Adriana Varela actuará hoy, a las 22.30, en City Center Rosario, Avenida de Circunvalación y Bulevar Oroño, acompañada por Walter Castro (bandoneón), Marcelo Macri (piano) y Horacio Avilano (guitarra).
Adriana Varela actuará hoy, a las 22.30, en City Center Rosario, Avenida de Circunvalación y Bulevar Oroño, acompañada por Walter Castro (bandoneón), Marcelo Macri (piano) y Horacio Avilano (guitarra).
La cantante argentina comenzó su carrera impulsada por Roberto Goyeneche y originó una nueva corriente en el tango a principios de la década de los 90. Desde entonces consolidó una carrera que la llevó por escenarios de todo el mundo que compartió con artistas como Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Liza Minelli, Arturo Sandoval, Celia Cruz, Tito Puente y Daniela Mercury. En diálogo con La Capital desde su casa en Buenos Aires, la cantante hizo referencia a su inesperada llegada al mundo del tango: "Yo soy una de esas personas que en los 90 empezamos a buscar algo que no estaba iluminado, estaba oscuro, sumergido".
—Además de tangos también hace temas de la Bersuit, de Fito Páez, de Jaime Roos.
—Siempre tangueados. Las letras que a mí me gustan, que son urbanas, como "Al olor del hogar", "Tumbas de la gloria" de la que Fito me dijo: "Yo la escribí como un tango". De Sabina hace mucho que canto cosas en todos lados. Me meto con los repertorios que tienen que ver conmigo y les doy el ritmo que tiene que ver con lo tanguero.
—¿La entienden en el extranjero?
—Estuve en México hace poquito en El Plaza Condesa y fue increíble. Es un lugar de rock nada más y la primera persona que llevan que no es rockera fui yo y me fue muy bien.
—¿El sello de identidad de la Argentina es el tango?
—No te quepa la menor duda. No digo que no se escuche otra cosa, pero lo que la gente en el extranjero pide es tango.
—Si en los 70 le decían que iba a terminar cantando tangos ¿qué hubiera contestado?
—¡Ni en pedo! (risas). Nunca escuché un tango en los 70... Ni en los 60.
—¿Qué cantaba en esa época?
—Rock. Era muy difícil pero lo tocaba como podía con la guitarra criolla. Después cantaba canciones de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Fito Páez, Silvina Garré, mucho Serrat cuando era muy chica. El Flaco Spinetta fue el primero que me rompió la cabeza.
—Todo es para caer en aquel verso "primero hay que saber sufrir".
—De "Naranjo en flor" de Virgilio y Homero Expósito: "primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento....".
—Eso se aprende después de los 30.
—Claro. Igualmente a mí me sorprenden muchísimo los pibes ahora. Hay una apertura musical que no es del mercado ¿eh? De alguna manera el rock sufre una especie de caída vanguardista, entonces hay como una búsqueda de la identidad. Yo soy una de esas personas que en los 90 empecé a buscar algo que no estaba iluminado, estaba oscuro, sumergido. Y los chicos ahora escuchan de todo. Son los que buscan.
—Parece que el tango se hubiera sacudido la mufa que tuvo alguna vez.
—Claro, porque el tema era que no nos interesaba porque, además de tener una tremenda información de bandas nacionales e internacionales de rock, el tango quiso ser como fino entre comillas. Y lo digo desde un lugar peyorativo. Entonces se perdió la escencia de lo marginal, de lo orillero, de lo portuario, y eso es lo que fundamentalmente me conmovió a mí y a los pibes los conmueve hoy.
—El problema de los géneros es cuando entran a la burguesía.
—Bueno, vos lo dijiste. No lo quería decir yo (risas).
—Se convierten en cosas impolutas que no pueden modificarse.
—Intocables. Muertas.
—Los ídolos del rock actuales son sesentones y setentones.
—No hay recambio todavía. Parece que todo es muy cíclico. Uno no se imaginaba que iba a pasar esto con el tango y yo soy una pionera si se quiere, en ese sentido: del rock me mandé al tango.
—Hubo cierto escozor cuando usted apareció en escena.
—Hasta mi papá me decía: "Vos estás loca. Estás trastornada" (risas). Me pasó una cosa muy fuerte de descubrimiento.