Mateusz Szpytma lleva más de dos décadas trabajando por la memoria Polonia y de su pueblo, Markowa. En esa población de apenas algo más de 4 mil habitantes y que está a más de 350 kilómetros de distancia de Varsovia, Szpytma descubrió la historia de su propia familia en relatos que su tía sostuvo con lucidez incluso cumplidos los cien años. Józef y Wiktoria Ulma, ella embarazada, y sus seis hijos, fueron asesinados por los nazis por haber intentando resguardar a ocho personas de origen judío en su casa durante la ocupación de Polonia. Esa narración es la que Szpytma, vicepresidente del Instituto de la Memoria Nacional de Polonia, trajo hasta Rosario la semana pasada a través de la muestra “La familia Ulma. Los samaritanos de Markowa”, que se presentó en la sede de la Universidad Católica Argentina (UCA) y que puso verse hasta este viernes, en Pellegrini 3314. Una historia que incluso terminó de cerrarse el pasado domingo 10 de septiembre en la misma Markowa, donde por primera vez una familia completa fue beatificada por el Papa Francisco.
"Wiktoria Ulma era madrina de mi padre y hermana de mi abuela", dice Szpytma cuando empieza a desandar los vínculos que lo unen con Ulma. Szpytma nació 31 años después del crimen de la familia y fue su tía, la hermana de su padre, la que llevó la voz de los relatos incluso habiendo cumplido los cien años. "Ella estaba con los Ulma en cada parto y ayudaba a Wiktoria a educar a sus niños", la recuerda el historiador y museólogo, y señala: "Tenía ya 20 años durante el tiempo de la guerra y recordaba muy bien estos eventos".
Sin embargo, el crimen de los Ulma a manos de los nazis no era sólo una cuestión de memoria familiar, sino de su propia comunidad. Szpytma, al igual que Józef, Wiktoria y sus hijos, nació y creció en Markowa, este pueblo del sureste de Polonia que recién dejó cuando, terminado el secundario, viajó para hacer sus estudios universitarios.
Por eso, está convencido de que cuando años después volvió para tomar el testimonio de los años de la ocupación alemana ya no sólo de sus propios familiares, sino también de otros vecinos, "todo fue más fácil. Dijeron y mostraron fotografías personales que quizá de otra manera no se habrían mostrado", contó a La Capital.
image - 2023-09-20T181700.975.png
Además, ya como parte de su trabajo de historiador y museólogo a partir de 2003, fue parte de la organización y montaje del museo de los polacos que salvaron a los Judíos durante la Segunda Guerra Mundial que funciona en su propio pueblo y que dirige. Además, es miembro del Consejo de Programas del Instituto Histórico Judío.
Los fusilamientos
En la Polonia ocupada, a partir del 15 de octubre de 1941, se castigaba no sólo a los judíos que abandonaban los guetos, sino también a los polacos que los ayudaban. Y, para 1942, la ley se endureció aún más: pesaba la pena de muerte sobre quienes conocieran el hecho de que terceras personas ocultaban a judíos y no lo comunicaran a las autoridades alemanas.
El hecho que terminó en la ejecución de la familia Ulma y de los ocho judíos que escondieron durante la ocupación alemana se conoce gracias a las actas del juicio que se llevó adelante sobre uno de los autores del crimen, Josef Kokott, al final de la Segunda Guerra Mundial. Los ocho judíos cobijados por la familia Ulma eran Saul Goldman y sus cuatro hijos, Baruch, Mechel, Joachim y Mojesz; Goda Grünfeld, Lea Didner y su hija Reszla.
Los testigos relataron que el 24 de marzo de 1944 los miembros de la llamada Policía Azul (fuerza creada en 1939 y que funcionó en Polonia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial) rodearon la casa y fueron efectivos de la gendarmería alemana quienes entraron y dispararon inmediatamente a los judíos que se encontraban en la buhardilla. Los Ulma fueron llevados fuera de la casa, donde asesinaron primero a Józef y a Wiktoria, que estaba con un embarazado avanzado, pero no sabían muy bien qué hacer con los niños hasta que, tras una pausa, decidieron también fusilar a Stanisaw, de 8 años; Barbara, de 6; Wadysaw, de 5; Franciszek, de 4; Antoni, de 3; y María que tenía tan solo medio año de edad.
Cuando tiene que definir a Jósef, tal como lo recuerdan familiares y vecinos, Szpytma habla de un autodidacta. "Ulma apenas tenía sólo cuatro clases, se siguió educando por su propia voluntad y eso tuvo efectos enormes, era un gran lector, construyó su propia cámara fotográfica y una radio, además de ser un especialista en agricultura", relató.
Jósef fue el primero en cultivar en Markowa diferentes tipos de hortalizas, aprendió a hacer diferentes árboles frutales, fue apicultor y compartió con sus vecinos esos saberes. Además, agregó, tenía una activa vida pública en su pueblo donde "participaba de las asociaciones católicas junto con su mujer, además del teatro, la cooperativa y en la política de los paisanos".
Hacer memoria
Szpytma cuenta que lleva más de dos décadas trabajando como investigador del Instituto de la Memoria Nacional de Polonia del que ahora es vicepresidente. "Desde ese lugar tenemos muchas posibilidades de difundir la historia", cuenta el historiador que presentó en Rosario la muestra de fotografías de la familia Ulma, tomadas por el propio Jósef, que se montó en 2016 en Polonia y que ya recorrió decenas de países, desde Bielorrusia y Estados Unidos hasta Australia, Israel y Colombia.
Allí, además de fotografías, pueden verse documentos familiares y testimonios de habitantes de Markowa. "Vecinos que por ser del pueblo tenían conmigo una confianza que les permitió compartir conmigo fotografías, documentos e historias que quizá a otras personas no le hubieran contado", señaló.
Ese material reunido en “La familia Ulma. Los samaritanos de Markowa” es el que pudo verse en la sede de la UCA y donde, en palabras de Szpytma, los rosarinos encontraron la historia "de una familia que se ama y que muestra que, aun en momentos difíciles, como es un contexto de guerra, se puede ayudar a los demás, incluso sosteniendo varios hijos. Si se quiere, no se necesita mucho dinero, pero sí voluntad para llegar a un estado de bondad humana y de buen corazón. Se puede servir a los demás desde la humildad".
Szpytma investigó la historia de su propia familia y la de otros polacos de Markowa que ayudaron a familias judías. Los datos aproximados hablan de que, pese al riesgo de muerte, 300 mil polacos escondieron y ayudaron a judíos en sus hogares y se contabilizan en más de un millar, entre hombres, mujeres y niños, los que fueron ejecutados por ese gesto.
Dentro de todas esas familias, el 10 de septiembre pasado y tras una investigación de 20 años, los Ulma se convirtieron en la primera en ser beatificada (todos sus integrantes) por el Papa Francisco en su propio pueblo. "Es un caso atípico porque el proceso incluye la beatificación no sólo de los mayores, sino también de los niños (incluso el que estaba en gestación)", afirmó el historiador, quien no dejó de señalar que ese día en Markowa, donde apenas viven algo más de 4 mil personas, fueron más de 37 mil las que se reunieron para la ceremonia.
"Es muy importante un ejemplo como este en un momento de una gran crisis de la familia, donde se necesitan ejemplos positivos como el de los Ulma", consideró, y agregó: "También en un tiempo de conflictos" como el que atraviesa Europa (en referencia a la guerra que aún sostienen Rusia y Ucrania) y que tienen a Polonia como un vecino cercano.