Un joven policía admitió ayer ante la Justicia que mató a Romina Ríos, la estudiante riojana que estuvo desaparecida tres días y cuyo cuerpo fue quemado en la ciudad de La Rioja, mientras estaba "bananeando, moneando con el arma" reglamentaria que le habían entregado días antes.
La confesión surgió ayer de boca de Pedro Ortíz, el agente policial que comenzó a ser juzgado por el asesinato de la joven de 18 años que en febrero del 2015 viajó desde su pueblo, Patquía, en el oeste de La Rioja, a la capital provincial para iniciar sus estudios superiores.
Ortiz, el único imputado por el crimen, recordó ayer ante el tribunal los últimos minutos que pasó junto a Romina Ríos, a quien conocía de Patquía, y repasó con detalles los momentos cuando le contó que había ingresado a la policía como agente y que recién recibía su arma reglamentaria.
En ese marco, el imputado, de 20 años, relató que fue al departamento que alquilaba en la ciudad de La Rioja para tomar "el cargador del teléfono, el cinto con la pistolera, le pongo el arma y me voy al departamento de al lado donde ella estaba".
"Uh, el policía". "Bananeando, moneando con el arma, le dije que me la habían entregado ese mismo día y que ya era policía con todas las letras, me dijo «Uh, el policía»", recordó Ortiz.
Asimismo, añadió: "Me pidió que se la muestre. Me dijo que tenía que tener cuidado con mi hijo. Yo seguía jugando con el arma, le trabo la corredera y le saco el cargador. Y le digo que así queda el arma abierta, le pongo el cargador de nuevo y le libero la corredera".
"En ese momento no me di cuenta, no entendí que estaba jugando con un arma", admitió Ortiz.
El acusado señaló que cuando la joven le pidió el cargador del celular "ella hace un movimiento como para enchufar" el aparato y, dijo, "en ese momento estoy tratando de liberar el martillo pero sin saber y sale el disparo".
"Vi que le pegó en la parte de la espalda, ella hace un movimiento y cae de nuevo a la cama", precisó.
Ortiz reconoció también que maniobró el cadáver de Ríos para borrar las pruebas que lo comprometían, al indicar que trasladó el cuerpo a un descampado del sector sur de la ciudad, limpió la escena del crimen y tres días después regresó adonde la había dejado, la roció con alcohol y la prendió fuego.
El caso de Romina Ríos fue uno de los emblemas de la lucha bajo el lema "Ni una menos" en la provincia para evitar y condenar los femicidios.
Además, generó un debate importante sobre la formación y madurez que deberían tener quienes se incorporan a la policía en busca de un trabajo y son autorizados a portar armas de fuego.