“Desde muy pequeña supe que iba a ser maestra. Tuve de docente a mi padre, maestro en una escuela rural y lo admiré tanto que le prometí: «Yo voy a ser maestra como vos». (...) Hoy si tuviera que elegir una profesión elegiría otra vez ser maestra”, le dijo Celina “Queca” Zeigner de Kofman a La Capital hace tres años, en una entrevista donde la educadora y referente de las Madres de Plaza de Mayo de Santa Fe hizo un repaso de su trayectoria docente. También recordó el día que, siendo directora, tuvo que colgar el guardapolvo y ponerse el pañuelo blanco en la cabeza para salir a buscar a su hijo más chico Jorge, secuestrado y desaparecido en Tucumán en junio de 1975. Esta semana, a los 96 años, Queca falleció en su casa de la capital provincial y organismos de derechos humanos y sindicatos docentes se pronunciaron en redes sociales a la memoria de la maestra Queca.
Entre los distintos registros audiovisuales sobre su vida, en YouTube hay un video realizado en 2014 por la organización Hijos Regional Santa Fe para el cumpleaños de la Madre de Plaza de Mayo. Mientras pasan distintas fotos sobre su infancia, su voz en off cuenta sus inicios en la docencia en General Campos, un pueblito chico de Entre Ríos, cerca de Concordia. Allí conoció a Marco, su compañero de vida y padre de sus tres hijos: “Era la vida de una maestra y una madre que se ocupaba de sus hijos, de la educación y crianza de sus hijos como toda madre”.
"En las escuelas los más chicos me preguntaban por el pañuelo blanco. Me hacían reír porque ellos no conocieron los pañales de tela"
"En las escuelas los más chicos me preguntaban por el pañuelo blanco. Me hacían reír porque ellos no conocieron los pañales de tela"
"En las escuelas los más chicos me preguntaban por el pañuelo blanco. Me hacían reír porque ellos no conocieron los pañales de tela"
El grito de una madre
En el marco del Operativo Independencia, Jorge estuvo detenido en la Escuelita de Famaillá, el primer centro clandestino de detención del país. En 2014 Queca brindó testimonio ante el Tribunal Oral Federal de Tucumán, por la megacausa por los presos en el penal de Villa Urquiza, donde se cree que fue llevado Jorge tras pasar por la Escuelita de Famaillá.
Allí contó del día que dos soldados la encañonaron en el cuello y le cortaron en seco su carrera hacia la Escuelita de Famaillá, donde sospechaba que estaba detenido Jorge. “No nos obligue a hacer lo que no queremos”, le dijeron los soldados. Ella les imploró llorando que la dejen acercarse y así pudo llegar al alambrado de dos metros de alto donde gritó el nombre de Jorge. Siempre se preguntó si su hijo escuchó o no ese grito de madre. La maestra que fue a buscar a su hijo secuestrado a un lugar que fue construido para ser escuela y terminó siendo el primer centro de torturas del país. El relato también está descripto en Historias y recuerdos de una Madre de Plaza de Mayo (Editorial Ultimo Recurso).
Durante años, Queca visitó escuelas para dar charlas. Cuando iba a esos encuentros, muchas veces los chicos y las chicas escuchaban y no se animaban a preguntarle. Aunque los más chiquitos siempre tenían salidas que Queca recordaba con afecto. “Me preguntaban sobre todo por el pañuelo blanco. Me hacían reír porque, claro, ellos conocen los pañales de ahora, no los de tela. Y cuando yo les expliqué que nuestro primer pañuelo fue el pañal de nuestro hijo me preguntaban: «¿Y cómo te lo ponías?, si no era blanco». Siempre nos hicieron reír con el tema del pañal”, contó hace tres años a La Capital.
La carta
El video de Hijos Santa Fe muestra el registro de un acto de diciembre de 2002, donde Queca lee una carta para Jorge que dice: “No podrán ellos sacarme la dulzura de haberte dado la vida y el amor materno. No me podrán robar jamás las horas felices de tu dorada infancia llena de esperanzas. No podrán ellos arrebatarme lo que tú me diste, tu primer diente, el paso vacilante, el sarampión aquel, tu primer palabra o tu risa cristalina y pura. Nadie destruirá lo compartido. Tus inquietudes, rebeldías e ideales. Nadie me quitará lo que tú me dejaste y que llevo atesorado en mi corazón. ¡Ríete hijo mío! Nadie me quitará la belleza, la fortuna moral que me dejaste, la grandeza de sentimiento y de alma. Un mundo nuevo que abriste a mis pies”.