Hace unas semanas una charla con mi sobrino de once años motivó el origen de esta nota. Resulta que con su escuela habían organizado un viaje a Buenos Aires para conocer el Congreso, La Casa Rosada, la Plaza de Mayo. A su regreso, caminando con él por el parque, comenzamos a conversar sobre la visita. Le pregunté qué cosas le habían contado sobre esos lugares, sí había visto los pañuelos blancos de las Madres de Plaza de Mayo pintados sobre las baldosas. Entre una cosa y otra seguimos charlando, hasta que en un momento me preguntó: "¿Y a mí, para qué me sirve estudiar historia? Si todo lo que quiero puedo buscarlo en internet". En el momento quedé atragantada y las respuestas que se me ocurrieron fueron una serie de frases hechas que no estoy muy segura cuán profundo calaron en él. El tema me quedó dando vueltas en la cabeza y le dije que iba a escribir especialmente una nota para responder a su inquietud. Quienes me ayudaron a pensar esta idea son tres docentes. La profesora Elvira Scalona, que da clases en el Instituto Politécnico Superior General San Martín y en la carrera de Historia de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). La docente Beatriz Argiroffo, que trabajó en el profesorado de nivel primario y actualmente dicta la materia en la Escuela Normal Superior Nº 2 Juan María Gutiérrez y en el Colegio Nacional Nº 1. Y el investigador del Conicet y doctor en historia Darío Barriera, que forma a los futuros profesores y da la materia historia colonial en la carrera de Historia de la UNR.
Para empezar a despejar dudas Barriera sugiere pensar en la importancia que tiene la historia más que en su utilidad. "Detrás del par útil/no útil se tiende una trampa. Otras preguntas sobre la utilidad son más claras: «¿y para qué sirve la escuela misma, si estamos como estamos? O ¿para qué sirve el parlamento, si tantas veces facilita lo contrario de lo que representa?». La pregunta por la utilidad es peligrosa, ya que hay cosas perfectamente «inútiles» que son imprescindibles para la vida (cada uno puede elegir varias). Me parece más apropiado hablar de su importancia".
Barriera invita a pensar de menor a mayor, desde lo íntimo y lo familiar a lo social: "Estamos habitados por todos los pasados: los individuales, los familiares, los de nuestro lugar de nacimiento, de estudio, de nuestras comunidades políticas (la ciudad, la provincia, la nación), de nuestro continente, los pasados de nuestras clases sociales, de nuestros sentimientos, y de toda la humanidad. Nada de lo que somos está a salvo de muchos pasados que nos nutren y nos habitan. La tecnología no sería nada sin el pasado. ¿Cómo entender el uso de las actuales redes sociales sin saber qué era una tertulia o cómo se desparramaba un rumor?".
La imagen de un ovillo de lana puede ser un buen ejemplo para pensar la historia, una madeja que tiene dos extremos uno que se ve a simple vista, que sería el presente, y otro que está aparentemente oculto, que sería el pasado. La única forma de descubrir ese pasado es tirar del ovillo y desenrollar hasta llegar a su origen. "Es muy fácil desenredar un tema, desde cualquier cosa podemos ir hacia el pasado y mostrar por qué es importante. Somos esos pasados y no podemos librarnos de ellos. Es mejor conocerlos. Ignorarlos sería temerario", reflexiona Barriera.
Para generar sensibilidad
Que la historia sirve para comprender el presente, es una frase que muchos docentes repiten a diario en la escuela frente a la inquietud de los estudiantes. Para Elvira Scalona es cierto eso, pero al mismo tiempo es un cliché, dice. "A mí me parece que la historia también tiene que servir para generar sensibilidad y entender que las cuestiones que nos pasan, son históricas. Que la gente no es pobre o sufre porque quiere sino porque hay un sistema de dominación que es muy viejo. Yo creo que explicando eso, historizando cuáles son las relaciones de dominación, genera sensibilidad en los alumnos. En el sentido de entender que cada uno no es lo que es porque quiere serlo sino porque las condiciones son las que son, pero que al mismo tiempo somos sujetos activos y podemos hacer algo para cambiarlas. Estudiar historia es también activar el rol de la ciudadana y del ciudadano".
