La ciencia consiguió un logro que ni siquiera el mejor jugador de póquer del mundo jamás imagino. Un equipo de programadores creó un algoritmo capaz de jugar 200 partidas por hora durante 12 horas al día a lo largo de 70 años y jamás sería derrotado, independientemente de las cartas recibidas y de la estrategia del oponente.
El prodigio científico y de los juegos de azar se llama Cepheus y fue desarrollado por un grupo de expertos en nuevas tecnologías de la Universidad de Albertam, en Canadá, que confían tanto en su programa que desafiaron a los más grandes jugadores de póquer del mundo a enfrentar a su algoritmo en una partida sin reglas.
"Consideramos un juego resuelto si conocemos una estrategia que saca el máximo valor contra el oponente perfecto", explicó Neil Burch, uno de los autores del estudio publicado en la revista Science, quien está convencido de que el popular juego de cartas fue resuelto, mal que le pese a los más pícaros tahures del planeta.
"La estrategia Cepheus está tan cercana a la perfección que incluso si un ser humano pudiera descubrir cómo jugar perfectamente contra el algoritmo, algo muy poco probable, no podría jugar suficientes manos durante su vida como para que pudiéramos considerar que está ganando", asegura Burch, con una confianza envidiable le.
Burch aseguró que Cepheus puede perder una mano, como cualquiera con un poco de mala suerte, pero a largo plazo es imbatible, porque la suerte, según sus cálculos, no tiene tanta importancia. Según el investigador, su algoritmo "nunca se equivoca, por lo que si se juegan suficientes manos ganará".
La aplicación de los programadores de Albertam puede aplicarse, además de los juegos de azar, en campos tan diversos como la seguridad y la medicina. "Puede considerarse a Cepheus como el mejor jugador del mundo, con un juego casi perfecto", explica Burch, quien advirtió que no importa lo bueno que sea el rival, no perderá.
Irónicamente, si el oponente es muy malo, conseguirá menos dinero de él del que lograría un profesional. Esto es debido a que el programa siempre está en guardia ante la posibilidad de que el otro jugador sea muy bueno. “No castiga los errores del rival tan duro como un ser humano, simplemente evita cometer sus propios errores”, aclara el investigador.