Un arnés comienza a bajar lentamente a Albert Llovera del enorme camión. Una silla de ruedas lo está esperando. Es su mecanismo de movilidad diario luego de haber sufrido "cuando tenía casi 18 años una caída del esquí mientras disputaba una prueba del campeonato europeo" que lo dejó parapléjico. Sin embargo, el andorrano de 49 años no bajó los brazos. Y su espíritu de lucha y amor por la aventura lo llevaron a seguir adelante hasta convertirse en piloto de rally. Hoy está en su cuarto Dakar. Esta vez a bordo de un camión Tatra. Marcha en pos del objetivo de llegar a la meta. Sin dudas, un ejemplo de vida deportiva.
—¿Se puede decir que su aventura empieza desde el momento de subir al camión?
—Es que no es para nada fácil hacerlo. Tampoco es tan difícil. A medida que avanzan los días todo resulta más cansador. De hecho, ya va costando más subir y bajar del camión, aunque una vez que estás dentro de la cabina, a la carrera la disfruto mucho.
—Se ve que disfruta porque es el cuarto Dakar que realiza.
—Por supuesto. Me gusta mucho competir y me gusta mucho el Dakar. Es toda una aventura. Y esta vez más que nunca.
—Desde afuera se percibe que los problemas físicos no son impedimento para competir.
—Hay que saber dosificar un poco todo. El cuerpo te pide muchas cosas, pero la mente es la gran jefa para seguir adelante. Si nos falta algo de físico, la mente nos pone esa parte. Es como que son un equipo desde ese punto de vista. Pero como ando en sillas de ruedas, lo más complejo sigue siendo el día a día en el vivac. Tardo más que todos en hacer las cosas. Y eso representa al final de la jornada tener menos descanso que los más.
—¿Por qué decidió correr con un camión este año luego de haberlo hecho la pasada edición con un Buggy?
—Las cosas van y vienen. Cambian y hay que aprovecharlas. Me surgió esta oportunidad de conducir el Tatra, y como no tenía otra opción, acá me tienen. Si no era el camión, la verdad es que no venía al Dakar.
—¿Es más complicado manejar un camión que un auto?
—Hay que adaptarse. De entrada tuve muchos problemas con los comandos. Es que no habíamos rodado casi nada. Todo ha sido a último momento. Por eso, tenemos que estar contento de lo que vamos haciendo hasta ahora. Esto es Dakar. Hay que vivir el día a día. Y es lo que hago.
—¿Puede ser que eso mismo dijo el año pasado antes de abandonar por un problema mecánico del Buggy?
—Es que tengo bien el 36 por ciento del cuerpo, pero tengo claro que la silla de ruedas la llevo debajo del culo, y no en la cabeza.