Un joven fue condenado a 14 años de prisión por el crimen de Gabriel Alejandro Aguirre, un adolescente de 13 años asesinado en 2013 en barrio Ludueña luego de un clásico entre Rosario Central y Newell's Old Boys. El chico, hincha de Boca, acompañaba a amigos leprosos que pese a la derrota de aquel domingo salieron a manifestarse por el barrio, cuando dos motociclistas con remeras canallas los atacaron a tiros en un pasillo de Casilda y Camilo Aldao. El grupo corrió a buscar resguardo pero "Gaby" cayó en una zanja y no pudo esquivar los dos plomos calibre 9 milímetros que lo mataron.
Hugo Gabriel "Gabito" Garay, de 22 años, fue sindicado desde aquel día como quien efectuó los disparos que mataron a Gaby Aguirre desde una moto manejada por su hermano. Fue condenado por la jueza de Sentencia María Isabel Mas Varela a 14 años de prisión por la portación de un arma y como autor de un homicidio agravado por el uso de arma y la participación de un menor, su hermanastro Marcelo V., de 17 años en ese entonces, quien afronta una causa con un régimen especial en un juzgado de Menores.
Las pruebas que tras un juicio escrito condujeron a Gabito a una condena son los testimonios, contundentes y muy precisos, de los amigos y amigas que estaban con Gaby cuando lo mataron por una rivalidad de hinchadas.
Ilusiones rotas. Gaby Aguirre tenía 13 años e iba a la escuela Luisa Mora de Olguín, donde era muy querido. Como caja de resonancia de un entorno despiadado con la infancia, la escuela que lo vio crecer fue el lugar donde lo velaron y su directora declaró en la causa penal. "Gaby era de hacer amigos enseguida. No le gustaba la violencia o que se pelearan. Igual en casa, cuando nos veía mal hacía una sonrisa o una broma para levantarnos el ánimo", contó entonces su mamá, Ada.
Ella colaboraba en el comedor de la escuela donde Gaby la ayudaba a poner la mesa. A diferencia de sus dos hermanos mayores, él quería terminar la primaria y seguir la secundaria. Le gustaba la música y tocaba muy bien la guitarra. "Aprendió de chiquito en el Centro Saltimbanqui, en un tallercito de guitarra. Quería armar un grupo de cumbia. Estaba tan ilusionado y contento con eso que le dije a sus amigos que no paren con ese proyecto", recordó Ada tras una masiva marcha que reclamó justicia.
Si bien era hincha de Boca, la tarde del domingo 20 de octubre de 2013 quiso acompañar a unos amigos ñulistas por las calles del barrio. "Habíamos perdido pero igual fuimos a cantar y él nos hizo el aguante", dijo uno de ellos. Esa tarde Central venció en su cancha a Newell's por 2 a 1 en un clásico que se jugó en medio de un operativo de seguridad que no llegó a ese rincón de Ludueña.
A las 18.30 Gaby y sus amigos (él con una bandera de Newell's a la espalda y tocando el redoblante) llegaron a la esquina de Junín y Camilo Aldao. Pasaban los autos con hinchas en pleno festejo. Ahí se encontraron con dos amigas de la escuela y uno de ellos, bromeando, le sacó a una de ellas una bandera de Central. Creyendo que peleaban, un vecino de unos 30 años y con camiseta canalla se acercó y le preguntó a la nena si la estaban molestando. "Nos quiso defender pero le dije que éramos amigos y estábamos jodiendo", contó la chica.
A los pocos minutos llegaron otros cuatro chicos de Newell's que se plegaron al grupo de Gaby y empezaron a tirar piedras a los autos. Ante el temor de que llegara la policía, el grupo de Gaby se alejó. Entonces las chicas escucharon que el vecino de Central hizo un llamado: "Vení que hay gente de Newell's haciendo quilombo". En ese momento llegaron a la esquina dos motos con dos pibes cada una. Todos con camisetas de Central. En una Honda Wave 100 iba "Marcelito manejando y atrás al hermano, al que le dicen Gabito".
"El vecino que me quiso defender los llamó. Se acercan Gabito y el hermano. Este hombre les hizo señas para el lado del fondo, donde se había ido el grupo de Gabriel, y los dos de la moto se fueron para ese lugar", contó la chica. Un testigo de identidad reservada dijo que este vecino era de "la barra de Central" y fue quien les pasó el arma a los hermanos de la moto.
El rodado entró despacio por el pasillo y los chicos de Newell's empezaron a correr. "Gaby saltó una zanja y cayó contra un tejido. Gabito seguía a los tiros. Gaby se levantó y un amigo lo quiso ayudar. Corrieron unos metros y cayó. Los tiros siguieron", evocó una chica. El adolescente quedó inmóvil, con dos tiros 9 milímetros, uno en el pecho. El atacante bajó de la moto y le pegó patadas en la cara.
No fue azar. Del fallo se desprende que lo mataron a Gaby como podría haber caído cualquier otro. "A Gaby nunca lo corrieron a los tiros, no sabía escapar", relató una amiga. Todos contaron que Marcelito manejaba con el arma en la mano, que disparó y que en el pasillo le pasó el arma a su hermano, quien realizó los tiros letales. "Tiraban tiros por tirar", dijeron, y describieron a los agresores con todo detalle: sus piercings, tatuajes y hasta un diente de lata.
La jueza evaluó que es "tanta la seguridad y contundencia" de los testigos que "no puede adjudicarse al mero azar" que señalaran a Gabito como autor. Fijó la pena de 14 años que había pedido la fiscalía. Tuvo en cuenta "el daño causado, habiendo sesgado una vida joven, de apenas 13 años" y "la futilidad del móvil, la rivalidad entre dos hinchadas, que se iniciara con una bandera arrebatada". Entre otras pruebas, consignó una publicación de Garay en su Facebook, al que subió fotos suyas con armas. El 28 de octubre, dos días después del arresto de su hermano, escribió: "Ufff. Cómo safé". Pero cayó preso a los 20 días.