mil y 35 mil pesos, que se paga al instalarla. No tiene mantenimiento y solo cambiaron la batería una vez.
No son los únicos. En la cuadra de San Martín al 1000, frente al Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, y en algunas esquinas puntuales también funcionan aparatos similares.
Si bien los dueños coinciden en que los robos de mecheras y punguistas disminuyeron tras la medida, las alarmas no funcionan como un paraguas protector del área central de la ciudad, sino sólo de los lugares donde fueron colocadas. Disuaden hechos en esos sitios, pero se trasladan a otros.
Pedido
En ese sentido, desde la Asociación Casco Histórico de Rosario piden “blindar” el centro con estos dispositivos, y presentarán al municipio un plan de prevención del delito en sitios estratégicos del área central, complementario a la presencia policial y a la Guardia Urbana Municipal.
“Estamos trabajando el tema desde agosto del 2019. Lamentablemente, el programa lanzado por la intendencia de Mónica Fein fue discontinuado y buscamos que se retome ante el aumento de los delitos por los efectos económicos de la pandemia, que está dejando serios problemas en el entramado social”, dijo Fabio Acosta, titular de la entidad.
Al igual que sucedió en algunos barrios de la ciudad como Agote, los comerciantes quieren que la Municipalidad coloque este tipo de dispositivos en la zona céntrica. “Se demostró que funciona como elemento disuasivo de hechos delictivos. Hay que atender también a la otra pandemia, la crisis social que empuja al delito a más personas”, advirtió el representante de los comerciantes.
La idea sería comenzar por la esquina de Sarmiento y Córdoba, como “prueba piloto”, y si funciona, extenderla a toda la zona céntrica comprendida por las calles Dorrego, Tucumán, Buenos Aires y Mendoza, la zona más comercial del área central y donde se registran más robos, para luego ir avanzando hacia los bulevares.
Pero, advierten, el sistema no reemplaza a la policía ni a la guardia urbana. “Junto con las alarmas solicitaremos que la policía no relaje su presencia y los controles para que funcionen en conjunto, como dispositivo integral de prevención del delito”, aclaró Acosta.
“Solucionar este problema es una cuestión de organización y articulación entre el Estado y las organizaciones de la sociedad. Se terminarían las fotos de las mecheras y pungas en las vidrieras y los mostradores y este robo hormiga que tanto daño hace al comerciante y los consumidores”, analizó.
Un método disuasivo que nació en los barrios
El origen de las alarmas comunitarias fue en los barrios, como reemplazo o apoyo a la tarea de los guardias de seguridad privada. Se trata de dispositivos que se ponen en la calle y que al ser activados por alguno de los vecinos, emite luces y activa una bocina que hace mucho ruido e intenta que ladrones que buscaban robar alguna propiedad opten por huir.
“Alarma comunitaria es una alarma que el propio Estado propendía para que la gente se autoasista. Estas son alarmas vecinales, es un aparato que se pone en la mitad de la cuadra, que te avisa que alguien apretó un botón de pánico y puede haber algún problema”, explica Miguel Milano, titular de la empresa de seguridad privada El Centinela y que tuvo durante muchos años una empresa de alarmas.
Nacida para utilizarse en los barrios, Milano dice que “para el centro puede servir”, del mismo que tener un vigilador o policía en la cuadra con un aparato en la mano para que se acerque cuando suena. Pero si bien considera que puede persuadir al delincuente para que no cometa un ilícito en ese lugar, cree que no cumple una función de mediatez. “Es para la disuasión, para que cuando hace ruido se escapen, no cumplen otra función. Es como tener una estufa más aparte de tener calefacción central en tu casa”, graficó.
Algo es seguro, lo que nació en los barrios a raíz de que la delincuencia merodeaba por allí, ahora llegó al centro, en el marco de un auge de robos y arrebatos.