Juana, mira el reloj. Son las 2 de la mañana, el cansancio le pesa en el alma y en el cuerpo. Trabajó el día anterior 10 horas en la fábrica metalúrgica y hace 20 años que se levanta a las 5 de la madrugada para entrar a trabajar las 6. Juana arrastra los pies y llega cansinamente para poder agarrar baldes para juntar agua. Es que a las 2 de la mañana hay presión y puede entonces acceder a agua potable para sus necesidades. Luego, se vuelve a dormir, si puede, ya que a las pocas horas tiene que entrar a trabajar.
Este relato no tiene geografía, es tan realista, que sucede tanto en algunos de los barrios populares de Rosario como de otras ciudades de América Latina, África y Asia.
Las mujeres del agua, son las ciudadanas del agua. Son las que se hacen cargo de encontrar agua para sus familias, ante la escasez social y física convirtiéndose en un colectivo social en los barrios vulnerables.
El dominante impone a las mujeres esfuerzos, tiempo y mucha energía para que busque agua. Así, este derecho fundamental se torna injustamente como responsabilidad y carga para las mujeres. Ellas son doblemente víctimas, por las tareas que tienen que cumplir y por los padecimientos que sufren por la escasez del vital elemento.
Las mujeres y niñas del mundo dedican 200 millones de horas diarias para buscar agua para sus hogares.
Otra injusticia que padecen las mujeres la podemos ver también en las 18 millones de niñas en el mundo menores de 16 años que no asisten a la escuela por buscar agua para sus hogares. Yendo dos o tres veces por día caminando tres o cuatro kilómetros para llegar al lugar.
En África el 71 por ciento de la colecta de agua recae sobre mujeres y niñas. El cambio climático y el tiempo y esfuerzo de la recolección hídrica les quita participación social. Hay otros ejemplos también, que denotan la injusticia social y ambiental que padecen. Años atrás en Marruecos por un proyecto de suministro de agua rural y saneamiento, las mujeres que son las que tradicionalmente cargan con la desigual tarea de conseguir agua potable, tuvieron, cuando niñas, más asistencia en las escuelas por la facilitación en el acceso a la sustancia esencial. Porque se redujo entre un 50 a 90% el tiempo que le dedicaban para conseguir el vital elemento. En Pakistán la facilitación del acceso al agua permitió la disminución del tiempo de las mujeres en las tareas de recolección y así lograron más presencia en la sociedad.
Tal es la desigual tarea de buscar agua que realizan las mujeres y niñas que por ejemplo en Tanzania al poder acceder a ella en 15 minutos, permitió más presencia femenina en las escuelas, que cuando buscaban agua a razón de 1 hora de distancia.
Estas injusticias que el dominante le impone a las mujeres y niñas en relación con el acceso al importante líquido, logra su correlato en América Latina y Asia.
En el mundo el 80% son mujeres y niñas las que recogen agua a distancia. Con una paradoja más, porque siendo las que más trabajan para conseguir el vital elemento, son las que menos tienen incidencia en políticas públicas sanitarias como así también en el consumo de agua y alimentos. Esta insostenible contradicción entre el esfuerzo de las niñas y mujeres con la doble desigualdad de postergación y subordinación femenina junto a la falta de incidencias en políticas públicas, constituyen un delito de lesa ambientalidad. Ello es así, desde la concepción del ambientalismo inclusivo, que tiene su centralidad en el biocentrismo y por ende en toda la diversidad biológica. Así, toda desigualdad en el acceso y gestión de los bienes comunes públicos como el agua, genera esta lesa ambientalidad con la gravedad que ello implica.
También es de injusticia social ambiental para las niñas y niños del mundo que la mitad de las escuelas no cuenten con sanitarios eficientes para higienizarse, más grave aún ante la Covid 19. Esta situación es más lesionante para las niñas ante baños de deplorable higiene.
Las mujeres y niñas del agua del mundo, tienen en común que no tienen geografía para el dolor, y que son víctimas de la pobreza de agua en particular y de la pobreza en general.
En el Día Mundial del Agua hay tres cuestiones que nos interpelan: 1) Que el agua potable llegue en derecho humano y sustancia a todas y todos, 2) Que los Estados de la Tierra liberen de la dominancia de la recolección de agua a las mujeres y niñas, carga injusta y esclavizante que sufren millones de ellas y 3) Que liberen el agua de la Bolsa, que empezó a cotizarse el 07 de diciembre de 2020 en Estados Unidos. Un derecho humano como el agua no puede mercantilizarse. El agua también es un bien común público que como el aire pertenece a todas las personas del planeta.
En el Día Mundial del Agua va nuestro reconocimiento a las mujeres y niñas del agua.
Para todas las Juanas de la Tierra nuestro sentido homenaje.