Por Rodolfo Bella
Héctor Ansaldi explora su relación con el teatro, una actividad que desarrolla desde hace casi 50 años, en la obra "In Eliminados". El actor y director definió este trabajo como "una obra para demostrar a través de una fórmula cómica y satírica que el teatro nunca muere, sino aquellos que tratan de hacerlo". "El teatro es el que persiste, sigue estando y los que mueren son los actores. Es un poco lo que me pasa a mí. Después de cuatro estrenos este año uno se pregunta para qué sigue", se interrogó. La pieza cuenta con las actuaciones Daniel López, Maxi Depetris y Ansaldi, quien además es autor del texto y está a cargo de la dirección. "In Eliminados" se estrena hoy, a las 21.30, en el teatro Caras y Caretas (Corrientes 1518).
—¿Cuál fue el punto de partida para escribir "In Eliminados"?
—Se trata sobre el teatro que es lo que me ocupa hace tanto tiempo. Son dos personajes que se encuentran en un escenario. Es un poco como "Esperando a Godot" que no saben qué están esperando, ni cómo van a terminar ni qué van a hacer de sus vidas. Uno es el único que quedó en la compañía y el otro que lega tarde. Y trata un poco de la vida, de la muerte, de la espera, con estos dos personajes a los que mata el teatro. El teatro es el que persiste y siempre queda, sigue estando a pesar de todas las crisis de los hombres y de los actores. Sigue estando y los que mueren son los actores. Es un poco lo que me pasa a mí. Después de cuatro estrenos uno se pregunta para qué sigue, por qué (risas), pero hay algo que a uno lo lleva a hacerlo. Yo terminé "Piripincho con burbujas" el 21 de julio y dije no doy más, pero pasaron dos días y seguía ensayando esto para estrenar. Al final uno vive del teatro, no por la plata, sino porque vive de hacerlo. De última es como que estás tomando un veneno... El teatro no muere; mueren los que lo tratan de hacer.
—¿Es una reflexión sobre la actividad en general, no necesariamente en Rosario?
—No soy muy específico, pero es más bien sobre cosas más universales, ni siquiera del teatro como teatro, sino del teatro como arte, como espacio, o lo que significa el espacio de un escenario. Yo siempre escribo a partir del espacio, empiezo a ver lo que sucede en el espacio y ahí empiezo a desarrollar la obra. En este caso fue ver qué pasa con dos tipos que uno no puede pasar al espacio del otro estando los dos en el mismo lugar. También trabajo mucho con el movimiento y hay muchas cosas que son coreográficas.
—Mencionás el arte en general, ¿el arte una disciplina ingrata con el artista?
—Es ingrato, pero es así. Yo me dedico al arte en general porque también pinto, escribo novelas, dibujo. Yo no podría vivir sin eso aunque no gane ni un peso ni coma. Yo escribo mucho y me pasó la semana pasada. Estaba en Córdoba y no tenía luz ni agua. Llevé la compu, pero terminé escribiendo con velas como antes, con birome y en un block. Es una necesidad que tengo sobre todo proyectando lo que escribo a la escena. O escribo novela porque ya no puedo llevar al teatro semejante fantasía, y siempre con una mirada teatral, escénica o cinematográfica. En realidad empecé a hacer teatro porque me gustaba el cine así que mi mirada es bastante cinematográfica, incluso en las puestas. Es una mirada bastante plástica en cuanto a la escena.
—¿Tu profesión de arquitecto también está ligada a eso?
—Me gusta la arquitectura, sólo que no la ejerzo en lo convencional. Pero me interesa mucho el espacio y lo experimento cuando hago las puestas. Así como empiezo a escribir pensando en el espacio también la dirección la hago a partir del espacio y el movimiento, siempre tiene que ser algo coreográfico. La palabra tiene que tener movimiento. Aunque la quietud también es movimiento. Pero es como un silencio en la música, si ponés muchos silencios no escuchás la música.
—Dijiste que el teatro nunca muere...
—Y no sólo para el artista. Hubo crisis de todos los aspectos pero siempre sigue estando el teatro. Creo que es algo vivo y que incluye muchas de las otras artes. Por eso sigue vivo, a pesar de que los teatreros se le vayan muriendo en el camino, siempre que haya un espectador.
—Eso es así para para todas las profesiones, no sólo al arte. Y le puede pasar a un artista plástico que no tiene público, o un escritor que no es leído...
—En ese caso el libro al menos queda en las librerías. Del teatro no queda nada. Queda esa función que ya fue. Quedará un programa, un video, pero el hecho vivo no queda, por eso tan absurdo (ríe).
—¿Las plataformas de streaming como Teatrix son un registro válido para el teatro?
—Pero ahí ya no está la energía. Me pasa con mis obras, donde tienen mucho que ver la energía entre el público y el actor. Me doy cuenta cuando veo los videos y ahí no se transfiere. Eso no está, es otro lenguaje, no figura la energía en vivo. El teatro es un ritual que lo vivís o no, y la función que viene es otra cosa. Esas plataformas no compiten con el teatro porque es lo vivo. Creo que en el teatro lo que hay que usar para competir con eso es no caer en lo tecnológico, sino todo lo contrario, rescatar lo ritual. Con Piripincho me pasa. Si quiero competir con Topa o ese tipo de espectáculos no puedo económicamente, pero tampoco me interesa. Lo que quiero transferir es eso que no pueden dar ni la tecnología ni las plataformas.