"Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el resorte misterioso de un Ideal" (El hombre mediocre, p. 9). Con estas bellas palabras José Ingenieros caracterizó la moral del idealista. El idealista es aquel que se rebela contra el orden establecido, que desafía lo estipulado por las mentiras propaladas por los voceros del sistema de dominación como verdades absolutas e inmutables. El idealista no concibe la vida si no está orientada por esa rebeldía a la mediocridad que lo obliga a ser cada día mejor. La política argentina ha dado, en mi opinión, ejemplos magníficos de temperamentos idealistas. Idealista fue Mariano Moreno, implacablemente combatido por Saavedra. Idealista fue Manuel Belgrano, el héroe de las guerras de la Independencia, quien no pudo ocultar su tristeza y desolación por la violencia reinante justo el día de su muerte. Idealista fue José de San Martín, quien se negó a utilizar su sable en contra de sus compatriotas. Idealista fue Lisandro de la Torre, quien tuvo el coraje cívico de denunciar en el Senado la corrupción del orden conservador. Idealista fue Ernesto Guevara, quien tuvo el coraje de vivir y morir según sus principios revolucionarios. Estos ejemplos demuestran que política e idealismo no tienen por qué ser incompatibles como el agua y el aceite. La política no tiene por qué ser necesariamente el uso descarnado del poder, como lo sostenía el gran Maquiavelo. La política no tiene por qué ser necesariamente una trituradora de esperanzas e ilusiones. La política no tiene por qué ser sinónimo de mentira, engaño, subestimación. El próximo 28 de junio tendremos la oportunidad de apoyar, a través del voto, un modelo de país incluyente y no excluyente, para todos y no para pocos. Tendremos la oportunidad, en suma, de exteriorizar nuestro deseo de confirmar la continuidad de un proceso iniciado hace seis años que, en mi opinión, persigue, pese a sus defectos (algunos muy notorios), ese idealismo político enarbolado por los prohombres mencionados más arriba.