La Planta de Bartolo es un bello cuento del libro "La Torre de Cubos", de Laura Devetach, y que fue prohibido en la dictadura por "exceso de imaginación". Cuenta la historia de Bartolo, quien un día sembró un cuaderno en un macetón y al poco tiempo comenzó a dar cuadernos. Bartolo festejó el hecho porque ya no le faltaría a ningún chico dónde escribir o hacer las tareas de la escuela. Hasta que apareció El Vendedor de Cuadernos, quien pensó que podía hacer un muy buen negocio con esa planta que intentó comprar por todos los medios. Como no lo logró volvió con "los soldaditos azules de la policía" para quedarse con la planta. Tampoco lo consiguió. Lo impidió un montón de chicos que llegaron silbando y cantando. El Vendedor de Cuadernos se tuvo que ir a hacer negocios a otra parte.
Como muchos otros artistas, escritores, políticos, pedagogos, intelectuales de la educación y la cultura, Laura Devetach estuvo esta semana visitando y donando libros de su autoría a la Escuela Itinerante, esa original idea que instaló la Ctera para reclamar que el gobierno cumpla con la ley de paritaria nacional y se debata una nueva ley de financiamiento educativo. La historia de La Planta de Bartolo es casi una metáfora de lo que hoy se vive en la educación argentina: muchos defendiendo el derecho de una educación pública para todos, otros intentando convertirla en un negocio para pocos.
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La escritora Laura Devetach dio su apoyo.
Por más presupuesto
Una feroz represión —poco imaginada para tiempos de democracia— intentó impedir la instalación de la Escuela Itinerante frente al Congreso de la Nación. Dos días después, la escuela se levantó en un lugar lleno de simbolismo: allí estuvo durante casi tres años la Carpa Blanca (1997-1999) reclamando mayor presupuesto educativo, y ahí también se les recuerda a los legisladores la urgencia de hacer valer las leyes que garantizan el derecho a aprender y enseñar.
El jueves pasado decenas de policías de la Ciudad de Buenos Aires rodearon sin explicación alguna la Escuela Itinerante. "Fue una actitud patoteril, amenazante", dijo Alejandro Demichelis, secretario de Prensa de la Ctera, a diferentes medios aún sin poder entender la razón de semejante intimidación. El operativo duró unos minutos y los efectivos se retiraron sin dar argumentos de la acción amedrentadora.
Permiso oficial mediante, el espacio de la Ctera permanecerá hasta el 5 de mayo próximo. Se proyecta replicar la idea en otras provincias del país, con la misma intención de pedir que se cumpla con la norma de las negociaciones colectivas vigente, además de promover que se eleve al 10% del PBI lo que se destina a la educación pública.
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Alrededor de la Escuela de la Ctera se organizan simultáneos de ajedrez.
Apoyo y solidaridad
Desde que abrió sus puertas, la Escuela Itinerante no deja de recibir muestras de apoyo y solidaridad. Como la de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, el Grupo de Curas de Opción por los Pobres, la de los periodistas que les acercan sus firmas en guardapolvos blancos o la del colectivero que cada vez que pasa por su frente toca bocina en señal de aliento. También como la del dueño de un parador de la autopista que, al enterarse que quienes hacen un alto en su viaje a esta escuela son docentes, les regala un jarrón con una dedicatoria de adhesión a la lucha que protagonizan. O como el decidido respaldo de la Internacional de la Educación (la mayor organización mundial de los docentes) que el lunes pasado se hizo presente con una representación en la Argentina. Además de la del diputado nacional José Luis Gioja, que les llevó un retoño de la higuera de la casa de Domingo Faustino Sarmiento. El miércoles pasado el ex gobernador de San Juan acercó su apoyo a la lucha docente a la secretaria general de la Ctera, Sonia Alesso.
Todos los días un pizarrón recuerda cuál es la agenda de la jornada. Escrito con tiza blanca y en cursiva se anuncia si habrá teatro, una clase de folclore o percusión, un simultáneo de ajedrez, si se tejerá una bandera celeste y blanca o se narrarán cuentos. Y, más allá de la agenda, la tentación por saber qué pasa adentro de esa gran escuela gana hasta al más desinteresado que pasa por el lugar. La pregunta de por qué están ahí los maestros y las maestras está instalada.
"Con nuestras voces y nuestros corazones defendemos la educación pública como ayer, hoy y siempre", se lee en un largo cartel apostado en el interior del aula principal de la Escuela Itinerante. Unas fotos de esas luchas, otras varias imágenes del maestro Carlos Fuentealba, asesinado hace diez años en Neuquén cuando reclamaba por mejores condiciones de trabajo, otra de quien fuera la secretaria general de la Ctera, Stella Maldonado; una bandera argentina, un afiche que recuerda que "son 30 mil los compañeros desaparecidos" y otro que expresa "No uso armas, no soy soldado, soy docente. Paritaria nacional ya", ganan el espacio. Bancos distribuidos como en un salón de clases, con un escritorio y pizarrón al frente, cierran la escena de esa aula que se recrea con cada visita solidaria, con cada clase pública y conferencia ofrecidas. Cada una es una marca de la presencia del magisterio. Imposible no sentirlo, imposible no emocionarse.
Cartas y dibujos
Como en toda escuela, esta también tiene su patio que está en el ingreso, con una vista magnífica al Congreso de la Nación, con su campana, con mariposas pintadas por los chicos y algunas cartas salvadas de la lluvia que sorprende el mediodía del miércoles pasado. En una se lee el pedido de Alejandra, una alumna que le cuenta al ministro de Educación que, por falta de salones, en su escuela aprenden en el comedor escolar, con el olor a comida todo el tiempo presente.
Y también hay un árbol que donó una escuela especial cuando allí estaba la Carpa Blanca. Fue en homenaje a José Luis Cabezas. Hoy es un árbol gigante, vivo, que sigue creciendo, que enseña, que resiste, que sueña, igual que reza la bienvenida a la Escuela Itinerante en su ingreso. Igual que la planta que sembró Bartolo que dio cuadernos para todos.