A la Oficina de Empeños del Banco Municipal ya no sólo llegan los que tienen la “soga al
cuello”. Ahora también concurren quienes se van de vacaciones y dejan sus alhajas a
resguardo. Si durante la ausencia el precio del oro aumenta, pueden renovar el depósito y hacerse
algunas monedas extra. Todo un cambio de hábitos que cada vez tiene más adeptos. Eso sí, los que no
puedan rescatarlas no podrán evitar el remate, como el que se producirá esta tarde, a las 15.20, en
la sede que el banco tiene en Santa Fe 1035.
“Muchos toman esto como una opción, porque sus joyas están más
seguras acá que en la casa”, explicó Gerardo González desde el área de Empeños; denominación
que a pesar de su mala prensa nació con un nombre de estirpe. Se llama Oficina Pignoraticia, en
alusión a las asociaciones Montepías a través de las que San Cayetano ayudaba a los pobres (ver
aparte).
Antes de salir de vacaciones y para dejar a resguardo el oro que hay en
la casa, no son pocos los rosarinos que llevan sus joyas al Banco Municipal. Allí, y durante 90
días, las piezas permanecen a salvo contra el pago de un interés que aventaja en mucho al de una
caja de seguridad, es decir, es mucho más barato. Y como el mecanismo puede repetirse siempre que
se paguen los intereses, puede llegar a convertirse en una opción de resguardo permanente.
Pero la ventaja de pagar poco por la seguridad de las joyas tiene una
contrapartida: estar atentos al vencimiento de la póliza es fundamental para no perder las alhajas.
“Una señora trajo las joyas antes de las fiestas porque la casa iba a quedar sola y se iba de
vacaciones. Después las vino a buscar, pero hay quienes las dejan mucho tiempo y son clientes ya
conocidos”, relató González.
Esta opción resguardo no es la única que se puede tomar; pero los
créditos con fines sociales caracterizan a esa dependencia del Banco Municipal. Claro que esta
actividad está en relación directa con la dinámica de la economía y se incrementa o desciende según
las crestas de las crisis argentinas, un verdadero termómetro social.
“La crisis más brava fue la del 2001/2002”, evocó González.
En ese período llegaron a utilizar más de un exhibidor para sacar piezas de oro a remate porque la
gente no podía rescatarlas. La recuperación de la economía imprimió otra característica al empeño,
ahora son mayoría quienes salvan sus alhajas.
Hasta la alianza. “Contamos con miles de lotes de piezas de oro de los cuales hoy sólo
salen ocho a remate”, dijo González. Alianzas, cadenas, anillos, dijes, relojes y medallas
entre otras unidades doradas, forman parte de la colección que la gente deja en el lugar como
prenda o para su resguardo.
“Gracias a Dios siempre pude rescatar todo lo que traje”, dijo ayer María
mientras repasaba atenta el único exhibidor donde ocho compartimentos formaban el magro stock del
primer remate del año, con bases de entre 4.600 y 100 pesos. “Es poco”, calificó
González con aire de experto.
La oficina Pignoraticia sólo toma piezas de oro que ofician de prendas a
cambio de un monto que se forma tomando como base el precio de un gramo de oro. En la transacción
se extiende una póliza con noventa días de vigencia, pasado ese tiempo las alhajas quedan en
disponibilidad de remate. Durante ese período se pueden amortizar los intereses y hacer sucesivas
prórrogas de tres meses para el rescate definitivo.
Dinámica. “Es una operación dinámica, incluso puede ir entregando dinero hasta
completar el monto que se le dio y cuando menos lo piensa ya saldó la deuda y puede llevarse su
joya”, explicó González. Y dio una pista sobre la cintura que muchos tienen para seguir los
vaivenes de la cotización del metal más preciado: “Si el oro aumenta, lo rescatan y lo
vuelven a empeñar”. Toda una tendencia que se afianza frente a los costos que acarrea una
caja de seguridad.