Rosario vuelve a ser reconocida por la calidad, constancia y compromiso de sus científicos. Esta vez fue la Academia Nacional de Ciencias que valoró el trabajo de dos investigadores del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR), que depende de Conicet y la UNR. Los premios fueron otorgados a Victoria Alonso, de la nueva generación de científicos, y Néstor Carrillo, quien dedicó toda su vida a entender cómo sobreviven las plantas en distintos contextos.
Ambos se formaron en la Universidad Nacional de Rosario y pusieron de relieve la trascendencia de la educación pública en la formación y la aplicación de conocimientos para el desarrollo de un país.
Alonso, investigadora adjunta de Conicet en el IBR y de la facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la UNR, está actualmente en Italia, en Torino. La científica habló telefónicamente con La Capital sobre la distinción, una noticia que la llena de orgullo y que se hizo pública este 29 de septiembre. El diploma se entregará en una ceremonia, este año. "Cuando recibí el mail de la Academia Nacional de Ciencias fue una gran sorpresa. El IBR me había postulado hace bastante, y en general (como suele pasar en el ámbito de la ciencia) una no se la cree para nada, no pensé que me iban a premiar", dice con humildad y emoción.
Recibió el premio Ranwel Caputto, de la Academia, que reconoce la trayectoria de jóvenes investigadores en el campo de las ciencias biológicas y la biología molecular. "Es un gran honor. Un reconocimiento que es posible gracias a la universidad pública", dijo la joven profesional.
La científica hizo la primaria y la secundaria en Cañada de Gómez, localidad cercana a Rosario, de donde es oriunda. Luego vino a la UNR para realizar la Licenciatura en Biotecnología y posteriormente el doctorado en Ciencias Biológicas. Con 40 años de edad, recién cumplidos, tiene una larga historia como investigadora (tiene más de 20 publicaciones científicas), especialmente orientadas a la enfermedad de Chagas, es además docente de la universidad y el Instituto donde dirige tesis de licenciaturas de futuros profesionales.
Alonso se siente honrada por el reconocimiento de la Academia: "Un lindo mimo que proviene de tan prestigiosa entidad. Y lo valoro mucho más en este momento de crisis para la ciencia donde se nos quita (desde el gobierno nacional) apoyo y financiamiento, con todo lo que eso significa".
"Me genera mucha tristeza e impotencia (la situación) mucho más al estar lejos. Tuve esta oportunidad de venir a Italia, con mi familia (está con su marido y su pequeño hijo). Pero ¡cuántos se quedaron poniendo el pecho!", reflexiona, y agrega: "Está en juego el sistema científico que tanto nos costó armar, el equipamiento conseguido, la formación de recursos humanos. Me provoca dolor, realmente. Si este camino de desfinanciamiento se sostiene hay cosas que se van a perder, y recuperarlas va a costar muchísimo esfuerzo y años".
La dedicación y crecimiento profesional de Alonso continuará por ahora en Italia y es pronto para saber cuándo volverá, si es que lo hace. Sigue dedicando la mayor parte de las horas de su día a la ciencia, a la formación, en esta oportunidad trabajando para una organización científica que conecta distintos centros de investigación de Europa para el acceso a microscopía, y capacitándose en coordinación de proyectos de investigación. "Trabajo en inglés, en la vida hablo y aprendo el italiano y en mi casa, abrazo el español", dice, dando una muestra más de lo que implica, día a día, sostener su pasión por la ciencia.
Carrillo, una vida dedicada a la ciencia
El premio Consagración Eugenia Sacerdote de Lustig, destinado a científicos de trayectoria, fue otorgado a Carrillo, un referente nacional e internacional en el estudio de plantas. Desde los inicios de su carrera se dedicó a investigar cómo enfrentan condiciones extremas como las plagas, la sequía y la salinidad.
El investigador superior de Conicet lidera el grupo de Bioquímica del Estrés en Plantas del IBR y es profesor universitario. Por sus trabajos a lo largo de más de 40 años ha recibido premios como el Konex de Platino y la Beca Guggenheim, entre otras numerosas distinciones.
"Agradezco a la Academia _dijo a este diario_ porque en definitiva es la comunidad a la que pertenezco la que me premia. Es una decisión política de una academia fundada por (Domingo Faustino) Sarmiento, la más antigua del país (1869), en una época en la que los presidentes creían en que la grandeza de la naciones se fundaban en el conocimiento y la educación y no en el equilibrio fiscal, como si fueran antagónicos", expresa el prestigioso científico.
"El premio, que lleva el nombre de Eugenia Sacerdote me impacta especialmente desde lo emocional. Ella vino desde Turín, porque debido a sus orígenes judíos fue expulsada junto a otros grandes científicos (muchos de los cuales luego fueron Premios Nobel). Ella vino a la Argentina donde abrió caminos en una época donde cualquier profesión era cosa de hombres. Le tocó un tiempo terrible", analiza Carrillo.
Néstor Carrillo hace un repaso por sus años de estudiante. "Tuve la fortuna de ser auxiliar en un área del Cefobi, uno de los institutos más antiguos en la universidad pública, así que a la par de ser docente empecé a trabajar en investigación".
La fascinación de seguir trabajando
"Aquellos primeros tiempos fueron una etapa de arrebatado asombro, pero la fascinación _la excitación diría_ por lo que hago nunca aflojó: hay algo que, me parece, que compartimos los científicos que es el hecho de que el mundo es un lugar increíblemente misterioso y con tantas cosas que ignoramos...", menciona.
Respecto al duro panorama actual de la ciencia en la Argentina, dice: "Me ha tocado vivir toda clase de situaciones: sueldos bajísimos, completa falta de apoyo; incluso la dictadura, un período genuinamente espantoso. Pero en los últimos 20 años se logró una legitimación social en el país, que la ciencia no tenía. Fue un logro de la generación anterior a la mía, muy importante, porque se reconoció que la ciencia es la marca de fábrica de los países desarrollados. Lo que sucede ahora es algo inesperado, lo peor que haya visto. No es un retroceso, es más que eso, porque los científicos vivimos un grado de virulencia sin precedentes, y eso que he conocido la desidia, la ignorancia, el desconocimiento (por parte de distintas clases de dirigentes) pero nunca nos identificaron como enemigos...", comenta Carrillo, con pesar.
El experto ofrece otra consideración: "El premio de la Academia, que creo que es más importante aún para los jóvenes que pueden estar dudando de sus carreras, viene bien para poder exponer la preocupación que tenemos y que no solo es un reclamo gremial: es la convicción inamovible de que el conocimiento y la educación son la base de nuestra sociedad. Tenemos que seguir trabajando, no hay coartada para no laburar. Todo lo que tengamos que hacer para defender nuestra existencia está bien, sin dejar, un solo día, de seguir trabajando".
Premios con nombre de talentosos científicos
La distinción que recibió Néstor Carrillo lleva el nombre de la doctora Eugenia Sacerdote de Lusting, una investigadora nacida en Italia, que llegó a la Argentina luego de la irrupción del nazismo en Europa.
Desde 1961 hasta 1999 fue miembro de la carrera de Investigador Científico de Conicet. Se retiró años más tarde como Investigadora Emérita.
Ranwel Caputto: así se llama el premio otorgado a Victoria Alonso. Caputto fue un bioquímico argentino y doctor en medicina. Un referente mundial en el estudio del metabolismo de gangliósidos (moléculas complejas de lípidos y carbohidratos que se encuentran en la membrana plasmática de muchas células) y su regulación.
Caputto influyó notablemente con ideas que llevaron a Luis Federico Leloir a recibir el Premio Nobel de Química en 1970.