Los mayores niveles de escepticismo respecto a la importancia, seguridad y efectividad de las vacunas se registran entre los adolescentes y las personas de bajo nivel educativo, según el Indice de Confianza y Acceso a las Vacunas (ICAV) elaborado por la Fundación Bunge y Born (FBB), que recomendó "campañas focalizadas" para revertir esta situación, al presentar el lunes ese estudio.
Sin embargo, el relevamiento también remarcó que la "amplia brecha" entre la tasa de cobertura recomendada por la OMS -del 95 por ciento- y las tasas nacionales que oscilan entre 80 y 93 por ciento para las cinco vacunas más importantes antes de los 18 meses, se explica casi exclusivamente por las "barreras de acceso" ya que "la confianza de la población en las vacunas es elevada".
"Aún con una menor confianza entre la población más joven, en Argentina las barreras de acceso es lo que explica el déficit de cobertura de vacunación", aseguró Eduardo López, el jefe del Departamento de Medicina del Hospital Ricardo Gutiérrez y líder del proyecto "Observatorio de la Salud del Niño y el Adolescente" de la FBB.
El especialista agregó que "esto contrasta con la situación en algunos países desarrollados, donde la opinión sobre las vacunas es la principal problemática".
En Argentina, en cambio, la adhesión al denominado "movimiento antivacunas" se mantiene estable en torno a un "dos por ciento" de la población, afirmó.
De hecho, el 95,8 por ciento de los entrevistados consideraron que las vacunas son seguras, el 95,47 por ciento que son importantes para los niños y el 93,69 por ciento que son efectivas.
No obstante, los niveles de confianza más bajos se dieron entre los adolescentes y entre las personas con menor nivel educativo.
Así, entre los jóvenes de entre 15 y 20 años sólo el 94,2 por ciento cree que las vacunas son buenas para los niños, el 92,1 por ciento que son seguras y el 90,2 por ciento que son efectivas; contra el 98 por ciento, 97 por ciento y 95,3 por ciento alcanzados entre los encuestados de 41 a 51 años, respectivamente.
"De por sí, el adolescente es reacio a las acciones preventivas porque cree que no le va a pasar nada y, literalmente, a esa edad desaparece de la historia clínica: por eso no sirve decirle a la madre «hay que vacunar a su pibe», sino que hay que lograr que el adolescente diga «esto es bueno para mí»", dijo López.
Otro tanto ocurrió con las personas con primaria incompleta: sólo el 87,1 por ciento considera que las vacunas son buenas para los niños y el 88,5 por ciento que son efectivas; contra el 97,6 por ciento, y 93,9 por ciento registrado entre las personas con estudios de posgrado, respectivamente.
López destacó cómo "importante" este dato "porque nos permite pensar acciones secundarias" y revela una tendencia opuesta a la que tiene lugar en Europa, donde "los grupos universitarios y más informados son los que más cuestionan las vacunas".
No obstante, sólo un 86,3 por ciento de la población pudo vacunarse la última vez que lo intentó y el faltante de dosis se reveló como el principal motivo de estos intentos frustrados (79,7 por ciento de los casos), con mayor intensidad en el Gran Buenos Aires (90 por ciento). "Los equipos de salud tienen que acortar la espera y no contraindicar por un simple resfrío o diarrea y el Estado debe mejorar la disponibilidad y los horarios de atención", dijo.
"La población adolescente no sólo no tiene confianza sino tampoco acceso, siendo que una buena parte del calendario les toca a ellos y si no están vacunados pueden transmitir enfermedades a niños más pequeños aunque no la desarrollen", dijo.
El médico recordó que "el 17 por ciento de los embarazos son a esta edad" por lo que las vacunas son importantes también para para prevenir la transmisión sexual o parenteral de algunos virus.