La cuenta regresiva hacia la próxima cumbre climática (COP30), que se celebrará del 10 al 21 de noviembre en Belém, Brasil, ya comenzó. El encuentro internacional donde los países buscan ponerse de acuerdo para luchar contra el cambio climático estará marcado por la necesidad de que los países desarrollados y miembros del G20 aumenten sus compromisos de reducción de emisiones para 2035, en línea con los resultados del primer balance mundial. Este instrumento permite evaluar los avances colectivos para limitar el aumento de la temperatura global a menos de 1.5°C hacia 2050, ya que, de superarse, la ciencia indica que no se podrá preservar un planeta habitable.
En este contexto, los países deberán rendir cuentas, cumpliendo con lo que pactaron en cumbres anteriores, no solo sobre cómo están contribuyendo a reducir las emisiones globales en al menos un 43% para 2030 y un 60% para 2035, sino también sobre cómo planean reforzar sus esfuerzos a través de sus compromisos climáticos para el año 2035. La presidencia de Brasil, además, hace un llamado a un Mutirão el cual refiere a la necesidad de un esfuerzo global y de que toda la sociedad movilice la acción necesaria para afrontar el cambio climático.
Por otro lado, en la última cumbre sobre biodiversidad de la Convención sobre la Diversidad Biológica de 2024, los países dejaron en claro que las crisis que estamos viviendo —como la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la desertificación— son interdependientes y deben abordarse de manera urgente, coherente y equilibrada. Allí, los países también subrayaron que alcanzar el objetivo de 1.5°C del Acuerdo de París es clave para reducir los riesgos e impactos sobre la biodiversidad.
Ante este panorama, se espera que los países integren sus compromisos climáticos y de biodiversidad. Argentina, por ejemplo, ya cuenta con sus compromisos de biodiversidad a través de la Estrategia Nacional de Biodiversidad y Plan de Acción vigente hasta 2030, y debe presentar sus compromisos climáticos con metas al 2035 en la COP30. Así, el aumento de la ambición climática —incluyendo la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, los objetivos de adaptación al cambio climático y la atención a pérdidas y daños por las consecuencias del cambio climático, tanto materiales como no materiales — puede apoyarse en los compromisos de biodiversidad e incorporar Soluciones Basadas en la Naturaleza y Enfoques Basados en Ecosistemas. Estas estrategias promueven la protección, conservación, restauración y uso sostenible de los ecosistemas como respuesta a los desafíos climáticos y a la pérdida de biodiversidad. Algunos ejemplos concretos pueden ser la restauración de ecosistemas degradados como bosques, pastizales, humedales, costas y océanos. Estos ambientes no solo son hábitat de flora y fauna, y sustento de comunidades locales, sino que también funcionan como grandes reservas de dióxido de carbono y barreras naturales frente a sequías, incendios e inundaciones cada vez más frecuentes e intensas.
No obstante, el contexto político actual en Argentina presenta desafíos. El gobierno nacional ha manifestado cuestionamientos hacia las agendas multilaterales de protección ambiental. Esto pone en relieve el rol fundamental de los estados subnacionales —es decir de los gobiernos provinciales y municipales— como actores clave para avanzar en la agenda de protección ambiental. En ese sentido, varias jurisdicciones ya han comenzado a generar alianzas, apropiarse de la temática y promoverla en sus territorios. Muchas ya cuentan con Planes de Respuesta al Cambio Climático o están en proceso de elaborarlos. Los planes climáticos deben considerar el impacto de cada acción sobre los ecosistemas naturales, especialmente en sectores como la producción de alimentos y energía, que generan las mayores presiones ambientales. Se destaca la situación crítica de los pastizales pampeanos, transformados en casi un 80% y con menos del 2% bajo alguna figura de protección efectiva. La protección de los bosques nativos sigue siendo una deuda pendiente en muchas provincias, que aún no han actualizado sus Ordenamientos Territoriales, mientras el Proyecto de Presupuesto nacional continúa sin cumplir con el financiamiento que le corresponde a la Ley de Bosques. La protección de estos ecosistemas es fundamental para hacer frente a los compromisos de Argentina ante las convenciones de clima y de biodiversidad.
En cuanto al sector energético, principal emisor de Gases de Efecto Invernadero en la Argentina —con un 50% de las emisiones en 2022, de las cuales el 89% provienen de la quema de combustibles fósiles—, la transición hacia fuentes limpias es urgente. Las provincias tienen oportunidades concretasen generación distribuida de electricidad renovable, calefacción térmica sustentable y eficiencia energética, entre otras, que puede ser promovida mediante códigos urbanos y de edificación.
La COP30 será una oportunidad para que los países reafirmen su compromiso con el clima y la biodiversidad, albergada en el continente con mayor pérdida de biodiversidad en el mundo en el periodo 1970-2022, la integración de la naturaleza en la agenda climática resulta indispensable.
Desde la Fundación Vida Silvestre Argentina no somos ajenos a esta problemática por lo que trabajamos apoyando activamente la creación e implementación de políticas para hacer frente a la crisis climática y de biodiversidad. Por ejemplo, a través de nuestros proyectos, trabajamos por la conservación, manejo y protección de distintas ecorregiones de nuestro país, como es el caso de los pastizales pampeanos donde bregamos por la promoción de buenas prácticas ganaderas que posibilitan la convivencia entre producción y la conservación de especies nativas como el ñandú o el venado de las pampas. Por otro lado, buscamos un correcto cumplimiento de la Ley de Bosques con foco en el reclamo para que se cumpla con los fondos determinados por la ley, la participación en la actualización de los Ordenamientos Territoriales de Bosques Nativos provinciales, la restauración de bosques nativos degradados y la mejora en la asignación de planes para la conservación y manejo sostenible de los mismos. Además, impulsamos el diálogo y la articulación entre sectores público subnacional, privado, académico y de la sociedad civil para cumplir con los objetivos del Acuerdo de Paris, entre muchas otras acciones.
Los desafíos son cada vez mayores, y los tiempos para implementarlos se achican cada día. En un contexto nacional complejo y frente a las múltiples crisis que enfrentamos -climática, de pérdida de biodiversidad, de desertificación y de contaminación- esperamos que la próxima COP30 sea el impulso necesario antes que sea demasiado tarde y que trabajemos en conjunto para sostener la vida en nuestro planeta.