Él sólo escribe para que lo lea ella y ella no lo lee y si lee no se lo dice.
Él sólo escribe para que lo lea ella y ella no lo lee y si lee no se lo dice.
Y escribe, por ejemplo: “Cada vez que sus miradas se cruzan pasa algo. Puede ser amor, deseo, dolor, reproche, enojo, miedo, soledad, reclamo, muerte, pero jamás aburrimiento, indiferencia, anonimato, olvido, horror, abulia, hastío. Puede haber ninguneo, pero es un ninguneo provocado, intencional, elaborado, racional, pensado, frío, un boomerang de hielo que vuelve a diluirse en el fuego que lo lanza”.
Y escribe, también: “Ella lo sabe. Sabe perfectamente que las flechas van y vienen, y que a veces están envenenadas. Y sabe que ningún escudo puede detenerlas. Pero prefiere no tocar mi pecho ensangrentado. Elige no mirar sus senos que me apuntan en el medio de la tarde. Opta por el gris que tapa el rojo”.
Entonces deja de escribir. Se sirve un trago, mira la ciudad a través de la ventana.
Ella lo leerá y no dirá nada.