Como en la serie Lost o emulando la epopeya de los rugbiers que sobrevivieron a
la recordada tragedia de Los Andes, esta vez fueron nueve los pasajeros rescatados de un avión
Cessna 208 que el pasado sábado 7 se estrelló en la Cordillera sur de Chile. Estuvieron cuatro
noches sobre la nieve, comiendo raíces, pasto y bebiendo agua de nieve, incluso
pensaron en alimentarse del piloto.
Los nueve pasajeros estuvieron cuatro noches sobre la nieve, a mil metros de
altura, rodeados por quebradas y acantilados y sin más abrigo que lo puesto. Con poquísimo
alimento, sin agua, ni siquiera con qué hacer fuego.
Todos testimonian que fue la fuerza que hasta último minuto les transmitió el
fallecido piloto Nelson Bahamondes, quien quedó gravemente herido en la cabeza tras el impacto, lo
que les permitió mantenerse con vida.
Las heridas de Bahamondes eran tan graves que no pudo superarlas. "Tenía un
corte en la cabeza, un corte grande, perdió mucha sangre. Y el frío. No pudimos hacer nada por él,
y falleció cerca del mediodía del lunes", recuerda el cabo segundo de Carabineros Víctor
Suazo.
Pese a que intentaron abrigarlo, y darle ánimo cuando empeoró, él sabía que iba
a morir. "Me dijo algo que no voy a olvidar nunca: 'Si me voy cortado, ciérrame la boca. Que mi
boca quede cerrada'", contó Suazo.
El malogrado piloto del avión hizo todo por ayudar a sus pasajeros. "Nos
orientaba para salir del lugar en forma terrestre", contaron. Después que murió lo sacaron del
avión y lo taparon.
"Más de esa noche no aguantábamos, ya estábamos todos muy mal", dice Suazo,
quien usó las medicinas que llevaba para su madre para aliviar las lesiones de sus
compañeros.
Cuando terminaron con sus escasos víveres debieron resignarse a comer pasto y
raíces, bebiendo agua de nieve. "Pensamos en el piloto, no sé cómo decirlo... Alimentarnos de él.
Pensamos eso, pero había personas que no estaban de acuerdo, porque ya era una situación muy
extrema", cuenta Miguel Almonacid, aún shoqueado al recordar lo sucedido.
El avión siniestrado se estrelló contra un cerro cercano al estero Yeco. A no
más de 2 kilómetros de donde se recepcionaba la señal emitida por el equipo de localización. Pero
el aparato quedó oculto por nieve y ramas que impedían ubicarlo. Se sumaban las adversas
condiciones climáticas, que incluso impidieron rescatar el cuerpo del piloto Nelson Bahamondes y de
cuatro comandos del Servicio Aéreo de Rescate (SAR) de la FACh que debieron permanecer en la
montaña con la víctima.
Hoy se intentará trasladar el cuerpo hacia un sector que permita su evacuación,
dependiendo de las condiciones climáticas, que para hoy se pronosticaban peores que las de
ayer.
El comandante en jefe de la III Brigada Aérea, general Hugo Peña, quien
participó directamente en el rescate, dijo que al avión le faltaron 70 metros para pasar la cima
del cerro. "Quedó aterrizado entre los árboles", señaló.
Almonacid, quien viajaba en el asiento del copiloto, narra que "veníamos volando
en muy malas condiciones. Había lluvia, granizo. Nos faltaban como 10 minutos para llegar. De
repente, nos metimos a una nube y cuando salimos estábamos frente a la montaña. Alcancé a gritar
¡cuidado!, cuando sentimos la explosión ".
El piloto trató de esquivar el cerro girando a la derecha, pero se estrelló
contra un grupo de árboles delgados, que ayudaron a amortiguar la violencia del impacto. "El avión
perdió el ala izquierda y parte de la cola, pero el fuselaje quedó entero", indicó el cabo Suazo,
sentado en segunda fila.
Suazo recuerda que, tras el impacto, "fue un poco incontrolable la forma de
actuar de nosotros mismos. Pero el piloto nos dio instrucciones, ánimo. Lo más probable es que sin
él todos hubiéramos muerto y no estaríamos contando esta historia".
El general Peña explica que el rescate estuvo a punto de fracasar por causa de
las malas condiciones climáticas, pero atribuyó a las características del helicóptero Black Hawk,
capaz de operar a muy baja altura, el que se pudiese penetrar bajo el techo de nubes y se lograra
rescatar a los sobrevivientes. "Los divisamos porque agitaban los chalecos salvavidas amarillos.
Primero pensamos que eran comandos, pero nadie había dejado hombres a tanta altura. Preguntamos por
radio, dimos una vuelta y los vimos caminando hacia nosotros", relata.
Hubo que ubicar un lugar apto para que el helicóptero bajara a los comandos, que
llegaron hasta el avión para trasladar a los heridos, que no estaban en condiciones de caminar.
Sólo tres de los sobrevivientes salían a caminar en horas de luz, "el resto del tiempo dormíamos
día y noche. A las 3 de la tarde ya estaba oscuro", relata Suazo.
El carabinero dice no haber perdido nunca la esperanza. Aunque pensaba en la
muerte, prefería rezar. Por su familia, su mamá, su polola y su hermana chica, para que salieran
adelante.
Suazo viajaba con su padrastro, Edwin Caileo, con quien fue a Puerto Montt a
buscar al perrito de su hija, Clifford, evacuado desde Chaitén. Pero Clifford debió también
quedarse en la montaña a la espera de ser rescatado. Era el último sobreviviente que iba a ser
embarcado ayer, pero una racha de viento empujó al Black Hawk y los rescatistas debieron dejar el
lugar.
(Fuente: diario El Mercurio, de Chile)
"No hubiéramos pasado una noche más". Magullados, quemados por la nieve y el
frío se mantenía en 5 grados bajo cero, algunos fracturados, "pero vivos", terminaron su odisea los
nueve sobrevivientes del trágico accidente del avión Cessna 208, que se estrelló el sábado 7 contra
la ladera de un cerro a pocos minutos de alcanzar la localidad de La Junta, en el sector norte de
la Región de Aisén.