Narges Mohammadi recibió un permiso médico para salir de prisión en 2021 en Teherán. Pero ni siquiera las celdas más oscuras de la tristemente célebre prisión de Evin, en Teherán, han aplastado su poderosa voz. En una grabación de audio desde Evin, compartida con CNN, se escucha a Mohammadi liderar los cánticos de "mujer, vida, libertad", el lema del levantamiento desencadenado el año pasado por la muerte de Masha Amini, de 22 años, herida de muerte por la "policía de la moral", una rama represiva que fue empoderada por el actual presidente, el clérigo integrista Ebrahim Raisi. Amini fue detenida por no llevar correctamente el pañuelo en la cabeza. Este es obligatorio según la normativa islámica impuesta no solo en Irán sino en muchas otras dictaduras musulmanas, como las monarquías del Golfo. Pero en Irán la represión contra la masiva ola nacional de protestas que causó el crimen de Amini dejó más de 500 muertos y 10 mil detenidos, así como varios ejecutados en las horcas de las cárceles iraníes.
Mohammadi denuncia el machismo religioso que impone el chador a la mujer y la violencia sexual de policías y carceleros Mohammadi denuncia el machismo religioso que impone el chador a la mujer y la violencia sexual de policías y carceleros
La grabación se interrumpe con un breve mensaje automatizado —"Esta es una llamada telefónica desde la prisión de Evin"— mientras se escucha a las mujeres cantar una versión en lengua iraní (farsi) de "Bella Ciao", la canción popular italiana del siglo XIX que se convirtió en un himno de resistencia contra los fascistas y que ha sido adoptada por el movimiento por la libertad de Irán. "Este periodo fue y sigue siendo la época de mayores protestas en esta prisión", declaró Mohammadi a CNN en respuestas escritas a preguntas enviadas a través de intermediarios.
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Dolor y rebelión unieron a las mujeres iraníes en la ola de protestas por la muerte de Mahsa Amini a manos de la policía.
Fuera de los muros de la prisión, la brutal represión de las protestas sofocó en gran medida el movimiento desencadenado por la muerte de Amini, y la "policía de la moral" de Raisi reanudó en julio sus patrullas para imponer el pañuelo en la cabeza de las mujeres. Esta semana, los represores agredieron a una adolescente en una estación de metro de Teherán, lo que provocó que fuera hospitalizada con heridas graves. Según la ONG kurda Hengaw, Armita Geravand, de 16 años, está en coma "tras sufrir una grave agresión física por parte de agentes de la policía de la moral en el metro de Teherán".
Mohammadi, en comentarios recibidos por CNN un día antes del anuncio del Nobel de Paz dijo que el comportamiento del régimen era "indicativo de sus esfuerzos concertados para impedir que salga a la luz la verdad sobre Armita Geravand". Narges Mohammadi está recluida en la tristemente célebre prisión de Evin, en Teherán.
El abuso sexual como arma represiva
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La violenta represión de las protestas dejó mas de 500 muertos y 10 mil detenidos, muchos condenados a años de prisión y algunos a muerte.
Mohammadi conoce el precio de hablar en público. En agosto fue condenada a un año más de cárcel por su continuo activismo dentro de prisión tras conceder una entrevista a los medios de comunicación y hacer una declaración sobre agresiones sexuales en la cárcel. Ya estaba cumpliendo otra condena por publicar el año pasado un libro sobre los brutales métodos carcelarios de Irán, titulado "Tortura blanca: entrevistas con presas iraníes", así como un documental en el que cuenta las historias de presas recluidas en régimen de aislamiento, un castigo que la propia Mohammadi ha sufrido.
Pero no se deja intimidar. Mohammadi envió recientemente a CNN una larga carta en la que arremete contra cuatro décadas del uso obligatorio del hiyab o pañuelo en la República Islámica y denuncia la hipocresía de un Estado religioso que utiliza la violencia sexual contra las detenidas. Cuando llegó al poder hace cuatro décadas, escribe, el régimen religioso utilizó el hiyab obligatorio para "mostrar la imagen de dominación, subyugación y control sobre las mujeres" como medio para controlar a la sociedad. Las mujeres iraníes, antes de la revolución islámica, estaban habituadas a libertades de vestimenta y comportamiento que no existían en el resto del mundo islámico.
Lo que busca ocultar el Gobierno de Irán: muertes, protestas y represión
"No podían poner un velo a una mitad de la población, es decir, a los hombres", dice su carta. "Sin embargo, adornaron fácilmente a la otra mitad de la población de Irán con hiyab obligatorio, velo, chador y pantalones de color oscuro para presentar al mundo la odiosa cara del despótico sistema religioso. Imaginen a las mujeres iraníes que durante 44 años se han visto obligadas a llevar la cabeza cubierta, abrigos largos y pantalones de color oscuro en verano, y en algunos lugares, chadores negros", dijo. "Peor que eso, han estado bajo presión psicológica para adherirse estrictamente al hiyab obligatorio, todo para preservar la imagen de hombres islámicos religiosos y garantizar la seguridad y 'pureza' de las mujeres. Ahora, esas mismas mujeres sufren agresiones sexuales y acoso", añadió.
