Cuando Guillermina Maxera tenía 12 años se topó en el diario La Capital con una sección que convocaba a chicas, chicos y adolescentes a compartir sus opiniones e inquietudes. Le gustó la idea y decidió participar con un texto donde contaba que su sueño era ser abogada. Hoy Guillermina tiene 24 años y es una flamante egresada de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Una historia de afectos y sueños cumplidos en la universidad pública.
Sentada en uno de los salones de la Facultad, Guillermina recuerda que cuando estaba en sexto grado de la Escuela Nº 67 Juan Enrique Pestalozzi leyó en el diario que una nena había escrito sobre cuáles eran sus proyectos. Era 2007 y se había encontrado con el “Yo opino”, un espacio dedicado a difundir las opiniones de los más chicos, que se publicaba cada sábado en el suplemento Educación de La Capital. Se animó y escribió sobre qué iba a ser “cuando sea grande” y por qué.
Su texto cerraba así: “Esa es la pregunta que yo me hice y a la vez me respondí desde muy chica, cuando iba a primer año (grado) de la primaria y escribía sobre los derechos del niño, los derechos humanos y también cuando el año pasado aprendí sobre el Proceso Militar. Este año me empezaron a apasionar las leyes, aunque ya venía desde muy chica pensando en ellas. Hoy puedo contestar esa pregunta tan popular: quiero ser abogada”. Hoy Guillermina lee aquel recorte del diario y se le dibuja una sonrisa. “La tenía re clara la piba”, bromea y celebra que en diciembre pasado cumplió finalmente con ese deseo y se recibió de abogada. Una etapa y un sueño cumplidos.
El 18 de diciembre del año pasado Guillermina rindió derecho tributario, la última materia que le quedaba para recibirse. Fueron seis años de estudio en la Facultad de Córdoba y Moreno, donde cosechó nuevas amistades y comenzó a delinear su futuro profesional. “Lo bueno es que el primer año cursás todas las materias con las mismas personas y se empiezan a armar los grupos. Ahí me armé un lindo grupo con quienes son mis amigos hasta el día de hoy”, dice la joven.
Como en muchas carreras, tercer año se le hizo más difícil, pero con el apoyo y contención de sus amigos y su familia pudo seguir adelante: “En mi casa me decían que la Facultad era algo lindo, no para sufrir. Ahí me hice un replanteo”. En 2019 comenzó a trabajar en un estudio jurídico gracias a una pasantía de la Secretaría de Extensión de Derecho. Como le quedaban unas diez materias no sabía si iba a poder recibirse ese año. Se organizó con los horarios, con un poco de esfuerzo y dedicando los fines de semana al estudio se presentó en esa última mesa de diciembre y aprobó. “Hasta le dije a mi familia que no organicen nada porque no sabía cómo me iba a ir”, cuenta ahora la flamante egresada de la UNR.
Los juegos con la abuela
“Quiero ser abogada”, escribió cuando tenía 12 años Guillermina. Estaba muy segura ¿Pero cómo surgió ese interés por el derecho? Los primeros recuerdos la transportan a esos juegos que de muy nena compartía con su abuela Elvira, que era maestra y que en los ratos libres la incentivaba a escribir y a dibujar. A veces eran cuentos, pero otros eran textos sobre los derechos del niño, que aún hoy atesora en un folio. En una de esa hojas, sobre el significado de los derechos de los niños, escribió: “Poder jugar, tener amigos, cuidarlos (...) no maltratarlos, tenerles respeto, ayudarlos con las cosas de la escuela. No importa dónde viva, lo que importa es crecer”.
“Se ve que en ese juego de redactar con mi abuela fue surgiendo este interés”, reflexiona. A esos ratos entrañables, Guillermina le suma el recuerdo de la señorita Claudia, maestra de la primaria de la Pestalozzi, con la que trataron en clase la última dictadura cívico militar en la Argentina. “Eso estuvo bueno —dice la joven abogada— porque no era un tema tan visto y de hecho hablando con otros chicos de otros colegios me decían ellos no lo hablaban tanto. Que esto se hable en una escuela pública estuvo muy bueno. A lo mejor todo se fue perfilando por esas cosas. O capaz que una ya nace con algo que le gusta”. Tras cursar la secundaria en la Dante Alighieri, ingresó sin dudarlo en la Facultad de Derecho.
Mientras conversa, en sus manos sostiene el recorte con su opinión publicada en 2007. Cuenta que para el día de la foto fue a La Capital con su abuela y que cuando su nota salió publicada, sus amigos del club la felicitaron: “¡Guille, saliste en el diario!”.
La universidad pública
Es día de semana, pleno febrero y las clases todavía no comenzaron, pero la Facultad de Derecho de la UNR está a pleno movimiento. En el hall de entrada, las mesitas de las agrupaciones estudiantiles que brindan asistencia a los ingresantes. Por los pasillos, varios averiguan por algún apunte o por la próxima mesa de examen.
Guillermina dice que haber terminado la carrera significa el cierre de una etapa. “El día que me recibí sentí una relajación tremenda, pero en las semanas previas lloré mucho, como si estuviera haciendo un duelo”, cuenta. De a poco recuerda lo que le costaron algunos exámenes en aquellas asignaturas que menos le gustaban. Pero también aquellas materias que más disfrutó durante el cursado, sobre todo por los profesores que las dictaron: Gustavo Nadalini en derechos reales y Raquel Alianak en derecho administrativo: “A veces depende mucho del docente que te toca y que hace que te guste una materias, eran muy didácticos. Y eso te atrapa en clase y te motiva a venir”. El grupo de amigos con los que estudiaba y se presentaba a rendir también fue clave en esos seis años por las aulas de Derecho.
Ahora la joven abogada dedica sus días al trabajo en un estudio jurídico especializado en derecho laboral. En su casa aún guarda en biblioratos los apuntes de la mayoría de las materias de la carrera: “Claro, me llevó tiempo”, se ríe. Dice que luego de pensarlo y charlarlo con amigas, por ahora no va a realizar un posgrado. Al menos no de forma inmediata. Sí cursos o jornadas de actualización como las que ofrece a lo largo del año la facultad de la UNR, de la que se lleva gratos recuerdos. “Cuando salís de la universidad pública se siente un sentido de pertenencia muy grande. Estoy muy feliz de haberla transitado, me enseñó muchas cosas. Rendir mal un examen, que nadie te regale nada. Acá adentro te preparan para la vida todos los días. Eso es fantástico”.