La rebelión de un puñado de uniformados el domingo en un cuartel del interior de Venezuela ha reflotado el fantasma del alzamiento militar, en momentos en que la crisis política y económica se descontrola aceleradamente en Venezuela. Aunque el asalto del domingo a la mañana lució aislado e improvisado, muchos en Venezuela están atentos a los militares, para ver si su hasta ahora inamovible lealtad al gobierno chavista de Nicolás Maduro se está resquebrajando bajo el peso de la crisis.
En medio del caos de la crisis, es inevitable preguntarse si el episodio casi folklórico del domingo puede anunciar un alzamiento mayor, en unas fuerzas armadas con un largo historial de rebeliones y cuyos soldados —como el resto de los venezolanos— están cada vez más atrapados en la crisis económica. Pero los analistas dicen que es improbable, al menos por el momento.
Aunque los indicios de descontento están creciendo en momentos en que las fuerzas de seguridad son blanco de bombas Molotov durante las casi diarias protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro, los soldados también temen a un enjuiciamiento en caso de que llegue al poder un gobierno opositor. Además, saben que cualquier plan de alzamiento secreto será descubierto por los aceitados servicios de inteligencia creados por el chavismo con asistencia cubana.
"Se sienten atrapados", afirma el ex general Hebert García Plaza, quien fue ministro de Maduro. Desde que se fue al exilio en Washington en 2015, tras acusaciones de corrupción por parte de Maduro, García ha emergido como una fuente de información para periodistas, la oposición y, cada vez más, soldados preocupados. "Hay mucha intranquilidad, pero ellos no pueden provocar un cambio político sin un horizonte claro sobre qué viene después de Maduro", dijo García Plaza.
Las fuerzas armadas de Venezuela han acumulado un poder y un privilegio sin par en las dos décadas de gobierno socialista, y Maduro ha dependido cada vez más de ellas a medida que su Poder Ejecutivo se debilitaba. La semana pasada, con el respaldo de los generales, procedió a instaurar la poderosa Asamblea Constituyente, tan cuestionada que multiplicó el aislamiento internacional ya alto del régimen.
La oposición está llamando a las fuerzas armadas a abandonar su lealtad al gobierno y presionar a Maduro para que ceda a sus demandas, incluso la libertad de centenares de presos políticos y el establecimiento de un calendario para elecciones presidenciales. Pero en las fuerzas armadas, especialmente los oficiales de alto rango, tienen atada su suerte a la de la "revolución", como se autodenomina el régimen chavista de Maduro.
Luego del fallido golpe de 2002, el presidente Hugo Chávez, un teniente coronel él mismo golpista, lanzó una profunda purga de las fuerzas armadas y promovió a oficiales leales. La oficialidad se renovó y la formación doctrinaria estrictamente chavista ha forjado una nueva generación de altos mandos.
Maduro ha expandido el poder político de las fuerzas armadas, dándoles control de sectores clave de la economía, como la importación de alimentos. Además, ha recompensado a los soldados con aumentos salariales y bonificaciones que son la envidia de la población civil.
Incluso antes de que se contaran las boletas de la irregular elección del 30 de julio de la Asamblea Constituyente, el ministro de Defensa general Vladimiro Padrino López se presentó en televisión acompañado por los altos mandos militares para celebrar los resultados como una derrota del "imperialismo".
Pese a la lealtad expresada, comenzaron a aparecer algunas rajaduras en el respaldo militar antes del ataque del domingo. Al menos 106 miembros de las fuerzas armadas, algunos de ellos oficiales menores, han sido encarcelados por cargos de rebelión y traición desde el inicio de las protestas en abril, de acuerdo con listas provistas por un oficial del ejército a condición de no ser identificado. Ha habido además varias deserciones de soldados.
Pero una rebelión a gran escala como la que encabezó e Chávez en 1992 enfrentaría enormes obstáculos, especialmente por la vasta operación de contraespionaje de Maduro. "Es muy difícil crear masa crítica sin ser descubiertos", dice Ivan Briscoe, analista para Latinoamérica de International Crisis Group.
Un "falso positivo"
En igual sentido se pronuncia la presidenta de la ONG Control Ciudadano, Rocío San Miguel. Entrevistada por el diario La Nación de Buenos Aires, consideró que existe un fuerte respaldo militar al gobierno, por lo cual no ve "riesgos de fractura en el corto plazo". El episodio del domingo es "sin dudas es un «falso positivo», una puesta en escena. No tengo dudas de que este movimiento estaba infiltrado desde hace un tiempo y la inteligencia militar lo dejó correr. No fueron a sofocarlo los mandos militares, sino el Sebin y el Conas, que son los que seguramente los habían infiltrado y les permitieron seguir avanzando. Otros hechos que apoyan la idea de que fue un falso positivo es mirar quién sale beneficiado con todo esto, y obviamente es el gobierno, que ahora tendrá aún más libertad para reprimir y continuar con las detenciones. Por último, hay que tener en cuenta que el jefe de este episodio es un militar retirado desde hace tres años, que carece de poder real como para liderar un golpe de Estado". San Miguel agrega datos impresionantes sobre los beneficios que ha dado Maduro a los militares. "En los últimos siete años el gobierno ascendió al mando de generales y almirantes a 1255 efectivos. El 40 por ciento de los despachos ministeriales está manejado por militares, además de 2000 cargos importantes de la administración". Agrega que "este gobierno también les cedió por 50 años el control de la mayor fuente de riqueza minera del país, Camimpeg. Eso puede representar mayores dividendos que la explotación petrolera, que está en merma.
rodeado. El debilitado Ejecutivo de Maduro se apoya cada vez más en la cúpula militar, que copa la administración.