Manifestantes furiosos por las estrictas medidas contra el coronavirus del régimen de China exigieron la dimisión del presidente Xi Jinping en numerosas manifestaciones en Pekín, Shanghai y otras urbes. Es un reclamo sin precedentes para un autócrata que acaba de ser confirmado en su cargo por un tercer período de cinco años por la cúpula comunista. Las autoridades de al menos ocho ciudades se esforzaban ayer por reprimir las manifestaciones, que constituyen un inusual desafío directo al régimen comunista. En China las manifestaciones están sencillamente prohibidas. Solo se permiten marchas a favor del gobierno, y esto con una autorización previa. Y que los manifestantes tengan la audacia de corear “Renuncia Xi Jinping” es algo insólito para la represiva China del presidente aludido. La rebelión estalló en Pekín cuando la población notó que volvían las medidas propias de un gran encierro: equipos numerosos de trabajadores sanitarios, vallas y pelotones policiales, mientras se informaba de un aumento de casos en la capital china.
En Shanghai, la policía expulsó con gas lacrimógeno a los manifestantes que pedían la dimisión de Xi Jinping y el fin del régimen comunista unipartidario, pero horas después la gente volvió a concentrarse en el mismo lugar. La policía dispersó de nuevo la manifestación, y un reportero vio cómo los manifestantes detenidos eran llevados a un autobús.
Las protestas que comenzaron el viernes y se han extendido a ciudades como Pekín y decenas de universidades. Constituyen la demostración de oposición al partido gobernante más extendida en décadas. Tal vez haya que remontarse a las masivas protestas en Pekín de Plaza Tiananmen de 1989, que terminaron con una brutal represión con tanques, para hallar algo similar.
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En un video en Shanghai verificado por The Associated Press, los gritos de los manifestantes se escuchaban alto y claro: ’’Xi Jinping, renuncia! Partido Comunista, renuncia!’’. Xi, el líder más poderoso desde la década de 1980, se autoconcedió en octubre un tercer mandato de cinco años como líder del partido comunista. Y todo hace prever que intentará mantenerse en el poder de por vida.
Tres años después de que apareciera el coronavirus en Wuhan, a fines de 2019, China es el único país que sigue intentando detener de manera total la transmisión del Covid-19. Su estrategia de “cero Covid’’ ha suspendido el acceso a barrios y ciudades enteras durante semanas. En algunas ciudades se realizan tests diarios del virus a millones de residentes.
Esto ha logrado que las cifras de infección en China sean inferiores a las de Estados Unidos y otros países. Para los expertos de la OMS y de diversas naciones señalan que esta politica es un error: así se evita la circulación del virus, en especial en su variante Omicron, la más leve y contagiosa. Con la circulación comunitaria de Omicron se logró la inmunización natural en casi todo el mundo. A su vez, en China la aceptación pública a estas cuarentenas totales, propias de un Estado policial, simplemente se agotó. Las personas que permanecen en cuarentena en sus casas carecen de alimentos y medicinas suficientes. El Partido Comunista se enfrenta a la ira pública tras la muerte de dos niños cuyos padres denuncian que los controles contra el virus bloquearon la llegada de ayuda médica.Las protestas estallaron después de que el jueves se produjera un incendio que causó la muerte de al menos 10 personas en un edificio de departamentos en la ciudad de Urumqi, al noroeste del país, donde algunos llevan cuatro meses encerrados en sus casas.
Esto provocó una avalancha de denuncias en Internet, porque tanto los bomberos como las personas que intentaban escapar del fuego se hallaron con puertas cerradas con llave por las autoridades y otras barreras físicas. Alrededor de 300 manifestantes se reunieron el sábado por la noche en Shanghai, cuyos 25 millones de habitantes estuvieron confinados en sus casas durante casi dos meses desde fines de marzo.
En una calle que lleva el nombre de Urumqi, un grupo de manifestantes llevó velas, flores y carteles en honor a los fallecidos en el incendio. Otro, según un manifestante que pidió el anonimato, se mostró más activo, gritando lemas y cantando el himno nacional.
El manifestante y otro, que sólo dio su apellido, Zhao, confirmaron los gritos contra Xi. Al igual que otras personas que hablaron con la AP sobre las protestas, no quisieron ser identificados por miedo a ser detenidos y represalias a sus familias.
El ambiente de la protesta animó a la gente a hablar de temas considerados tabú, como la represión de las protestas a favor de la democracia en la Plaza de Tiananmén en 1989.
En Pekín, cientos de personas se concentraron en la Universidad Tsinghua para protestar contra los cierres. “A las 11:30 de la mañana los estudiantes empezaron a sostener pancartas en la entrada de la cantina, luego se fue sumando más y más gente. Ahora hay entre 200 y 300 personas”, dijo un testigo.
Los participantes cantaron el himno nacional y “la Internacional” y corearon “la libertad prevalecerá” y “no a los cierres, queremos libertad”. Había estudiantes que sostenían hojas de papel en blanco, una protesta simbólica contra la censura del régimen.
Un concurrente dijo que hubo enfrentamientos, pero que en general la policía fue “civilizada”. Varios testigos afirmaron que la policía se llevó a varias personas.
Las autoridades se apresuraron a censurar la discusión en línea de las protestas, y las frases relacionadas con ella se borraron de la red social Weibo, similar a Twitter, casi inmediatamente después de que aparecieran imágenes de las concentraciones. Otras vigilias tuvieron lugar en universidades de toda China.