Al mismo tiempo que el ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández, reproducía el martes en el Congreso el audio de una vecina del barrio Ludueña que respaldaba los operativos de seguridad de Gendarmería en esa zona, el estampido de una balacera atronaba en Rafaela y Felipe Moré, a la vuelta de la escuela donde hace un mes anunciaron que levantarían muros para resguardar a los alumnos de los tiros. Los vecinos dicen que "no es real" que ganaron en tranquilidad. Una vez más, la retórica de los funcionarios quedó disociada de la realidad.
Como un requisito excluyente, en esta nota no se puede identificar a los vecinos y referentes sociales consultados en una recorrida que hizo La Capital por Ludueña, una de las zonas más complejas en el mapa delictivo de la ciudad. Tienen miedo y pidieron no dar sus nombres. El martes, ese barrio fue citado por el ministro de Seguridad de la Nación para respaldar cierta mejoría en las condiciones de vida tras el desembarco de efectivos de Gendarmería."
Esa fuerza nacional brillaba por su ausencia, al menos entre las 12 y las 14 de ayer, y a pocas horas de una terrible balacera en un pasillo de Felipe Moré y Rafaela, detrás de la escuela Luisa Mora Olguín, donde hace quince días decidieron levantar un muro “antibalas” para proteger a los alumnos.
“Te pido por favor que no des nombres, no saquen fotos y tampoco pongan referencias de ningún tipo. Esto está muy jodido”, pidieron las personas consultadas acerca de la violencia barrial, un panorama distante de la “mejoría” que vislumbran desde la lejana Casa Rosada.
Esa postura lógica de autoconservación se naturalizó en Rosario, es moneda corriente cuando un cronista intenta bucear en el origen de los conflictos violentos. Los vecinos están replegados, acurrucados ante las constantes balaceras y el desquicio de tiratiros que apuntan al bulto para anotarse un crimen. El miedo a represalias y a morir se instaló hace tiempo.
A presentar su informe en el Senado, Fernández emitió un audio de una residente de Ludueña que expresó: “Es un camino lento, pero sirve para que los vecinos salgamos a la calle a hacer los mandados y se llegue a las viviendas a las 19.30; antes no se podía y a las 18 todos adentro".
Tras ello, el ministro agregó que se trataba de “un hecho aislado, pero refleja lo que significa perder el control de la situación. Esta señora, con mucha calidez, se siente contenta porque recuperó una hora y media de libertad para hacer lo que se le antoje”, dijo. Sin embargo, esa mirada contrasta con la realidad que recogió este diario.
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A toda hora, balaceras y víctimas inocentes
“Es mentira, que vengan para ver cómo está. A toda hora hay balaceras, homicidios y muerte de gente inocente. Y a las 18 hay que meterse adentro, no queda nadie”, retrucó una vecina de toda la vida en las inmediaciones del Centro de Convivencia Barrial (Bielsa al 6000).
Entre el enojo por la incongruencia de los discursos oficiales y la realidad, otro hombre repasó la seguidilla de muertes inocentes. “A Barbie (por Barbara González, asesinada el 15 de abril en Garzón al 6200) la mataron una tarde frente a su familia y era una persona inocente. Igual que al chico Hugo Guantay (de 18 años, que militaba en el centro cultural La Hormigonera), que lo mataron sin tener motivo el domingo 29 de mayo a la tarde”, sumó otro vecino.
El audio de la vecina que utilizó el ministro para respaldar las políticas de seguridad fue la antítesis de la realidad recogida en Ludueña. “A las 18 este barrio está desierto, no hay gente en la calle. Las familias esperan que los chicos vuelvan de la escuela y se meten todos adentro”, aportó una mujer en otra esquina de Garzón al 5900.
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En los alrededores de la plaza Pocho Lepratti (Vélez Sársfield y Larrea) varias mujeres coincidieron. “Tenés que correr a toda hora porque se cagan a tiros. Y los gendarmes en vez de ir a los búnker de droga, a las 17 empiezan a parar y a requisar a los laburantes. Encima la policía provincial no sirve para nada. Hace una semana tuvimos que correr con los chicos de la mano a la salida de la escuela. No es real que el barrio se tranquilizó”.
En el mismo momento que Fernández exponía en el Senado se desató el tiroteo detrás de la escuela Luisa Mora Olguín. Y como agravante, a esa hora estaba prevista una reunión en la institución con referentes sociales para tratar varios temas. Pero “la suspendieron por la balacera”, contaron personas que incluso fueron amenazadas por ser parte de esos encuentros.
Invitamos a los políticos a vivir una semana en Ludueña
Cuando un par de mujeres aceptó dialogar con este diario con la condición de que no se sacaran fotos, un viejo vecino de Ludueña se acercó y dio a conocer su opinión: “La gente tiene miedo y no habla porque no se siente cuidada, no hay seguridad”.
La última reflexión fue contundente e incluyó un desafío. “Invitamos a los funcionarios a vivir una semana en Ludueña para que vean la situación. Y nosotros vamos donde viven ellos. Es falso que ganamos una hora de tranquilidad, perdimos muchas. Las violencia no termina, vivimos entre las balas a toda hora. Y se sabe donde están los búnker, pero paga la gente inocente”.
Los relatos condensan el angustiante flagelo con el que conviven. Y al menos en el caso de Ludueña, que Fernández tomó como referencia, queda en evidencia que los esfuerzos por mejorar las condiciones no se miden con un audio que agradece recuperar “una hora y media de libertad”.