Nogoyá.— Ser travesti a los 17 años, ir al colegio, ser escolta de la
bandera y estar parado ante el mundo no es cosa fácil. Quien fue Lautaro González y hoy es Kylie lo
sabe. La foto de esta travesti no dice mucho; menuda, morocha y con senos inciepientes logrados a
base de hormonas. Su vida sí se deja escuchar.
"A los cuatro años jugaba con muñecas, las tengo guardadas igual que los zapatos
con taco y las pinturas. En el jardín de infantes, se lo dije a mi mamá y ella no tenía ni cómo
entenderlo ni cómo defenderme, así que intentó taparlo. Ella no estaba asesorada como ahora estoy
yo", cuenta. El espejo era un pozo a sus ojos y le devolvía un Lautaro que no quería ser.
Los días fueron detrás de esta historia en una ciudad de Entre Ríos. "En Nogoyá
empecé a salir de a poco. A los 14 años era hombre de día y de noche mujer. Me hice amiga de otras
chicas y en el ambiente era la más chica, sigo siéndolo. A los 16 me hice travesti, después de un
trabajo con mi doctora hormonal, mi abogado, mi médico y mi psicóloga". El nombre Kylie se lo
pusieron en una "fiesta de mariposón en un boliche", cuenta. El adolescente travesti suena
correcto, preciso, adulto, urgente.
Con los médicos aprendió a "enfrentar la soledad, a aceptarme y pelear por mis
derechos". Y mientras era criado por su familia, que notaba en él "algo diferente, el límite de eso
no", siempre estaba "volcada a lo femenino y soñaba que un amiguito era más que eso". Y el fuego
invisible crecía.
Pero pueblo chico es infierno grande y Kylie erraba por las calles de Nogoyá en
un cuerpo nuevo. "Tengo una adolescencia tranquila, no tengo amistades por que soy muy reservada y
me aboco a mis estudios. No me enfoco en los demás. A veces salen a atacarte, pero muchos me
felicitan por mi forma de ser", dice.
Primero fue una duda, una nube en la cabeza de Kylie que se extendió a sus días,
a su escuela, a su barrio. Después, una certeza. "Mi primera relación fue con un hombre a los 14
ños. No tengo novio y no me atraen las mujeres para nada. Las aprecio como a mi hermana o mi mamá,
como amigas, y me llevo bien". Los ojos negros azabache de Kylie son duros, acostumbrados a ver por
sobre otros ojos.
"De un hombre me atrae lo intelectual, lo pedagógico, no lo físico. Me interesa
que sea inteligente", dice segura y conforme.
"Tengo mucha confianza con mi mamá y desde el momento que me aceptaron como soy
sé que no voy a tener problemas en traer un novio a casa, el tema es que el chico se la aguante",
reconoce.
No es una persona con más dilemas que un cambio de sexo, "sexo masculino-género
femenino", como dice. "Tengo la suerte de decir que soy travesti por naturaleza. Nunca tuve abusos
ni nada parecido. El travesti que se aboca a ser mujer piensa como mujer. Yo sé que no soy mujer,
soy travesti. Pero a lo masculino no me une nada". Es clara.
Por todas partes. La noticia fue extraña. "A una travesti le permitían asistir
al colegio vestido de mujer". Y corrió por todo el país. Entre el jueves y el viernes hizo 71
entrevistas a medios de comunicación. Esta es la 72. "Me cansé de decir todo, pero es una forma de
protegerme también, no me interesa la fama". El año pasado Lautaro decidió que en quinto año la
escuela la terminara Kylie.
"Tenía determinado empezar este año como travesti. Entonces surgió esto: me
asesoré con mi abogado y pedí una serie de cosas. En junio comencé con hormonas y ya tengo cuerpo
de mujer. Por otro lado entendí que a los chicos de los cursos inferiores de la escuela podía no
gustarles. Tengo que cuidar tanto mi privacidad como mi entorno", reflexiona.
Kylie, la de ahora, tiene un promedio de 8,80 de la escuela Dr Antonio Sagarna y
es escolta de bandera. Su caso fue tratado por directivos de la escuela y el consejo consultivo y
el Consejo General de Educación de Entre Ríos. "No podemos hacer otra cosa más que respetar su
elección, la de sus padres y la decisión de la escuela", sostuvo en declaraciones a la prensa la
presidenta del Consejo General de Educación y ex senadora nacional Graciela Bar.
Para la escuela será, en los papeles, Lautaro, pero ella sabe que es Kylie.
"Pedí un baño distinto y esta semana me lo dan. Esto no es un problema, es un asunto para debatir.
Mi abogado hizo un acta pidiendo la autorización a la escuela. Ellos se asesoraron y acá
estoy".
Y hace un alto en la charla, "mis docentes son bárbaros, me cuidan y no es como
los medios, que se sorprendían. Siempre hay gente que no entiende pero acá eso no me pasa".
En Nogoyá hay un "20 por ciento de gente que me ignora o rechaza, pero un 80 por
ciento me apoya o bien no le interesa mi vida, y eso es bueno", dice.
Las noches de Kylie son como las de todos los adolescentes. "Voy a tomar algo al
boliche del pueblo. Me conocen y no me molestan. A la noche soy una mujer, me halagan y los chicos
se me acercan".
Un tema recurrente en reportajes de minorías sexuales es la prostitución. A
Kylie no le interesa el tema y quiere caminar por la calle "como una persona común". Ve su futuro
en el estudio. "Me gusta mucho la historia, la ciencia política o las artes. Pero a cada cosa sé
que quiero estudiarla mucho. Hasta recibí ofertas de trabajo, pero quiero estudiar. Sé que me va a
ser difícil conseguir empleo, pero ese es otro paso a dar".
Le gustaría operarse, ser mujer en todo sentido pero "no está dentro de mis
posibilidades económicas". dice.
Es un cuerpo plagiado el que lleva y falta mucho por recorrer. Pero es el cuerpo
que le tocó, el que piensa cambiar y compartir con su entorno, con sus días futuros que, sabe, no
serán fáciles.