Las fuerzas políticas que competirán en octubre han proclamado sus fórmulas presidenciales y sus candidatos a legisladores nacionales. El 14 de agosto el pueblo se limitará a convalidar fórmulas presidenciales ya estipuladas, con lo cual ese acto comicial se asemejará bastante a una primera vuelta electoral. Dos meses más tarde, el 23 de octubre, ese mismo pueblo elegirá quién será el o la encargada (todos sabemos quién será) de conducir los destinos del país hasta diciembre de 2015. Hasta aquí, todo se produjo según lo estipulado por la normativa electoral vigente. Todo se produjo dentro de la ley. Nada, por ende, que objetar. Sin embargo todas las fuerzas políticas que competirán en agosto y luego en octubre coincidieron en el proceso de selección de candidatos a vicepresidente y a legisladores nacionales. En efecto, la dedocracia estuvo presente imponiendo sus condiciones. En algunas fuerzas el rey eligió sus candidatos. En otras, fue la reina. Unos pocos se quejaron, pero al final los reyes y las reinas impusieron su voluntad. Los grandes titiriteros y titiriteras maniobraron a su antojo. Los títeres aceptaron con beneplácito sus designaciones (haberse negado hubiese significado el automático ostracismo político). Guste o no guste, el sistema político argentino se rige por el más crudo verticalismo. Las disidencias no son toleradas. El aplauso es muy valorado mientras que el libre albedrío es cruelmente denostado. Quien rinde pleitesía a su majestad tiene muchísimas más chances de hacer carrera (aunque lejos está de tener asegurado el éxito) que quien es rebelde y está siempre predispuesto a criticar y polemizar. Los reyes y las reinas mandan y sus órdenes deben ser obedecidas. Los candidatos a vicepresidente y a legisladores (fundamentalmente éstos últimos) carecen de existencia política propia. Los votos que recibirán próximamente son propiedad exclusiva de los reyes o de las reinas. Conscientes de ello, se resignan a ser ladrillos de una inmensa pared, instrumentos cuya utilidad puede transformarse en inutilidad en cualquier momento. En definitiva, los frentes electorales que competirán primero en agosto y luego en octubre no son más que monarquías absolutas encubiertas. Guste o no guste.