A más de diez años de la sanción de la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI), su implementación en las escuelas del país es insuficiente, dispar y la mayoría de las veces con un enfoque biologicista. La Fundación Huésped publicó Educación Sexual integral: guía básica para trabajar en la escuela y en la familia, un libro para padres y docentes que brinda información científicamente validada sobre ESI, con el objetivo de divulgarla. El texto se presenta en marzo en Buenos Aires.
Cecilia Valeriano, directora de Programas de la Fundación Huésped y coautora del libro junto a Leandro Cahn, Florencia Cortelletti y Mar Lucas, dialogó con La Capital sobre cómo se gestó la publicación y las temáticas abordadas en ella. Contó que la idea de hacer un libro sobre ESI surgió como una propuesta de la Editorial Siglo XXI para formar parte de su colección “Educación que ladra”, motivada además por la visibilización que tuvo el tema en el debate por la legalización del aborto. En este marco, la editorial convoco a Leandro Cahn, presidente de la Fundación Huésped, para que aportara a la divulgación de una temática que se presentaba como una necesidad social impostergable.
—¿La implementación de la ESI continúa siendo una materia pendiente en el sistema educativo argentino?
—Sí, absolutamente pendiente. La realidad es que la implementación de la ley es aún muy deficiente en todos los niveles. Hay muy buenas experiencias aisladas y eso es un problema. El impulso desde los Estados ha sido muy inestable a los largo de todos estos años para que efectivamente se implemente la ley con toda su integralidad. Nuestro planteo es darle fuerza a la idea de que la comunidad educativa se tiene que involucrar con la ESI repartiendo responsabilidades tal como lo plantea la ley. Toda la comunidad educativa incluye no solo docentes y estudiantes, también la familia y el personal no docente.
—Una tarea en conjunto.
—Hacemos mucha fuerza en el libro sobre esta idea, porque uno puede trabajar dentro del aula muchos contenidos, pero si después las dinámicas organizacionales no producen modificaciones que estén acordes a lo que la ley plantea, eso termina muchas veces en una vulneración de derechos. Por ejemplo, en una escuela en la que trabajamos hace un tiempo, había estudiantes que estaban haciendo una transición de género, pero cuando querían ir al baño los no docentes que limpiaban ese baño se vieron en un conflicto porque no tenían la información para poder participar de ese proceso. Por eso el libro hace mucha fuerza en esa mirada de comunidad que requiere la ESI para que la integralidad funcione.
"La implementación de la ESI es aún muy deficiente en todos los niveles. El impulso de los Estados ha sido inestable"
—La publicación plantea una educación sexual desde una perspectiva de ampliación de derechos ¿Este es el enfoque que prima en las escuelas?
—En cuanto a la implementación de la ESI, lo legitimado y tradicional es el enfoque biologicista. No es que no se habla nada en las escuelas, lo que se habla está muy ligado a ese abordaje, que está muy lejos de un tratamiento integral y que no contempla las otras dimensiones, ni la del derecho, ni la emocional, ni la psicológica, ni la social. Hace un tiempo habíamos hecho una encuesta y recuerdo que uno de los contenidos mencionados como los más dados en la escuela era el aparato reproductor, como si este funcionara separadamente y no fuera parte de una persona. Lo que hoy nos trae la ESI es la imperiosa necesidad de romper ese único abordaje, aunque yo esté en la clase de biología no puedo omitir que un proceso de concepción, gestación y nacimiento implica un montón de otras dimensiones que no tienen que ver solo con lo orgánico. Hay toma de decisiones y ejercicio de derechos en ese proceso de concepción, gestación y nacimiento. Y hay también emociones y contextos sociales.
—En el libro hay un apartado que dice “toda educación es sexual, lo importante es revisar qué transmitimos” ¿Qué significa?
—Esa es una idea que trabajamos mucho. Al decir que “toda educación es sexual, lo importante es revisar lo que transmitimos” queríamos transmitir que educamos también con lo que callamos y con lo que actuamos, y que la sexualidad es una dimensión de la vida de las personas que existe desde el nacimiento y que no tiene que ver solo con la genitalidad. La realidad es que históricamente se ha educado sobre sexualidad, la escuela nos da mucha información sobre cómo debemos comportarnos los varones y las mujeres en un contexto social determinado. Nos han enseñado en el jardín, por ejemplo, que las nenas teníamos que jugar a la casita y los varones a la pelota y con autitos. No hay nada determinado biológicamente para que esto sea así, sin embargo en esa sociabilidad y aprendizaje en el nivel inicial son cosas que aprendimos. No nos dijeron que eso era educación sexual, pero lo fue. Nos han enseñado que hay un único modo de ser varón y un único modo de ser mujer en este contexto social. La ESI trae esto a la conciencia para repensar esas categorías que creíamos que eran naturales. No lo son, son construcciones sociales y se pueden modificar con el tiempo para generar condiciones de equidad y mejor ejercicio de los derechos. La ESI hace mucha fuerza en esta idea de lograr que los niños, niñas y adolescentes a lo largo de su trayectoria educativa puedan desarrollar habilidades que les permitan ejercer sus derechos libremente y manifestar sus deseos. Esto no implica que los adultos no tengamos un rol, todo lo contrario, tenemos un rol clave en ese proceso paulatino de ejercicio de los derechos que hay que acompañar desde un enfoque respetuoso, desde una escucha activa y desde el cuidado. El libro también se propone jerarquizar el rol del adulto, porque como sociedad adulta tenemos la obligación de preservarlos, cuidarlos y acompañarlos. Hay situaciones en las prácticas escolares que están presentes todo el tiempo. Por ejemplo, miles de frases hechas en la vida educativa en las que permanentemente de hace referencia a modelos hegemónicos de género. “Esas no son palabras para una señorita”, “esa pollera tiene que venir más larga mañana”. Son todos mensajes que están diciéndonos a las personas como debemos ser, que es lo esperable para una niña o un niño en esta sociedad. Esa educación sexual ha existido siempre, lo que sucede con ella es que genera modelos muy rígidos, que resultan opresivos y que no permiten el ejercicio de derechos.
