En su reciente paso por Rosario, con un lleno total en el teatro La Comedia que obligó a instalar una pantalla en la cortada Ricardone para la gente que quedó afuera, el filósofo Darío Sztajnszrajber exhibió que su figura es una imán que muchas veces supera los asuntos que aborda. Con su exposición "La Revolución, una deconstrucción", en el inicio del ciclo 90 veces Che que conmemora los 90 años del nacimiento del Che Guevara, volvió a demostrar su solvencia profesional, su capacidad comunicacional, y su inteligencia y habilidad para analizar un extenso abanico temático y transformarlo en reflexiones, preguntas y provocaciones, como intensos disparadores de pensamientos. Más allá de su perfil mediático y multifacético, este ensayista se define como esencialmente como "un maestro" y aseguró que casi todos los elementos que utiliza en sus presentaciones los aprendió en el aula.
"Soy antes que nada un docente, y como docente pretendo que el trabajo didáctico exceda el aula. Debemos darnos cuenta de que hoy todo es aula, los medios también", advirtió Sztajnszrajber, a modo de explicación de sus intenciones y en el marco en que las desarrolla. "Entonces, en la medida que uno pueda tener lugar en ese esquema de comunicación, me parece que se logra cambiar un poco ciertas lógicas, no sólo de los medios, sino también de la educación", señaló.
En una charla con La Capital, comentó que promueve las tareas de divulgación "como una política cultural". Y confió que desde esa plataforma utiliza las herramientas que le otorga la filosofía "como una forma de democratizar el conocimiento y popularizarlo". Sztajnszrajber admitió que desde esa postura, con ese proceso "se generó como una huella" en el público que lo sigue, que evidentemente se verificó en la impactante convocatoria de la charla del jueves pasado por la noche en el teatro La Comedia.
—¿Te sorprendió la cantidad de espectadores que agotaron en poco más de una hora la capacidad del teatro?
—Estoy cada vez más sorprendido con la cantidad de gente que en Rosario viene a los distintos espectáculos o conferencias que traigo. Esto nació un poco al candor del proyecto de Facultad Libre, que este año es el quinto consecutivo. Y obviamente, cuando aparece la posibilidad de hacer algo abierto y gratuito, viene mucha gente. Y más si se trata de la figura del Che, y de repensar a través de eso la revolución. Mi charla, más que centrarse en la figura del Che, lo que hizo fue centrarse en una de las categorías con las que asociamos mucho al Che Guevara, que es qué significa ser revolucionario y cómo se puede ser revolucionario hoy en día.
—¿Por qué asociaste el término revolución a una deconstrucción cuando pensaste la charla?
—Porque para mí la deconstrucción es un tipo de filosofía que hoy entiendo que es la que mejor expresa el ideal revolucionario. Porque es la que lleva la radicalidad, el sentido de la pregunta y mucho de lo que hablamos en la conferencia tuvo que ver con eso.
Pasó por tratar de entender qué es una filosofía revolucionaria y cómo vivir una vida de modo revolucionario. Tomo la idea de deconstrucción como un despiece, lento, intencionado, de todo lo que había. No es derrumbe donde uno tira todo de un golpe. Lo entiendo como un proceso analítico. Hay cosas que se presentan macizas y por lo tanto, también presentan jerarquías y orden. La naturaleza tiene jerarquías. Y a mí me interesa más el otro, y militar eso pasa por deconstruir, porque lo que deconstruís es el poder de aquellos que hacen pasar lo propio como si fuese lo único.
—Presentás obras que se refieren a filosofía, política, amor o música; y las salas, ya sean académicas o barriales, están siempre llenas. ¿A qué se debe el fenómeno de crecimiento y el poder de convocatoria de tu figura en escenarios tan variados?
—Creo que se abrió un espacio hace unos años, sobre todo gracias al proyecto de canal Encuentro "Mentira la verdad". Ahí muchos de los que hacemos divulgación empezamos a tener la posibilidad de salir a plasmar nuestros trabajos. Y se abrió una manera de hacer divulgación, diferente a como estábamos acostumbrados, porque se pensó en ella como una política cultural. Como una forma de democratizar el saber y de popularizarlo. Y eso generó como una huella.
—¿Qué dimensiones y características tiene esa huella?
—Nuestros programas se usan mucho en las escuelas. Se editan para utilizarlos en ámbitos educativos. Y eso no sólo pasa en Argentina, sino también en toda Latinoamérica. Es muy interesante su utilización como recurso pedagógico, me parece que manifiesta muy claramente el proyecto de canal Encuentro, en términos de hacer popular y de trabajar pedagógicamente la democratización del conocimiento.
—Desde el punto de vista filosófico hiciste más hincapié en el término revolución que en la figura del Che. ¿Qué buscaste?
—Compartí una lectura de la revolución más cercana a poder estar el ser humano todo el tiempo reinventándose a sí mismo. Y entender que muchas veces el concepto de revolución terminó apropiado por fuertes dogmatismos que lo traicionaron. Hay algo de la revolución que no puede nunca cerrarse, que tiene que estar siempre abierto, siempre por venir, y creo que si la revolución no es para el otro (el que queda siempre afuera), entonces no es revolución sino es parte de lo que cualquier tipo del sistema institucional necesita para reproducirse a sí mismo.
—Queda evidenciado que son efectivos tus métodos para provocar, hacer reaccionar e instalar un espíritu crítico en el público. ¿Cuándo fue que traspasaste esa barrera? ¿Cuándo creés que diste ese paso para atravesar esa brecha y llegar a gente de todos los niveles educativos y sociales?
—Cuando empecé a hacer docencia. Creo que nada de lo que hago en los medios, o dando charlas, es diferente a dar una clase en un aula. Me tomo cada evento como si fuese una clase, como cuando empecé en un colegio secundario, con 30 alumnos tratando, a las 8 de la mañana, de que me dieran un poco de bola. Ese es el objetivo siempre. Soy antes que nada un docente, y como tal pretendo que el trabajo didáctico exceda el aula, o en todo caso, debemos darnos cuenta de que hoy todo es aula. Y que los medios también son aulas. En la medida que uno pueda tener lugar ahí, me parece que cambia un poco la lógica, no sólo de los medios sino también de la educación.
—¿De qué manera te repercute lo que generás en la gente?
—Me llega mucho. Por las redes y también en la calle. Siento un acompañamiento importante. Eso me ayuda a redoblar las energías y las fuerzas para hacerlo. De hecho, este semana tuve charlas en Rafaela, con Felipe Pigna. También fui a San Cristóbal, donde todos los colegios secundarios de ahí se juntaron para una charla. Esas son las actividades que más me gustan, porque de algún modo recuperan eso de la vocación por la docencia. Ese tipo de cosas me da una felicidad inmensa.