La educación primaria de la jefa o jefe de hogar es uno de los indicadores que determinan el nivel de pobreza durante la infancia y la adolescencia. Una niña o un niño que vive al cuidado de un jefe o jefa de hogar que no ha completado la educación primaria, tiene un nivel de pobreza monetaria 4 veces más elevado que aquel cuyo adulto a cargo tiene secundaria completa o más. Los datos se desprenden de un informe que difundido por Unicef que analiza la pobreza monetaria infantil en la Argentina, en base a la Encuesta Permanente de Hogares correspondiente al cuarto trimestre de 2016 (último dato oficial disponible).
La pobreza no afecta a todas las poblaciones de igual manera: los adolescentes son los argentinos más pobres del país y la situación es aún más crítica si sus padres son jóvenes, no completaron la escuela media, están desocupados o tienen un empleo informal, o si el adulto a cargo es una mujer. Estas disparidades son algunos de los datos revelados por Unicef y el Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico (Ielde) en el informe Radiografía de la pobreza monetaria en la niñez en la Argentina.
La pobreza monetaria alcanza a las poblaciones que residen en hogares cuyos ingresos son insuficientes para adquirir una canasta básica de alimentos y servicios (pobreza) o sólo de alimentos (pobreza extrema). La base estadística del informe de Unicef y el Ielde es el cuarto trimestre de 2016 de la Encuesta Permanente de Hogares, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), última información oficial y pública disponible.
"La pobreza puede analizarse de distintas maneras. El análisis monetario nos permite ver el impacto que tienen los programas de transferencia directa como la Asignación Universal por Hijo (AUH) y las disparidades que hay al interior de las poblaciones pobres e indigentes", explicó Sebastián Waisgrais, especialista en Inclusión Social de Unicef.
Programas significativos
El informe de Unicef sostiene que las transferencias monetarias como la AUH reducen en un poco más del 30 por ciento la pobreza extrema, pero son menos efectivas para revertir la pobreza general que sólo merma en un 5,6 por ciento. Estos programas son muy significativos en hogares cuyas jefas o jefes son asalariados informales, donde la pobreza se reduce casi un 50 por ciento.
"La AUH también genera reducciones significativas en hogares con jefatura femenina y bajo clima educativo —agregó el especialista de Unicef—. Esto muestra una focalización adecuada del programa y una necesidad de aumentar los montos de las transferencias para reducir aún más los niveles de pobreza extrema y de pobreza general".
Los datos oficiales del Indec permiten inferir que en laArgentina el 29,7 por ciento de las personas está en situación de pobreza. Sin embargo, cuando el estudio se enfoca en niñas, niños y adolescentes que residen en hogares pobres, este porcentaje asciende al 47,7 por ciento: 18 puntos porcentuales más. Esta diferencia se explica por el tamaño relativo de los hogares de bajos ingresos y la elevada cantidad de chicos y chicas que residen en ellos. La pobreza extrema, por su parte, afecta al 10,8 por ciento de los niños y adolescentes del país.
Estos porcentajes se traducen en millones de personas: 5,6 millones de niñas y niños pobres, de los que 1,3 millones están en situación de extrema pobreza, es decir que residen en hogares cuyos ingresos son insuficientes para adquirir una canasta básica de alimentos.
Hogares más afectados
El informe de Unicef advierte que la tasa de pobreza infantil y adolescente aumenta al 85 por ciento cuando los chicos residen en un hogar cuyo jefe o jefa está desocupado, y al 65 por ciento cuando es un asalariado informal. La precariedad del empleo es clave: una niña o un niño que reside en un hogar cuyo jefe es un asalariado informal, tiene un nivel de pobreza monetaria 2,4 veces más elevado que uno cuyo jefe es un asalariado formal.
Las familias con una jefatura femenina están más comprometidas: la pobreza es mayor en hogares donde el sostén económico es una mujer (55,3 por ciento).
Si se segmenta la población de niños en tres grandes grupos de edad se observa que la incidencia mayor de la pobreza se verifica para el grupo de 13 a 17 años (51 por ciento), seguido por el grupo de 5-12 (48 por ciento) y 0 a 4 años (45 por ciento). Los adolescentes integran la población más pobre del país.
Radiografías
La Radiografía de la pobreza monetaria en la niñez en la Argentina muestra que la pobreza extrema afecta principalmente a mujeres, jefas de hogar, jóvenes, de bajo nivel educativo y con problemas de inserción laboral. Las transferencias que perciben estos grupos en mayor riesgo o vulnerabilidad reducen la pobreza extrema en valores que oscilan entre un 32 por ciento y un 36 por ciento, mientras que las transferencias que perciben personas también pobres, pero con ingresos más altos que los anteriores, tienen un efecto menor sobre los niveles de pobreza, que oscilan entre un 9 por ciento y un 10 por ciento.
"Estas diferencias según las características del jefe o jefa de hogar en situación de pobreza y pobreza extrema abren una oportunidad para definir políticas específicas para algunos grupos poblacionales", concluyó Waisgrais.
Pobreza y mediciones
La pobreza puede medirse de distintas maneras. La pobreza monetaria identifica a la población y a los hogares cuyos ingresos no son suficientes para adquirir una canasta básica de alimentos (pobreza extrema) o una canasta básica total (pobreza total) que incluye, bienes no alimentarios, igualmente esenciales y básicos para la reproducción social.
Sin embargo, la monetaria captura solamente una de las dimensiones de la pobreza. Además, es muy sensible a los cambios en los precios, especialmente en países con elevados niveles de inflación como la Argentina. Por ello, las mediciones multidimensionales brindan una mirada más comprehensiva para entender la pobreza y permite identificar las causas subyacentes y las políticas públicas necesarias para abordarlas.
En 2016 Unicef presentó un estudio que mide pobreza multidimensional en niñez tomando diez dimensiones (nutrición, salud, educación, información, saneamiento, vivienda, ambiente, violencia, trabajo, juego e interacción) medidas a través de 28 indicadores de privación que detectan carencias materiales y emocionales que impiden el desarrollo integral de los chicos.