La noticia cayó como una bomba, de esas que parecen arrasar con todo, como suele ocurrir cuando la vida de alguien querido se apaga sin previo aviso. Fabián Martínez falleció cuando se encontraba prestando sus tareas habituales en el sector de mantenimiento del Diario La Capital y ese episodio causó un profundo dolor en quienes lo conocían.
Fue el viernes a la tarde, de la mano de un infarto que llegó sin aviso previo. La novedad se conoció cuando muchos ya estaban de franco y otros estaban con labores periodísticas, preparando las ediciones para el fin de semana. Fabián tenía un perfil muy bajo, era tipo silencioso, pero siempre llamaba la atención por la forma de saludar cuando llegaba a la redacción. Su “buen día” sonaba bien claro como para que no quedaran dudas.
Siempre estaba dispuesto a resolver cualquier problema. Desde cambiar una silla hasta trepar a los aires acondicionados para evitar caídas de agua. Y así, con cualquier inconveniente técnico que había que solucionar.
Fabián tenía 50 años y 3 hijos. Había ingresado a La Capital en 1992. Primero trabajó como empleado gráfico y luego pasó a desempeñarse como electricista, aunque muchos le asignaron la condición de “todo terreno”.
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La vida de Fabián en La Capital estuvo atravesada por el trato sensible para sus compañeros. Nunca hizo diferenciación en el trato si lo requería alguno de los pibes nuevos o a alguno de los más antiguos en la empresa. Su partida inundó de mensajes de dolor y consternación al chat de afiliados del Sindicato de Prensa. Alguien en ese grupo de WhatsApp propuso escribir un homenaje colectivo para despedir al compañero Fabián.
A continuación, un resumen de los mensajes que algunos compañeros escribieron tras conocer la triste noticia:
“Hola, Fabián querido. Te digo hola porque no puedo creer que nos haya dejado en esta vida hermosa. Siempre predispuesto a ayudar en todas las cosas. Ni qué decir en las choripaneadas poniendo el cuerpo en la parrilla preguntando si necesitábamos algo. Es por todas esas virtudes que nos diste que siempre estarás en el corazón y en el pensamiento de todas y todos. Te vamos a extrañar. Hasta siempre, querido amigo”. (Raúl Marzetti)
“Todo muy triste. Compañerazo de los que siempre te están ofreciendo una mano. Un tipo que siempre estaba laburando. Haciéndotela más sencilla. Terrible pérdida”. (Leo Graciarena)
“Siempre atento el querido Fabián... qué dolor, che. Lo cotidiano lo hacía un poco más liviano de entrada con su afectuoso saludo, su interés por saber cómo andabas. Paz para su familia”. (Claudio González)
“Qué bárbaro... y qué injusto que pase algo así... de esa manera... y con buena gente como él. Una gran tristeza. Un tipo de muy buena onda”. (Javier Parenti)
“Lo conocíamos hace casi 31 años y compartimos jornadas y desayunos con charlas de la vida en el viejo bar del subsuelo. El comentario común tras la triste noticia es resaltar su actitud positiva y el recuerdo amable”. (Juan C. Verona)
“Era un todoterreno, y eso es demasiado, pero siempre hacía todo con una sonrisa, más bien callado y buen observador. A veces lo vimos sobrepasado porque había secciones con más urgencias de mantenimiento y renegaba con los recursos disponibles. El día que supimos de su muerte mientras trabajaba, todos pensamos, dijimos, nos dijimos, que morir en el lugar de trabajo es doblemente shockeante. Pienso también que morir en el trabajo es la expresión más rebelde y dolorosa para irse”. (Silvina Salinas)
“Qué tristeza!! Siempre tan amoroso Fabian y un gran compañero” (Paula Busnadiego)
“Me sumo al pesar compañeros. Una pérdida lamentable” (Sergio Naymark)
“Tristísimo! Gran compañero y laburante” (Marcelo Bustamante)
“Qué impotencia y bronca provoca una muerte así” (Eugenia Langone)
"Una gran tristeza. Abrazo" (Alvaro Torriglia)
"Que triste y demoledor" (Sebastián S. Meccia)
“Qué mal bicho es la muerte cuando se lleva así a un tipo del don de gentes de Fabián. Su partida fue un rayo en un día de sol. «No sufrió, ni se enteró», confió la médica que lo atendió en la planta del diario donde sufrió el ataque cardíaco. Jamás olvidaré su bonhomía, su saludo sincero y su solidaria predisposición a darte una mano. Para definirlo sólo hacen falta dos palabras: un compañerazo” (Miguel Pisano).