—¿El movimiento de mujeres es un factor positivo a la hora de generar conciencia sobre la necesidad de una implementación plena de la ESI?
—Sí, sin duda. Lo que ha permitido el movimiento es que la ESI entre en agenda. La ley es del año 2006 pero pareciera que es de hace dos años, antes nadie se preocupaba por lo que pasaba con la ESI y lo que sucedía en las escuelas. Discutimos la legalización del aborto y de pronto la ley de ESI empezó a ser como un fantasma y aparecieron discursos en contra generando muchos mitos sobre el tema.
—¿Por qué están aún tan vigentes esas resistencias a la ESI?
—Así como el movimiento feminista permitió poner en agenda y dar visibilidad a todos los temas que la ESI abarca, también esto ha permitido que muchos sectores que están en contra puedan organizarse e instalar su propia agenda. Se comenzaron a generar una serie de mitos y fake news en relación a la ESI. Recuerdo un audio que circuló en los grupos de padres que anunciaba que en el jardín iban a ir personas a enseñarles a masturbarse a las niñas y niños. Ese tipo de cosas que nada tienen que ver con la ESI tuvieron mucha penetración. Lo que nos interesa con el libro es llegar a esas personas que aún no tienen una posición tomada y vienen atravesados por esos discursos que circulan y necesitan buena información, basada en la evidencia y que permita una mejor convivencia y ejercicio de la ciudadanía.
—El libro también tiene un apartado que se ocupa de derribar mitos ¿Porque pensás que están tan arraigados?
—Porque la sexualidad es un tabú desde mucho antes que hablemos de la ESI. Hablar de sexualidad en cualquier ámbito genera tensiones e incomodidades, y eso es una realidad que trasciende la coyuntura. En este contexto se ponen en juego modo de ver y entender la sexualidad desde diferentes entramados culturales. La ESI no quiere la anulación de los otros discursos, nadie espera que haya un modelo de conducta único, sino que los discursos diversos que trae cada persona a cerca de la sexualidad se puedan encontrar en el espacio educativo, se puedan poner en discusión, trabajar sobre esas tensiones y aprender de ese proceso. Hay un eje de la ley que es el respeto a las diversidades, nosotros pensamos en la valoración de las diversidades que es superador de la idea de respeto. No solo tengo que respetar a ese otro discurso sino que tengo que entenderlo como un valor que jerarquiza a la comunidad. Obviamente no son abordajes sencillos, trabajar sobre sexualidad siempre genera resistencia porque uno no va a trabajar con contenidos cómodos, todo lo contrario.
—¿Que responderías al lema “con mis hijos no te metas” pregonado por tantos padres?
—Lo que nosotros contestamos en el libro es que el Estado está justamente para meterse con nuestros hijos e hijas y garantizar que crezcan en un entorno adecuado, protegiéndolos incluso de sus madres y padres cuando no cumplen adecuadamente con sus roles. Un ejemplo claro de esto es cuando los niños y niñas son judicializados por situaciones de maltrato y abuso de los propios adultos que deberían estar a cargo de su cuidado. No tenemos una potestad total sobre nuestros hijos e hijas porque son personas, no son objetos. La escuela no va a meterse con tus hijos porque quiera cuestionar tu modo de maternar o de paternar, va a meterse con ellos porque es su trabajo. Lo que trae la ESI es la posibilidad de construir sobre esas diversidades, que las creencias lleguen a la escuela y allí poder trabajar desde esa multiplicidad.
>> El “pin parental” y el rol del Estado en debate
En España actualmente se debate sobre un proyecto llamado como “pin parental” y que dificulta la plena implementación de la ESI. Se trata de que los padres den su aprobación previa para el tratamiento de ciertos contenidos en las escuelas, aún cuando estos sean obligatorios en el sistema educativo. Para Cecilia Valeriano, este tipo de iniciativas “no solo pone en jaque el rol del Estado, también el rol de la filiación”. Y explica: “Uno de los temas que abordamos en el libro es ese mito de que los hijos son propiedad de los padres y las madres, realmente no es así, el Estado no lo entiende así porque los niños, niñas y adolescentes son sujetos de derecho, y es el Estado el que debe garantizar el cumplimiento de esos derechos. Por eso interviene si una familia violenta a sus hijos, porque es el Estado el que debe garantizar que ese niño o niña crezca en un entorno saludable, el que dice que los niños y niñas tienen que ir a la escuela o tienen que estar vacunados. Decir que yo no autorizo que mi hija o hijo tenga educación sexual es vulnerar un derecho que está garantizado por nuestro Estado y por convenciones internacionales a través del derecho a la educación. La filiación no es una relación de propiedad, es una relación de cuidado”.
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