¿Qué viene primero: el relato o la pregunta que habilita el relato? ¿Me contás un cuento? Y la historia echa a andar ¿Cómo era yo de chiquita, de chiquito? Y el recuerdo se activa, se repite una y otra vez y comienza así el mito sobre nuestra propia historia. Y si la inquietud se extiende y los interrogantes siguen, armamos poco a poco el rompecabezas, la genealogía de toda nuestra familia. Esa es una de las sensaciones que deja Mine y el recuerdo. El misterio de la habitación secreta, el reciente libro-álbum publicado por el grupo Cosas Invisibles, que desde 2015 promueve espacios de filosofía y juego para niñas y niños. El cuento, escrito por la doctora en filosofía Belén Campero y con ilustraciones de Fabricio Caiazza e Inés Martino, es una invitación a disfrutar de la literatura, de los colores y los dibujos que llenan todas sus páginas y, al mismo tiempo, una oportunidad para conversar en familia sobre nuestras memorias, sobre esas historias de las que formamos parte, incluso desde antes de haber llegado al mundo. El recuerdo, la pregunta y el relato se unen acá en forma de libro y activan el diálogo para buscar nuestra herencia e hilvanar los fragmentos que constituyen la identidad.
En tiempo de vacaciones, donde la rutina del año le hace una gambeta al ritmo escolar, Mine y el recuerdo —que está disponible en las librerías rosarinas— aparece como una posibilidad de incentivar la lectura entre las chicas y los chicos. Pero además, de abrir conversaciones que no tengan prisa y que discurran durante horas a través de los recuerdos.
Mine y el recuerdo es el segundo libro de una serie —el anterior fue Mine y el tiempo, publicado en 2018 y el próximo está en desarrollo— que narra las aventuras de una nena que todos los días mira el mundo por su ventana como si fuera la primera vez. A partir de esa acción inicial, la protagonista explora el universo y genera interrogantes que activan la posibilidad de pensar la filosofía en la vida cotidiana. En esta oportunidad, Mine decide sorprender a su vecina Rosa y entra sigilosamente a su casa para desayunar con ella. Pero cuando ingresa y no la encuentra, se distrae curioseando cajones y papeles, hasta que el hallazgo de una llave, le devela un misterio sobre la familia de Rosa.
Al igual que en el primer libro, los personajes de la historia son Mine, su mamá y Rosa, una vecina adulta que conversa con la niña y la acompaña en sus aventuras. Además de las protagonistas, encarnadas por tres generaciones de mujeres, hay una línea en común, una continuidad que puede trazarse entre los dos cuentos de la serie: el descubrimiento, esa pequeña revelación cotidiana a partir de la cual se activa la pregunta, la inquietud que funciona para desarrollar toda la historia.
Si en Mine y el tiempo, las hormigas en el árbol de kinoto provocaban una deriva sobre el sentido del tiempo, en Mine y el recuerdo, son los objetos y la música los que motivan una conversación profunda sobre las memorias y las historias familiares: ¿Cómo se hacen los recuerdos? ¿Podremos elegir qué cosas no olvidar?, son algunos de los interrogantes que Mine le consulta a Rosa. “Es un libro dedicado a la herencia. Y lo que heredamos no se da por sí solo, hay un relato que necesita de la pregunta. Lo primero que aprendemos en nuestra casa son aquellas cosas sobre las que no podemos hablar. Esos silencios familiares son conocidos y los recordamos, sin que nadie nos haya dicho mucho más. La pregunta viene ahí a romper un poco con eso. Generar preguntas es lo que permite indagar: ¿por qué se enamoraron? ¿qué les gustaba? ¿cómo vivían? Todas cuestiones que continúan con la creación de una historia propia. Un relato sobre la propia identidad en vínculo con otros, en donde la pregunta aparece para poner en movimiento ciertas cosas”, dice Campero y recuerda la importancia que tienen los objetos en esas construcciones familiares. “En Miráfono, nuestro taller de literatura infantil y filosofía, hacemos un ejercicio muy conocido que es invitar a traer un objeto. ¿Qué sería de ese objeto sin su historia? La importancia del objeto está en ese relato y la mayoría de las veces esos relatos están ligados a la infancia, a alguna abuela o abuelo, a alguien que estuvo ahí cuidando o que se recuerda especialmente con gran afecto. La lectura, los recuerdos y la infancia siempre están ahí volviendo”, asegura. La autora cuenta que el tema del recuerdo es algo que venía vibrando en los espacios lúdicos y filosóficos que coordina junto a la psicóloga Romina Gianfelici. “Los talleres nos atraviesan y los temas que se trabajan ahí están vivos, en movimiento y así aparecen en el libro también”.
