"Esto es una batida. Tenga cuidado con quien habla". Esa frase fue lo primero que escuchó Mariana Morales, docente de 42 años, de uno de los dos ladrones que la emboscaron el domingo a la noche cuando llegaba con su hijo de 13 años en una camioneta a su casa de Granadero Baigorria. Los intrusos amordazaron a la mujer y la obligaron a entrar en la propiedad. En un instante, el esposo de Mariana que dormía en la planta alta se encontró a merced de un tercer asaltante. Los malhechores recogieron 1.400 pesos, artículos electrónicos y computadoras portátiles. Con el botín en su poder, se marcharon en el vehículo de los dueños de casa.
Cerca de las 23.30 del domingo, Mariana llegó en una Ford Ecosport a su casa de Rosario al 400, en el barrio Paraíso de Granadero Baigorria. La acompañaba su hijo Agustín, de 13 años. Estacionó el vehículo en el garaje semicubierto de la propiedad de dos plantas ubicada frente a la ciudad deportiva de Rosario Central.
Apenas alcanzó a cerrar el portón cuando fue sorprendida por dos desconocidos. La mujer escuchó enseguida que uno de los ladrones le decía saber que había dinero en la propiedad.
¿Y la caja fuerte? Esto sorprendió a Mariana, pero el desconcierto y el miedo aumentaron cuando el hombre le preguntó dónde estaba la caja de seguridad. "No hay ninguna caja fuerte", murmuró la docente. Entonces, el ladrón interrogó a un cómplice a través de un celular. "¿La casa es la que está detrás de la sodería?". Lo mismo le preguntó a la mujer. Mariana respondió que no había ninguna sodería en la zona. Al parecer, los intrusos se percataron entonces de que contaban con un dato equivocado. Pero lanzados como estaban no interrumpieron el robo.
Lo primero que hicieron los intrusos fue inmovilizar a la dueña de casa y su hijo. "Yo les di la llave del auto. Enseguida nos hicieron bajar la cabeza. Me pusieron una campera encima y me encintaron la boca, pero antes me preguntaron si vivía sola y les dije que mi marido estaba durmiendo arriba", relató la mujer. David Lazzaro, el esposo de Mariana, descansaba en la planta alta con los auriculares puestos ajeno a lo que estaba ocurriendo.
Malentendido. La docente intentó tranquilizar a los maleantes diciéndoles que podían llevarse todo lo que quisieran, pero los intrusos le dijeron que querían "plata". La mujer replicó que lo único que tenía era los 900 pesos que acababa de sacar de un cajero automático. La respuesta de Mariana no convenció a los intrusos. Entonces, la mujer y Agustín fueron obligados a subir con sus captores a la planta alta de la casa. Apenas llegaron, el desconcierto de la docente fue aún mayor cuando distinguió a un tercer ladrón sobre la cama. Este sujeto había despertado a David con un certero golpe en el lado izquierdo de la sien. Ayer, el dueño de casa tenía un hematoma debajo del ojo izquierdo.
El momento de mayor tensión fue cuando los ladrones buscaban dinero y el efectivo no aparecía. "Nos dijeron que si encontraban plata «nos iban a quemar». Les dije que mi hijo tenía guardados 100 pesos en una latita, pero yo tenía terror de que no me creyeran", contó. Mariana tuvo que quedarse con Agustín en la habitación, mientras que su marido fue obligado a bajar a la planta baja. "Me pusieron el cubrecama encima y que me callara la boca", recordó.
De pies y manos. Una vez allí, el marido debió entregarles los 400 pesos que estaban destinados para pagar una cochera. Poco después, el hombre fue llevado a la habitación. Allí lo arrojaron al suelo y le ataron con precintos plásticos las manos y los pies.
Sin más obstáculos, los malhechores revolvieron todos los rincones de la casa hasta que encontraron elementos de valor. Recogieron la guitarra y el amplificador del hijo mayor del matrimonio que no estaba en ese momento, una netbook, un televisor de 24 pulgadas que la pareja había comprado tres días atrás, dos notebooks, las alianzas matrimoniales y los 800 pesos que había retirado la mujer de un cajero automático.
Con el botín en su poder, los intrusos se subieron a la Ecosport y se esfumaron. "También se llevaron la mochila en la que estaban los libros del nene", se lamentó la mujer. Hasta anoche, la camioneta no había aparecido. Los asaltantes, menos.