Casi todo escasea, no hay dinero que aguante la brutal inflación, el rechazo popular es enorme y el desprestigio internacional creciente. ¿Por qué en la peor crisis de Venezuela en décadas los militares apoyan al presidente Nicolás Maduro? Si bien la Fuerza Armada tenía amplio poder durante el gobierno del fallecido teniente coronel Hugo Chávez (1999-2013), éste creció con Maduro, cuya gestión rechazan siete de cada diez venezolanos. Un militar activo y diez en retiro ocupan 11 de 32 ministerios, incluidos los de Defensa, Agricultura y Alimentación. La Fuerza Armada, que juró "lealtad incondicional" a Maduro, controla la producción y distribución de alimentos básicos —en grave escasez—, además de una compañía petrolera, una televisora, un banco, una ensambladora de vehículos y una constructora. Para el analista Benigno Alarcón, al menguar su base electoral el gobierno decidió conservar el poder "por la fuerza" y "compró la lealtad" de quienes se lo garantizan, incluso más allá de los cuarteles. "Lo hace pagándoles mucho más o dándoles posiciones desde las cuales se puedan enriquecer", señaló Alarcón.
Según el mayor Clíver Alcalá, quien ayudó a restituir a Chávez durante un fugaz golpe en 2002, la Fuerza Armada tiene 1.000 generales, cuando solo requeriría 200. "Eso hace que cuiden el puesto, no asuman riesgos, porque hay 800 esperando", dijo este oficial chavista, crítico de Maduro. Venezuela tiene 165.000 efectivos militares y 25.000 en reserva, además de miles de integrantes de una milicia civil. Salvo el Parlamento de amplia mayoría opositora —al que la Corte despojó de sus funciones—, el chavismo controla todo el aparato estatal.
Varias instituciones que manejan los militares son acusadas de corrupción por dirigentes opositores, pero esa mano oscura iría más lejos. "Hay informes que alegan que varios tienen vínculos muy estrechos con el narcotráfico y otras formas de criminalidad", dijo Michael Shifter, presidente del centro de análisis Diálogo Interamericano, basado en Washington. Oficiales como el ministro de Interior, general Néstor Reverol, o el ex director de inteligencia Hugo Carvajal son acusados por la Justicia estadounidense de tráfico de drogas. Alarcón observa que Maduro también puso a los uniformados en cargos clave para ejercer una suerte de chantaje. Son responsabilidades que los hacen "vulnerables" a que les abran "expedientes por violaciones de derechos humanos, lavado de dinero o narcotráfico". "Es como estar en un barco que se hunde, la gente que más va a cooperar para que no naufrague es la que no sabe nadar", ilustró. Alcalá sostiene que "hay un grupo de militares corruptos que vende la idea de sostener a Maduro", con el cual no se identifica la mayor parte de la institución. "Maduro fue inteligente al involucrar a la Fuerza Armada en cuestiones de difícil solución como la escasez, pues la hizo parte del problema", apunta.
Ante ello algunos oficiales respaldarían a Maduro, más que por convicción, por temor a una cacería de brujas. "Hay una Fuerza Armada asustada porque muchos sienten que su libertad, su vida, su patrimonio dependen de mantener la estabilidad del gobierno. Piensan que con la oposición en el poder van a ser perseguidos", opina Alarcón.
Julio Borges, presidente del Parlamento, admite que ese miedo es uno de los problemas más grandes para que haya un cambio de gobierno, pues a su juicio a Maduro solo lo sostiene la cúpula castrense. Si no desatamos ese nudo podemos pasar décadas teniendo la misma película", opinó Borges, quien llamó a los militares a romper su silencio frente al "golpe de Estado" de Maduro contra el Legislativo. Plantea incluso un sistema de "justicia transicional" al que se puedan acoger los oficiales involucrados en delitos.
Pero no solo los militares sostienen a Maduro, enfrentado a un cóctel explosivo que quizá en otro país ya le hubiera costado el puesto a un presidente. Tras la aplastante victoria en las legislativas de 2015, la oposición chocó contra el muro institucional del chavismo y terminó dividida —una vez más— en torno a cómo anticipar la salida de Maduro y un fracasado diálogo para resolver la crisis. Todo ello en medio del colapso económico (la inflación cerraría 2017 en 1.660 por ciento) y una alta criminalidad. No hay un liderazgo que "enamore" a las masas o les haga sentir "pasión por el cambio", dice el analista Luis Vicente León.
Pese a la escasez de alimentos y medicinas, a una dramática devaluación de la moneda y a las altas tasas de homicidios, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, se mantiene en el poder.
Desacuerdo internacional. Entre los 35 estados que integran la Organización de Estados Americanos (OEA)no hay una línea común con respecto a la situación en Venezuela. Países como Cuba, Bolivia y Ecuador apoyan a Maduro. Este a su vez, al interior de su país, utiliza los ataques extranjeros como prueba de una guerra económica responsable de la miseria.
Ejército. Se estima que hay alrededor de 150.000 soldados. En los 18 años de gobierno socialista los puestos de mando fueron ocupados por hombres leales al fallecido mandatario Hugo Chávez y a Maduro. El gobierno intenta mantener al Ejército con una buena dotación de soldados. Pero a diferencia de Chávez, el actual presidente no es militar, y es posible que haya corrientes dentro de la fuerza armada que se rebele contra él.
Oposición. La alianza Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ganó las elecciones parlamentarias de 2015. La MUD está integradapor partidos conservadores, liberales e indígenas. Pero no hay una figura de liderazgo claro. Con el apoyo del Vaticano, algunos abogan por un diálogo con Maduro, mientras que otros quieren llevar la protesta a las calles.
Justicia. El Tribunal Supremo de Justicia venezolano (TSJ) no tomó una sola medida en contra el gobierno desde las elecciones de 2015, pero anuló muchas decisiones parlamentarias. También rechazó apelaciones contra el gobierno mediante decretos de emergencia. Otros tribunales detuvieron un referéndum revocatorio del mandato de Maduro, que se intentó convocar el año pasado.
Chavistas. Maduro aún tiene aceptación entre la población más humilde de Venezuela. No está claro si se presentará nuevamente como candidato en 2018. Por el momento no se vislumbra un claro sucesor. Un candidato podría ser el vicepresidente Tareck El-Aissami, acusado de vínculos con el narcotráfico. Estados Unidos ya congeló los activos de El-Aissami.