"Es un cuenco abierto hacia afuera, etéreo y con un techo ondulante que suaviza
la lógica volumétrica e intenta mimetizarse con el océano", dicen los organizadores del mundial
sobre el estadio Green Point. Quienes tenemos otra idea sobre las canchas de fotbal, debemos
comprender por qué a esa gente se les da por hacer olas, surgidas del mar y finas graderías.
Es difícil que un futbolista salga a tal paraíso a "matar o morir". Pero ahí,
nuestros gladiadores rumiarán gloria, so pena de no regresar sin la copa.
El Green Point, al pie de apacibles playas atlánticas y moderadas montañas, "fue
concebido como un objeto escultural, con un respeto genuino por la belleza del paisaje natural de
la ciudad", explican.
Pero en esas praderas peligra el espíritu épico, esa conmovedora osadía que
recalienta las almas al acercarse a la cancha del Docke, entre nubes de mugrosas sustancias que
brotan del Riachuelo, mientras rostros tallados a trompadas cortan al aire.
En nuestros desarmaderos de gente (canchas) no se registran peloteros, y es
imprudente llevar niños, salvo en penitencia. Pero, el Moses Mabhida (Durban), con su "arcada
delineada en símbolo de la unidad tras el apartheid", tiene hasta áreas de juegos infantiles.
Viejos estadios, como el Free State (Bloemfontein) y el Loftus Versfeld
(Pretoria) fueron rediseñados y nada quedó de legendarias canchas. El Ellis Park (Johannesburgo)
perdió su magia y fue rebautizado como Coca Cola Park, y no por una ancestral leyenda.
Los biólogos tienen al Peter Mokaba (Polokwane), con forma de baobab,
tradicional árbol africano. Y, también está el Mbombela (Nelspruit) cerca de una reserva ecológica,
pero edificado sobre chozas sin luz ni agua. Hasta se asemeja a la atmósfera de los prados de
Jáuregui, entre jaurías de cimarrones animales e hinchas de Flandria.
Para un turismo de aventura, no hay como trepar al Ferrocarril Belgrano Sur,
ramal González Catán e intentar llegar al predio de Lafe (Laferrere).
En Sudáfrica faltan atractivos. No existe la ventaja deportiva, minutos de
gracia que aquí se dan a visitantes para huir de los locales y cuidacoches. Tampoco tienen
"recorridos antipiñas", senderos urbanos diseñadas para que seguidores de un club, y sus
perseguidores, sólo se crucen en peajes donde se paga con sangre.
Será difícil revivir grescas más creativas que esas habituales entre hinchadas,
cuando en coloridos combates se trenzan sectores de una misma barra, en disputa del liderazgo.
Pero, como los estadios mundialistas se diseñaron con "criterios de salas
teatrales, para disminuir la distancia entre el espectador y el campo de juego", al menos se podría
disponer de una accesible línea de tiro a la cabeza del arquero rival, o del propio, de acuerdo a
su perfomance.
Mañana, Figurita 3: El público