Valiño explica que las prácticas culturales, como el juego y el lenguaje, son dos ordenadores centrales en el desarrollo infantil, sin embargo también se refiere a otros tipos de experiencias culturales válidas para que los chicos puedan comprender la cultura de la que forman parte. "No todo se aprende necesariamente jugando, hay aprendizajes que se generan conversando, produciendo en plástica, visitando un museo, son actividades que pueden ser entretenidas o divertidas pero que no son un juego. Tampoco se trata de armar una didáctica cada vez que se juega, simplemente de que haya un jugador más experimentado que intercambie y se relacione con otro aprendiz, así se enseña", afirma a LaCapital la educadora.
—¿De qué manera enseñan las maestras a jugar en el jardín?
—Depende cómo uno significa y comprende el juego. El juego es una práctica cultural y como cualquier otra se aprende participando. La manera más sencilla de transmitir el conocimiento de quienes ya sabemos jugar es organizando situaciones de juego y participando de ellas. Todos aprendimos a jugar jugando con otros que ya sabían hacerlo antes que nosotros, es un aprendizaje ligado a las oportunidades y a la práctica regular, no se puede aprender por una vez ni tampoco con una clase expositiva. La maestra ocupa un lugar clave porque es el gran transmisor de conocimientos, esa es su responsabilidad, tiene más tiempo de juego, y en este aspecto está involucrada la biografía de juego de cada docente: cuánto ha jugado, si le gusta y conoce muchos juegos. Se trata simplemente de generar condiciones para que los chicos puedan jugar juntos, y apropiarse de un conocimiento nuevo sobre el juego como actividad compartida.
—¿Qué diferencias se establecen entre los juegos propuestos por la maestra y las actividades organizadas por los chicos?
—La distancia tiene que ser productiva, que favorezca los aprendizajes, tiene que generar curiosidad pero al mismo tiempo no alejarse de lo que cada uno puede hacer o comprender respecto de la propuesta. El punto clave es que el maestro pueda hacer una lectura sobre la situación de cada uno de los tipos de juego en su sala a partir de ordenadores conceptuales. Por ejemplo, los chicos usan simbólicamente los objetos o necesitan un vaso para simular que toman. Es decir, tienen la capacidad representativa de las cosas que no están, a través de un gesto, una palabra o una acción. Esta práctica de imaginar una galletita donde no está se lo enseña y propone el docente. En un mundo tan icónico pero a la vez tan literal, parece que siempre debemos tener un objeto para representar un juego, entonces se pierde la imaginación.
—Como capacitadora de futuros docentes, ¿qué percepción tiene de los adultos en relación al juego?
—Hay una normativa vigente en el ámbito de la educación inicial y primaria que reconoce en el juego su naturaleza social, como actividad que forma parte de la cultura, que hay que enseñarla y la escuela tiene que generar las condiciones para transmitirlo. Desde la práctica, hace tiempo que se viene observando la escasa presencia del juego en el ámbito escolar. También aparece una diferencia generacional, en relación a la edad de las docentes, precisamente porque el juego está cargado con los contenidos culturales de la época. En los últimos quince años todos los juegos de soporte digital empiezan a tener mucha más presencia; por otro lado se evidencian cambios en las experiencias culturales urbanas, menos juegos en las plazas y veredas. También la experiencia de juego en el ámbito familiar tiene otras características. Cada vez se jerarquiza más al juguete y menos a la experiencia relacional, somos nosotros quienes hacemos jugar al juguete y no al revés. Hay cambios de época y culturales, pero continúa vigente y teniendo sentido el valor de algunos tipos de juegos para el desarrollo infantil como los juegos con bloque o de construcción, los de mesa, los corporales, y por supuesto el dramático. En este contexto también son importantes los juegos en plataformas digitales, pero esto no supone que una actividad en una tablet o un ipad puedan sustituir la experiencia corporal de acción con los materiales.
—En su libro reconoce las potencialidades de los tres tipos de juego, fundamentales en la planificación del docente.
—El juego es promotor de desarrollo cuando es una actividad compartida entre pares. Todas las semanas deben estar presentes los tres tipos de juego: de construcción, reglas convencionales y dramatización. Es importante que a nivel institucional y de políticas públicas, las escuelas cuenten con materiales diversos, acordes e idóneos para generar condiciones positivas para el aprendizaje.
—¿Se viene adaptando el jardín a las nuevas dinámicas familiares?
—Para quienes trabajamos para el aprendizaje y el desarrollo infantil, el concepto es un ordenador de análisis para comprender lo que sucede y en muchos casos reorientar. El juego de la casita y de la muñeca siguen muy vigentes. Aunque los Núcleos de Aprendizaje Prioritarios (NAP) y la bibliografía del nivel inicial se refieran al juego dramático, en la práctica el juego de la casita es apenas una situación social posible a dramatizar. Hay muchas otras: la verdulería, el garage o el restaurant. Hoy la casita es casi una figura arquetípica donde supuestamente hay una figura femenina que cuida y hace la mamadera, que coincide muy poco con la vida real. El jardín de infantes a veces ofrece materiales que direccionan una sola posible escena de vida familiar ligada al cuidado o atención de los niños, cuando no es lo único que sucede. Pasa lo mismo con la idea de la cocinita, cuando hay miles de familias que resuelven la comida de otro modo, entonces con la cacerola no hacemos nada, si "mami llega tarde del trabajo y no puede cocinar". Si como docentes reconocemos desde lo teórico que el juego dramático es la reconstrucción de una situación social y el jardín de infantes no ofrece los materiales que lo permitan reconstruir no se puede dramatizar.
Pregunta para madres y padres
Gabriela Valiño sugiere ser padres y madres críticos respecto del juego y el modo de vincularse con los hijos. “Durante las entrevistas del jardín siempre se les pregunta a las familias a qué juega el niño o la niña y cuáles son sus actividades preferidas como si los pequeños fueran absolutamente responsables de su experiencia de juego. Habría que preguntarles también a los padres y madres a qué juegan con sus hijos, qué juegos les enseñaron y cuáles prefieren. Muchas veces se plantea que niños y niñas no se quedan quietos o no aceptan las reglas, tenemos una mirada bastante aguda sobre ellos, propongo entonces mirarnos como padres y madres del mismo modo y preguntarnos: cuánto tiempo juego con mi hijo, podría hacer una lista de los juegos que comparto”.
La licenciada en psicopedagogía es docente en el profesorado de educación inicial de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (Uces), y en la carrera de psicopedagogía de la Universidad Católica Argentina (UCA). Además integra el equipo técnico de coordinación de políticas educativas para la primera infancia del Ministerio de Educación de la Nación, y escribió diversos artículos sobre juego, desarrollo infantil y prácticas educativas.