"Quedate tranquila que acá no te va a tocar nadie... Yo por vos mato". Esta fue
una de las tantas frases que dijo haber escuchado M., una portera escolar de 42 años, en el lapso
de ocho horas que un hombre la mantuvo cautiva en un rancho de Nuevo Alberdi Oeste. La mujer fue
capturada cuando iba a trabajar en una escuela que queda a unas 10 cuadras de su hogar. Un hombre,
según su denuncia, le salió al cruce y le puso un cuchillo en las costillas. Así la llevó,
caminando siete cuadras, abrazándola como si fueran una pareja. La hizo entrar en un rancho, en una
zona de villa ubicada a unos 300 metros de la casa de la víctima, y la violó reiteradamente. Luego
la dejó ir y desapareció. Ayer los vecinos de la villa le quemaron la precaria vivienda.
M. tiene 42 años, un esposo y cuatro hijos de entre 19 y 25 años. Vive en Nuevo
Alberdi Oeste desde hace dos décadas. Su trabajo, una escuela primaria en la que trabaja como
portera desde hace 13 años, está a unas decenas de cuadras de su saca, del otro lado de la vía, esa
frontera que divide al barrio en dos. "Esto es muy difícil para todos y esperemos que a este tipo
lo agarren de una vez", contó ayer la mayor de los hijos de M.
La pesadilla. El lunes a las 6.30 M. salió de su casa y caminó hacia el trabajo.
"Ella entra a las 7, pero siempre le gusta llegar un rato antes", relató su hija. Cuando había
hecho ya tres cuadras e iba a cruzar la vía que corre paralela a calle Granel, a la altura de la
plaza, un hombre le salió al cruce.
"El tipo le apoyó el filo del cuchillo en el cuerpo y la abrazó como si fueran
una pareja. La llevó caminando por Joaquín Suárez hasta Ciudadela y por esa calle hasta la villa
que está a la altura de la cortada Pozos", indicó la joven. "Mientras caminaban mi mamá se quiso
zafar y le mordió la mano. Pero el tipo le pegó una trompada en la nariz que la hizo sangrar",
explicó.
Así, con las primeras luces del alba, M. y su agresor caminaron sin que a nadie
les resultara sospechoso más de siete cuadras. Luego hicieron otros 200 metros hasta un pequeño
rancho en lo que todos conocen como "el campo de Pateta". El hombre metió a su víctima en el rancho
y lo cerró del lado de adentro con cadena y candado. A M. la ató con trozos de sábanas y la
amordazó.
Víctima no casual. Después la violó varias veces. Lo que describió la hija de la
víctima lleva a pensar en un ataque construido sobre una obsesión. "El tipo le dio un perfume con
caja y todo y le dijo: «Yo sé a quién se lo comprás». Después era como iba todo el tiempo de la
euforia al llanto, como si estuviera drogado. También le contó que hacía poco que había salido de
la cárcel de Coronda y que la había estado observando", relató.
A las 13.45, el victimario acompañó a su víctima hasta la esquina de su casa y
nadie lo volvió a ver. Desde las 8 de la mañana, cuando desde la escuela llegaron hasta la casa de
la portera para saber por qué no había ido a trabajar, su familia la estaba buscaba
desesperadamente. M. fue revisada por un médico policial y otro forense. Le comprobaron además
golpes en un codo y en la nariz. Ya ante personal del Centro de Atención a las Víctimas de Delitos
Sexuales, según contaron a este diario fuentes judiciales, la portera hizo una minuciosa
descripción de su captor. Un hombre de entre 25 y 30 años, con los brazos cortajeados y el cuerpo
cubierto de tatuajes. También pudo identificar donde estaba ubicada la casilla donde estuvo
retenida.
El rancho está en la villa que comienza a la altura de la cortada Pozos
(Ciudadela al 3200) hacia el sur. Ayer a la mañana los vecinos de ese lugar ardían de furia. "Acá
todos tenemos hijos y tenemos miedo", relató una vecina.
La revancha. Esperaron que los policías de Rastros terminaran su tarea y
pendieron fuego la casilla. Los vecinos aseguraron que de la vivienda la policía se llevó para
peritar distintos elementos (que fueron descriptos con lujo de detalles) y una ropa interior de
nena. Casi en ese mismo momento en la subcomisaría 2ª, se entregaba un muchacho, hijo de otra
portera de la misma escuela, quien le había dado refugio al supuesto violador.
En la villa contaron que el hombre al que acusan de violador hace un mes que
está en la barriada, desde que había salido de prisión. Nadie dijo saber como se llamaba o porque
apodo se lo conocía. "Venía a la tardecita y a las 8 de la mañana cerraba todo y desaparecía", dijo
un vecino.