La profesora se detiene en esa relación y recuerda que desde fines del siglo XIX la función que cumplía la materia historia dentro de la currícula era formar ciudadanos que estuvieran identificados con el Estado Nación, en el contexto de una sociedad heterogénea por el fenómeno inmigratorio. "Era una ciudadanía nacional anclada en el territorio y de ahí viene toda esa cosa de los héroes, los ritos, los símbolos, los actos patrios", dice Scalona y explica cómo se modificó ese concepto en el siglo XXI con la nueva ley de educación nacional sancionada en 2006. "Ahora la historia piensa en una ciudadanía más inclusiva y mucho más heterogénea, que incluye a las diversidades de todo tipo, de género, de etnia y de clase. Hay un cambio grande. Si bien aún se conserva el tema de la nacionalidad, se intenta no perder de vista la cuestión de la diversidad. La ley hasta pauta algunos de los contenidos, habla de los derechos humanos, de los problemas de género, de las comunidades originarias y esa historia sí les interesa a los chicos, porque parte de su propia realidad".
Desde esa relación aggiornada entre historia y ciudadanía, Beatriz Argiroffo dice que la historia pone a la sociedad en movimiento al permitir desnaturalizar las relaciones de poder e intentar transformarlas. "La historia es una materia que nos enseña a problematizar. Lo que uno intenta enseñar es cómo problematizar sobre las sociedades más allá de dar el contenido cronológico".
La estrategia de lo inmediato
¿Cómo generar el interés por la historia en los alumnos? ¿Qué artilugios utilizar desde el aula para seducirlos? Los tres profesores coinciden en que para hacer una historia que entusiasme a los chicos es necesario relacionar el contenido curricular con alguna problemática del presente. "Para mí la puerta de entrada es la inmediatez. Creo que el gran problema de seguir usando manuales de estudio es «seguirlos». Al manual, a la grilla definida por un Ministerio, aplanando contenidos, hay que llegar con un propósito. Y la única manera de construir un propósito legítimo es partiendo de la punta de un ovillo que siempre está en un presente inmediato que tiene conflictos significativos desde los cuales podemos operar", considera Barriera.
La profesora Argiroffo cuenta que cuando en 2º año trabaja la conquista española, siempre busca en el diario alguna problemática actual relacionada con las comunidades indígenas. Este año trabajó sobre las escuelas de la comunidad Qom en Rosario para dar cuenta de la vigencia que estos grupos tienen hoy en nuestra sociedad. Desde este punto de partida interpela a su alumnado: "¿Los aborígenes son algo que quedó en el pasado, que fue exterminado, extinguido o tiene que ver con algunos de los actores sociales con los que compartimos la ciudad y con qué problemáticas específicas?", reflexiona la docente y señala la importancia de trabajar estos temas desde el presente para no silenciar o invisibilizar a esas comunidades. "Mi sensación es que con eso les cae la ficha. Esa forma hace despertar el interés de los chicos", asegura.
Debates desde las noticias
Scalona por su parte, trae a la conversación las recientes protestas mapuches por la tenencia de tierras ancestrales en la provincia de Chubut y la muerte de Santiago Maldonado, quien fue víctima de una denunciada desaparición forzada en el marco de la represión a esas movilizaciones que encabezó Gendarmería. La profesora recuerda cómo estos hechos generaron en los medios de comunicación y en la sociedad un insólito debate acerca de si los mapuches eran o no argentinos y por qué reclamaban las tierras. "Yo justo estaba dando la Conquista del Desierto entonces ese ejemplo me vino bien para hacer esa conexión. Son comunidades que eran preexistentes que no habían desaparecido, que siguen existiendo e incluso en la Constitución Nacional reformada en el '94 hay un artículo —que es el 75 inciso 17— que habla del problema de la tierra. Entonces ahí, estás conectando el pasado con este presente. Uno lo vincula aunque sea contrafáctico. A veces a la academia no les gusta eso, pero a las profesoras de historia nos resulta interesante como estrategia. No solamente para abrir un tema sino también para desarrollarlo y para cerrarlo, desde una perspectiva comparada".
Tras la intervención de Scalona surge un interrogante: "¿Cómo narrará la historia la muerte de Santiago Maldonado? ¿Cuál será el relato que dentro cincuenta años leamos en los manuales? En ese contexto, la docente Argiroffo trae una clave más para pensar el asunto: "Enseñar la materia tiene que ver también con poder pensar cómo se construye la historia, con qué fuentes. Es aprender a mirar todas las fuentes críticamente, qué cuentan, qué omiten. No hay un sólo modo de pensarlas o un sólo tipo de fuente". Retomando las palabras del historiador francés Pierre Vilar, Argiroffo asegura que "la historia tiene que servir para entender el diario. El diario, nuestro pasado familiar y social, nuestro presente. Tirar del ovillo, en definitiva y arriesgarse a buscar la historia para explicarnos e interpretar al mundo.