Los alcaldes de Francia se manifestaron masivamente contra la violencia callejera que golpea al país desde el martes de la semana pasada, cuando la policía dio muerte a un menor de 17 años.
Los alcaldes de Francia se manifestaron masivamente contra la violencia callejera que golpea al país desde el martes de la semana pasada, cuando la policía dio muerte a un menor de 17 años.
Los alcaldes se reunieron frente a sus edificios, muchos tomados como objetivo a quemar por los jóvenes de los suburbios. El acto fue un homenaje al alcalde Vincent Jeanbrun, de Hay les Roses, al sur de París, cuya casa fue quemada tras ser embestida por un auto. Su esposa fue herida, se rompió la tibia y está hospitalizada con morfina. Sus dos hijos pequeños están traumatizados. La noche del ataque, el alcalde había partido hacia la sede municipal porque estaba siendo asediada. Debió ser rodeada por alambres de púas para impedir el asalto. Entonces un auto con combustible a bordo fue estrellado con gran violencia en la fachada de su casa, que comenzó a incendiarse. Su esposa y dos hijos pequeños estaban dentro. “Es la democracia la que ha sido atacada”, dijo el alcalde a cientos de personas que se reunieron para dar apoyo. “Ahora es el momento de decir basta”. Añadió, recordando el coche incendiado y lanzado contra su casa donde dormían sus hijos: “Descubramos la verdadera cara de los manifestantes, querían asesinar a mi mujer”. El presidente Emmanuel Macron le telefoneó para asegurarle “confianza y apoyo: construiremos soluciones juntos”, le aseguró el presidente.
Hay Les Roses, una pequeña ciudad al sur de París, era hasta ahora una de las tantas pequeñas localidades tranquilas de Francia. Hoy las vidrieras están cubiertas por maderas. Los ancianos viven encerrados en sus casas. Los cajeros automáticos fueron quemados o destruidos. Se ven inmobiliarias vandalizadas y panaderías con sus vidrios blindados rotos a patadas. Los habitantes prefieren hablar anónimamente o eligen no pronunciarse. Tienen temor a las represalias y prefieren no hablar ni identificarse. El miedo recorre el pueblo. ”Pueden volver”, dice una señora.
Ante esta situación en la Presidencia destacan que la violencia está bajando, que se ha pasado de 1.300 detenciones a 150, y que la noche del domingo fue la primera sin enfrentamientos. Pero la herida es profunda y puede reabrirse en cualquier momento. Por eso, incluso esta noche el gobierno desplegó el máximo número de hombres y medios sobre el terreno, 45.000 policías y gendarmes. Tímidamente, “poco a poco” -se insiste en el Elíseo- se intenta volver a la normalidad en un país que ha vivido cinco días de pesadilla.
Pero entre tanto, París tiene las vidrieras cubiertas con maderas para protegerse de los saqueos. En plena temporada de liquidaciones de verano, la gente trata de no visitar las áreas urbanas, donde pueden estallar disturbios y cuando el toque de queda para los transportes sigue vigente entre Paris y su periferia, la “Ile de France”. El daño a la imagen de Francia es por demás evidente.
Francia está dividida frente al estallido social y sus clases medias, escandalizadas. El 96,5 por ciento cree que “se deben reforzar las sanciones contra los padres de menores delincuentes”.
El martes pasado, el adolescente de origen argelino Nahel fue muerto de un disparo por un policía en un control caminero. A las pocas horas las periferias de París y del resto de Francia estallaban en una verdadera erupción de violencia. La ola de violencia parece estar amainando, aunque se mantiene en niveles muy altos: la noche del domingo al lunes hubo “apenas” 150 detenidos contra los más de 1.300 de días anteriores. La gran mayoría de los detenidos son menores de 18 años y los hay incluso de sólo 12 y 13 años. Sólo en la región de París se incendiaron 39 colectivos, por un valor de 22 millones de dólares.