La primera parte de la charla con Paco Ibáñez ocurrió a la salida de Aeroparque.
Tras unos diez minutos de charla, donde el legendario cantante español habló de sus recuerdos de
Rosario, los viejos discos y poco más, a Paco se le movieron las baldosas bajo los pies, le tembló
la mandíbula, se le pusieron rígidos los dedos de las manos y, sobre la testa, se le aplanaron los
despeinados cabellos entrecanos. Un avión, a punto de aterrizar, acababa de pasar por encima de su
cabeza en medio de un zumbido insoportable. “No entiendo cómo la gente puede vivir así, con
un aeropuerto en medio de la ciudad. ¡Es insoportable!”, bramó en medio de un par de insultos
quien pusiera música a los poemas de los principales poetas hispanoamericanos a fines de los años
60, emblema de la resistencia al franquismo y una de las voces más inspiradoras de aquellos
tiempos.
Paco, que en la noche del martes próximo cantará en el Parque de España como
parte del programa del Festival Internacional de Poesía, reinició la charla en el Club de Pesca, en
la costanera porteña, donde la música yanqui, ¡joder!, terminó “envenenándole” la
comida. El español volvió a bramar y a pedir públicamente un tanguito. Claro que en vano. También
habló de Jorge Luis Borges. Con mucha gracia y admiración y, sobre el final de la charla, se
despachó a gusto sobre el fútbol y la selección española.
—¿Cómo será su recital en Rosario? ¿Con quiénes vendrá?
—Vendré conmigo (risas). Con mi guitarra, mi voz, con César Stroscio, un
gran bandoneonista que integraba el Cuarteto Cedrón y que ahora me está acompañando en esta gira,
además de Carlos Padula en guitarra. Además, José Luis Torres, que es de Rosario, cantará una
chacarera. Además, me ha prometido un surubí, así que espero que cumpla. Una vez comí surubí en
Santa Fe, fue increíble. Cuando Colón descubrió América yo descubrí el surubí.
—¿Recuerda cúal fue su última visita a Rosario?
—Fue en 1985, junto al Cuarteto Cedrón. La primera vez fue en el año
71.
—Con el Cuarteto Cedrón grabó en los 70 “La cantata del gallo cantor”.
¿Cómo la recuerda? En Argentina era una obra de culto, solamente llegaban algunas copias
clandestinas en casetes desde Europa.
—Es una obra que tiene y tendrá siempre un valor poético y documental, por
lo que cuenta (la masacre de Trelew), por cómo Juan Gelman escribió los poemas y, encima, con la
música de Juan Cedrón. Refleja un período negro de la Argentina. Cuenta una historia que existió y,
seguramente, la muestra al mundo para que no vuelva existir. Una obra maestra.
—¿Por qué cree que nunca se reeditó?
—Por el tipo de sociedad que tenemos, desgraciadamente, dominada por las
multi. Fíjate, ahora estamos en el Club de los Pesca y están pasando música yanqui. Se te meten
hasta en los zapatos. Me pregunto, ¿por qué tenemos que soportar la omnipresencia de esta gente?
Los camareros, todos sonrientes, te sirven de mil maravillas. Y les preguntas: “¿No tienes un
tango para poner?”. Y entonces contestan, sin que podamos entenderlo, “oh, no no, rrr
rrr rrr...”. Así que hay que estarse quieto, hay que escuchar a estos gringos cantar,
comiendo, tomando algo, y consumiendo esta música yanqui. Pues, aquí te sientas aquí la
tienes...
—Puede elegir la comida pero no la música.
—Exactamente. ¡Pero es que con esta puta música te envenenan la
comida!
—¿Qué significado tiene Paco Ibañez para la generación de los 70?
—Bueno, seguramente tiene un significado de representar una ilusión, un
proyecto, y representar un querer ser lo que cada uno por dentro ha decidido ser. También estamos
hoy queriendo acompañar a los que pretenden ser otra cosa porque están hartos de algunas
cuestiones. Es medio complicado de explicar.
—¿Cuénteme de su último disco titulado “Paco Ibáñez”?
—Hace algunos años grabé “Fue ayer”, un disco que recuerda las
vivencias de París junto a (Jesús) Soto, recordando aquellas noches. La primera canción (susurra:
“Paisaje de Catamarca / con mil distintos tonos de verde / un pueblito aquí otro más
allá”, la zamba de Polo Jiménez) la canto con Soto. Después hice “Paco Ibáñez”,
una recopilación de canciones que ya había grabado alguna vez más cuatro o cinco nuevas que se
incorporan sobre los poetas andaluces.
—¿Es cierto que está preparando un disco sobre poetas latinoamericanos?
—Sí, sí. Me faltaba venir a Latinoamérica para empaparme un poco más sobre
el disco y los poetas, y cuando vuelva a España le daremos un final. Es un disco que me ilusiona.
Alfonsina Storni, César Vallejos, Rubén Darío y Pablo Neruda, entre otros, estarán ahí.
— ¿Qué le pasa con Borges, se le sigue negando?
—Bueno, Borges parece que está enfadado conmigo y no sé por qué (risas). A
lo mejor algún día logro convencerlo de que yo no le hice nada malo. No me sale, exactamente. Le
quiero hincar un diente pero cada vez que lo intento me quedo sin dientes. El día que salga algo
bueno bailaré una jota.
—¿Con qué poeta tiene una asignatura pendiente?
—Borges, Juan Gelman, aunque ya canté algo de él en la
“Cantata”, y González Tuñón, que es el poeta argentino que más he querido. Aunque
lo hace muy Juan Cedrón, así que yo no me meto, él podría enojarse conmigo (risas).
—Hay una frase suya que dice que “Menos fútbol, más cultura y más
conciencia”, pero la realidad indica que España ganó el último Mundial de Fútbol.
—No no, España no, sino un grupo de jugadores que le dan patadas a un
balón y que les importa un carajo todo lo demás. ¿Comprendes? A mí no me representan.. No me siento
representado por ellos. A mí alguna vez me gustó el fútbol , pero no este espectáculo y negocio que
sólo representa la dominación y la idiotización de las masas. Yo no lo puedo aceptar, es un negocio
realmente asqueroso. Son como una caricatura de la vida y los valores que hoy encarnan los
jugadores es el dinero, pero en el fondo son hijos de sus dueños. En realidad, no es que les tenga
antipatía pero simpatía tampoco.