Apenas arrancaba la actividad en el parque Independencia (1902), Felipe Tinnirello consiguió el permiso para trabajar allí como fotógrafo y él, junto a 9 de sus 15 hijos, se desparramaron por la zona. Los diez estuvieron en varios lugares del parque haciendo fotografía social. En 30 años, levantaron dos “casitas” de fotos sociales, un nicho sin explotar al momento en que este italiano llegó a Rosario desde Buenos Aires, en 1890. Hace una semana, tiraron abajo una de esas casillas (estaba en la zona del Palomar), después de que fueran vandalizadas en repetidas oportunidades, y el parque perdió un poco de su patrimonio.
Hace poco más de 20 años que la casilla se dejó de usar, cuando Raúl Tinnirello se jubiló después de 50 años de trabajar en la fotografía social del parque. Es uno de los nietos de Felipe, vive cerca del Palomar y visitaba el que fue su lugar de trabajo desde 1950, cuando con 17 años se tuvo que calzar el guardapolvo y ayudar a su papá Carlos, después del fallecimiento de uno de sus tíos.
Vio cuando se construyó la casilla, parte de su vida: a la mañana iba a la escuela, a la tarde estaba en el Palomar.
Fotografió a novios comprometiéndose y casándose, a los hijos de esos matrimonios cuando eran bautizados, y a los mismos chicos en sus comuniones y cumpleaños de 15. Como en un círculo, esas personas, ya grandes, volvían a recurrir a los Tinnirello para repetir el proceso. Así, cubrieron las historias de dos o tres generaciones de varias familias rosarinas.
Con la demolición de la casilla, una mujer le escribió por redes y le recordó a Raúl que él les hizo las fotos de casamiento, de bautismo de la hija y de su comunión. La señora le contó que estaba cumpliendo 50 años de casada con su esposo, así que reunió las fotos y armó un álbum. “Es un agradecimiento a mi trabajo”, dice el fotógrafo a La Capital.
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Como fotógrafo social, Raúl retrató hasta a tres generaciones de varias familias rosarinas.
Silvina Salinas/La Capital
Hizo varias denuncias por vandalismo contra la casilla: “Llamé a la GUM (Guardia Urbana Municipal), al Museo de la Ciudad, le he dicho a encargados de Parques y Paseos”. El 18 de agosto, caminando por el parque, sintió que un pedazo de su historia se derrumbaba.
Inexplicable
Fue a donde estaba la casilla. Vio llegar un camión, ya había una topadora y media estructura hecha escombros. “Le pregunté a uno de los muchachos que estaba ahí y me dijo que tenían órdenes de hacer eso. Había dos policías, dos personas de Control Urbano y seis empleados. Todos esos para derrumbar la casillita que vi construir y que vi derrumbarse”, detalla Raúl.
Sin una explicación, el fotógrafo cree que fue una manera de terminar con las vandalizaciones de la estructura: “Si es así, no puede ser la solución. Si vandalizan un banco en una plaza, ¿vamos a romper el banco para que no se vandalice más?”.
“La casillita no molestaba a nadie. Estaba en buen estado, lo único que tenía era la puerta rota porque una vez la prendieron fuego para entrar. Hasta hubo gente que dormía adentro que me propuso cuidarla y pintarla”, cuenta Raúl.
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La casilla de El Rosedal, aún en pie.
Silvina Salinas/La Capital
La casilla se construyó en 1937, en madera; en 1950, la pequeña construcción, de 3 por 2,50 metros, pasó a ser de material. Si uno quería llevarse un recuerdo del parque, tenía que pasar por alguna de las casillas de los Tinnirello (la del Palomar o la del Rosedal, que sigue en pie), quienes sacaban la foto y en 15 minutos la tenían revelada y lista para entregar.
Felipe arrancó en Oroño y Pellegrini, pasó a “La Montañita” inaugurada en 1906 después de que los presos de la cárcel de la ciudad cavaran el terreno para el laguito, en 1928 emplazó la estructura que está hasta hoy en El Rosedal y en 1937 levantó la del Palomar, demolida hace una semana.
Raúl recuerda que el Museo de la Ciudad hizo un video con él, una exposición de los trabajos de la familia que duró un mes y que él donó cámaras que se usaban en el parque para las antiguas fotos: “Todo en agradecimiento, y ahora un inadaptado tiró al suelo el laboratorio. Es toda una familia, una trayectoria de 100 años desde que arrancó mi abuelo hasta que yo dejé”.