En su carta y en las respuestas a CNN, Mohammadi detalla incidentes de violencia sexual contra ella y otras mujeres detenidas en diferentes centros que se remontan a 1999. Las fuerzas de seguridad, las autoridades penitenciarias y el personal médico agreden a presas políticas y mujeres detenidas por delitos penales. La violencia sexual contra las mujeres detenidas ha "aumentado significativamente" desde las protestas que sacudieron Irán en 2022, lo que ha llevado a abusos de "sistemáticos". "En la cárcel, he escuchado los relatos de tres mujeres manifestantes que fueron agredidas sexualmente. Una de ellas era una conocida activista del movimiento estudiantil que, al entrar en la prisión, presentó una denuncia ante las autoridades y anunció que, tras ser detenida en la calle, le esposaron una mano y una pierna y la ataron a la puerta del coche. Y en esa posición fue agredida sexualmente".
Mohammadi y otra presa visitaron la zona de "cuarentena" de la cárcel con el pretexto de llevar comida a otra reclusa y allí vieron a la joven con moratones en el estómago, los brazos, las piernas y los muslos. Durante años, Mohammadi ha denunciado la violencia sexual contra las presas, rompiendo tabúes en un país conservador. En 2021, organizó un debate a través de la aplicación de redes sociales Clubhouse en el que mujeres compartieron sus historias de agresiones por parte de "agentes" estatales desde la década de 1980 hasta 2021. Fue sancionada por ello.
"Las mujeres que sufren acoso sexual se llenan de ira, miedo e inseguridad, pero cuando su femineidad se oculta y reprime por reivindicaciones ideológicas y religiosas, no solo estarán enojadas y aterrorizadas, sino que también se sentirán engañadas y manipuladas por el gobierno, lo que es aún más angustioso", escribió a CNN. Estos abusos sexuales "dejan cicatrices tan profundas en sus almas y mentes de las que es difícil recuperarse, y quizá nunca lo hagan del todo", añade. Al ser sistemático el uso del abuso sexual como herramienta represiva, estos daños psicológicos se extienden a una escala incalculable.
Sin sus hijos
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Con sus hijos poco antes de ir a prisión. Los chicos ahora tienen 16 años y viven en el exilio.
Por negarse a ser silenciada entre rejas, Mohammadi lleva 18 meses sin poder hablar directamente con su marido y sus hijos. "Cuando tu mujer y la persona más cercana a ti está en prisión, todos los días te despiertas preocupado por si oyes malas noticias", dice su marido, Taghi Rahmani, desde Francia, donde vive exiliado con sus hijos desde poco después de que Mohammadi fuera encarcelada en 2015. Rahmani conoció a Mohammadi cuando ella asistió a sus clases clandestinas de historia contemporánea en 1995. Rahmani y grupos de derechos humanos han expresado su preocupación por la salud de Mohammadi y su acceso a la atención médica después de que sufriera un ataque al corazón y se sometiera a una operación el año pasado.
Rahmani muestra con orgullo los prestigiosos premios internacionales que ha recibido en su nombre. Tiene una "energía inagotable por la libertad y los derechos humanos", afirmó. Rahmani, que fue preso político durante un total de 14 años, conoció a Mohammadi cuando ella asistió a sus clases clandestinas de historia contemporánea en 1995. Durante los últimos ocho años, ha tenido que hacer de padre y madre de sus gemelos, ahora adolescentes. "Kiana siempre decía que cuando mamá está aquí, papá no está. No está bien", dice. "Pero cuando alguien elige un camino, debe soportar todas las dificultades".
Ali, al igual que su padre, se muestra decidido y dice que su madre debe seguir adelante "por Irán, por nuestro futuro. Estoy muy orgulloso de mi madre", dijo Ali a CNN. "No siempre estuvo con nosotros, pero siempre que estuvo, nos cuidó bien... fue una buena madre y lo sigue siendo... Ahora he aceptado este tipo de vida. Cualquier sufrimiento que tenga que soportar no importa".
Kiana, que prefirió no hablar, quiere a su madre a su lado. Su padre dice que Kiana cree que si traes un hijo a este mundo, debes asumir la responsabilidad y criarlo.
Mohammadi vive cada día con el dolor de la separación de su familia. Es el costo de un sacrificio que ha decidido hacer, por el sueño de una futura libertad que ha definido su vida.
"El momento en que me despedí de Ali y Kiana no fue muy distinto de la vez que casi muero en el patio de Evin", escribió Mohammadi a CNN, sin especificar cuándo fue ese suceso. "Recogí los dientes de león del patio de Evin. Me quedé descalza sobre el asfalto caliente el 14 de julio", dice, refiriéndose al día en el que se despidió de sus hijos en prisión antes de que partieran al exilio en Francia. "Me ardían los pies, pero me ardía el corazón. Envié los dientes de león al cielo y las manos, los pies y los rostros infantiles de mis hijos pasaron por mis ojos y las lágrimas cayeron como lluvia de primavera", dijo.
"Si miro la cárcel desde la ventana de mi corazón, para mi hija y mi hijo fui más una extraña que cualquier desconocido y me perdí los mejores años de mi vida y lo que se fue nunca volverá. Pero estoy segura de que el mundo sin libertad, igualdad y paz no merece la pena vivirlo ni siquiera verlo. He elegido no ver a mis hijos, ni siquiera oír sus voces, y ser la voz de las personas oprimidas, mujeres y niños, de mi tierra", afirma.