Oscar Lupori siempre habla en colectivo, desde un nosotros. Su mirada y sus enseñanzas se anclan en pensar y promover “una sociedad más fraterna, justa e igualitaria”. Por eso siente que el título de Doctor Honoris Causa que recibirá este jueves a la tarde de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) es también un reconocimiento a mucha gente que lo acompañó en este recorrido. “Ellos han hecho que yo sea quien soy hoy”, dice orgulloso a La Capital.
“El profesor Oscar Lupori es un referente en la lucha por los derechos humanos y cuenta con una amplia trayectoria tanto en la docencia como en el acompañamiento y asesoramiento a experiencias de organizaciones comunitarias y movimientos sociales”, dice en los considerandos del Honoris Causa, por iniciativa de la Facultad de Psicología (UNR) que conduce la decana Soledad Cottone, designada madrina del doctorado.
El texto aprobado por el Consejo Superior de la UNR destaca además que Lupori "se caracterizó por su compromiso con los sectores populares y la construcción de la justicia social desde la perspectiva de la educación popular, liberadora y problematizadora articulada con la producción de la salud colectiva y la salud mental, siempre en clave de potenciación de la educación y la universidad pública". También, que "ensayando la educación popular en las aulas universitarias posibilitó la coproducción creativa del conocimiento y junto a ello la crítica incisiva, inteligente y la construcción colectiva de otro mundo", además de definirlo como un "alojador de deseos y constructor de sueños y proyectos".
Ex integrante fundador del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo de Rosario, integrante del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH), Lupori fue docente en trabajo social (Facultad de Ciencia Política) y en Derecho, además de profesor de posgrado en Medicina e invitado en Psicología. Entre otros espacios, es referente de La Casita del MEDH, un espacio lúdico y educativo para chicos y chicas de la zona noroeste de la ciudad. “Universidad y pueblo” es el nombre que eligió Lupori para su conferencia, que se podrá ver hoy a las 18 por el canal de YouTube de la UNR.
Doctor Honoris Causa: Oscar Lupori
—¿Qué significa este reconocimiento?
—Tengo 84 años y representa un reconocimiento que agradezco, porque detrás hay mucha gente que creo que tiene que ver con esto. Gente con la que he trabajado en organizaciones sociales, en el Movimiento Ecuménico que ha hecho lo que yo soy, porque fueron compañeros y docentes míos. He sido sacerdote y mi formación en el seminario me marcó mucho mucho. Por eso no puedo dejar de mencionar a profesores que tuve, como en filosofía al padre Armando Amirati. Clases que eran una maravilla porque nos obligaba a hacernos preguntas, a pensar y reflexionar en base a la pregunta. También al padre Nardoni que me inició en el manejo de revistas para estar al tanto de investigaciones. Lo mismo al padre Sonnet. Pero no solamente ellos, también los compañeros que he tenido en la Universidad que me ayudaron muchísimo, porque uno se va haciendo con otros.
—¿Cómo fue su experiencia docente?
—Empecé en el 68 y en el 69 fue la primera vez que me cesantearon en la Universidad Católica. Después pasé malos momentos en el 73 en la Universidad de Rosario, en el 74 entré en la Escuela de Trabajo Social pero en el 76 me cesantearon. Y entré de vuelta en el 86 hasta el 2014, cuando pedí que no me contrataran más porque por mi edad algunos horarios de las clases me resultaban muy pesados. Por eso este reconocimiento lo hago extensivo a mucha gente que ha hecho que yo sea lo que soy. A mi familia por ejemplo, no puedo dejar de pensar en ellos, sino sería un intelectual reseco. Cómo no agradecer a mi esposa y a mis hijos que me hicieron sentir y pensar, vincular afecto y pensamiento. Y las organizaciones sociales que a uno lo mantienen en contacto con la realidad de cada día. Cómo no reconocer a esa gente que está luchando y trabajando en los barrios.
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Lupori integró el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.
Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
—¿Por qué llamó a su conferencia Universidad y Pueblo?
—En general en la universidad hay cierta tendencia al trabajo para los sectores hegemónicos más que para las mayorías y el pueblo. Y el bloque hegemónico tiene muchos caminos de seducción para que la universidad forme intelectuales que produzcan para ellos. Por eso a mí y a muchos lo que nos importa es que la universidad trabaje vinculada a los intereses, problemas y preocupaciones de las mayorías. El punto no es formar profesionales individualistas y competitivos, sino formar a gente capaz de trabajar en equipo, integrando interdisciplinariamente saberes, muy vinculados a una práctica que sea siempre superadora de las injusticias. Una universidad que trabaje para una sociedad más justa, más fraterna y donde reine la justicia social.
—La pandemia golpeó fuerte a los chicos y las chicas de los barrios, una población con la que trabaja hace años. ¿Cómo lo vivió?
—Acá en Fisherton Pobre revivimos las asambleas, con encuentros virtuales y algunas reuniones presenciales. Y hemos trazado dos carriles de trabajo: un primer momento para potenciar las posibilidades de las ollas del barrio, que no eran cinco o seis sino más de veinte. Y lo segundo, ver cómo ayudar a adolescentes y jóvenes a que no estén expuestos y encuentren caminos para producir, jugar y divertirse sin arriesgarse. Acá quiero nombrar el trabajo de Víctor Gómez de arte callejero con chicos y jóvenes. También preocupa mucho el apoyo escolar a chicos de primaria y secundaria, que damos en La Casita pero en forma restringida. Esta es una pandemia que demuestra hasta dónde el sistema es escandaloso por lo desigual, injusto y por momentos totalmente deshumanizante. Eso queda al descubierto, de modo que la pandemia nos exige seguir trabajando para una sociedad renovada, más fraterna, justa y más igualitaria.