"Fue una de cowboys. Menos mal que mi nena estaba con fiebre y hoy no la pude traer, porque siempre está en el negocio", contó, aún sobresaltado, el joven dueño de la pollería Micaela. "Si digo que vi algo te miento. Estaba trabajando detrás del mostrador cuando escuché los tiros. Me tiré al piso y me arrastré para tratar de bajar la persiana, pero no pude porque los balazos habían doblado la chapa. De milagro en el negocio no había nadie", dijo el comerciante que está en la cuadra desde hace cinco años. "A mí me robaron de todas formas, una vez cada mes y medio", explicó el hombre mientras otra vecina aportaba: "Esta zona está muy dura. A mí para robarme me gatillaron en el pecho y la bala no salió".