Tiempo para conversar
Las ilustraciones, realizadas por el artista visual Fabricio Caiazza, están hechas en base a una sesión fotográfica realizada por Inés Martino. Como en el primer cuento de la serie, las actrices/modelos —Camila Ingrassia, Mabel Pedrón y Valeria Rico— fueron fotografiadas mientras recreaban cada una de las escenas y de ahí salieron los dibujos que, en esta oportunidad, se pintaron con acuarelas y luego se digitalizaron. Las ilustraciones de colores brillantes construyen el universo de Mine en tiempo presente, pero también se evoca al pasado: los azules, blancos y rojos que se usan para delinear el contorno de algunos objetos, habitan el mundo del recuerdo, de esas historias que irrumpen como un iceberg para dialogar con el presente. Página tras páginas los dibujos cobran vida y rinden homenaje a bandas de música, clásicos de la literatura, movimientos culturales y artísticos y producen así un sentido nuevo y distinto al del texto. Esa mixtura delicada entre ambos lenguajes genera como resultado una producción estéticamente bella y valiosa desde lo literario. “El libro no tiene intención pedagógica ni didáctica, por más que se le pueda encontrar fácilmente. Hay que poder pensarlo independientemente de esos usos. La idea es que tenga un uso hogareño. Lo defiendo más como literatura y como la posibilidad de disfrutar un cuento”, dice Gianfelice, la psicóloga del grupo Cosas Invisibles.
¿Te acordás de tu primer recuerdo, del olor de tus juguetes, de la primera ropa que usaste? En su parte final el libro enlista una serie de preguntas e invita así a la conversación. Gianfelici señala “la importancia del vínculo para construir esos recuerdos, para construir la historia. Ellas (Mine y Rosa) se dan la posibilidad de contar lo que recuerdan pero porque también se dan el tiempo para desayunar, conversar y encontrar que hay cosas de las que todavía no hablaron. Ese vínculo es el que permite que eso suceda”, dice y confía en que esa misma predisposición de las protagonistas del cuento pueda replicarse al interior de las familias que lean el relato.
Tras la presentación oficial del libro, por cierto, algunas de esas experiencias empiezan a ser compartidas como devoluciones. Campero cuenta que la hija de una amiga, que tiene doce años, quedó “obsesionada con el recuerdo” y se le ocurrió hacerle todas las preguntas que trae el libro a una prima del sur y a su abuela. “Las preguntas son un recurso muy hermoso para dialogar”, dice Campero: “La infancia, la literatura y la filosofía comparten ese espacio de placer y de percepción de tiempo distinto. Entendemos que ahí emerge el disfrute. Y producir diálogos dentro de la familia tiene un trasfondo de producir un momento lindo, feliz, de disfrute familiar”.
Para quienes ya conocen la serie de Mine, la autora promete un tercer libro que podría editarse durante 2020. Mientras tanto, las responsables de Cosas Invisibles siguen impulsando el trabajo autogestivo en Rosario y comenzaron a hacer las traducciones de los libros al inglés, francés e italiano para que las historias de Mine sean conocidas por chicas y chicos de otros países y para que los diálogos y las preguntas se activen en todo el mundo.