La directora, bailarina y docente rosarina Paula Manaker estrena en Rosario “Hombre enterrado”, una obra que, según adelantó a Escenario, está relacionada “con la negación de hospitalidad”. Además de la hospitalidad, explicó, “la otra idea era poder plantearlo como el principio de un fin, o pensar si ese no es el próximo fin, esa relación de no hospitalidad, o de hostilidad con un par, con un semejante. Y otro tema muy fuerte presente es la naturaleza que todo lo devora”.
Manaker, a cargo de la dirección y producción general, está acompañada por un elenco integrado por reconocidos artistas que participaron de propuestas anteriores suyas como “Un dios que se va”, “Olga” y “Oh Imperfecta”, entre otros. El punto de partida en este caso fue el cuento “Hombre enterrado”, escrito por el rosarino Carlos Masinger que llega a escena con la colaboración del dibujante y animador Ange Potier. En el trabajo convergen la danza, la música, el teatro y las artes plásticas y audiovisuales al servicio de una obra que se nutre de la historia sudamericana en tiempos coloniales.
“Hombre enterrado” surgió a través de una coproducción entre el Centro Cultural de España en Asunción (Paraguay) y su par de Rosario y se estrenó en Paraguay el 23 de junio pasado donde Manaker y el equipo ya habían mostrado “Un dios que se va”, sobre textos del autor paraguayo Rafael Barret. La obra cuenta con las actuaciones de Federico Tomé, Marcelo Díaz, Yanina Silva, María Cecilia Mastria y Mauro Lemaire y subirá a escena el viernes 5, sábado 6, viernes 12, sábado 13 y domingo 14 de agosto, a las 20.30, en el teatro del Centro Cultural Parque de España.
¿Por qué eligieron ese texto?
Creo que Masinger lo escribe para nosotros más que haberlo elegido. Cuando nos llega ese cuento era para nosotros. Incluso lo leía y pensaba en las imágenes que podía dibujar o animar Ange. Y a mi me resultaba atractiva la propuesta porque era bastante distinto a lo que había hecho hasta el momento. Nacía la obra con un montón de información que muchas veces la voy buscando o encontrando en el proceso, los personajes, cuántos eran, cómo se relacionaban. Era una nueva manera de iniciar un trabajo, y también quedaba dando vueltas la pregunta sobre toda una cosmovisión, que había que pensar la obra con un hombre enterrado, que es un hombre que en realidad viene huyendo, que ha robado y que llega a tierra sudamericana desde España y que queda empantanado en el monte. Se va encontrando en esa fijación con los fantasmas, sus delirios, el fantasma de la madre, de un hombre que mató.
¿Qué te atrapó de esa historia?
Creo que fundamentalmente, más allá del relato del cuento, lo lineal o la narrativa, lo que de algún modo tiene que ver con la negación de hospitalidad. La idea de situarlo en el siglo XIX y en esa relación de indígenas y conquistadores, de nativos y europeos, podría ayudarnos a pensar algunas vueltas sobre esas relaciones estereotipadas o prescritas siempre, o la repetición de esa historia. La otra idea era poder plantearlo como el principio de un fin, o pensar si no es el próximo fin, esa relación de no hospitalidad, o de hostilidad con un par, con un semejante. Otro tema muy fuerte presente es la naturaleza que todo lo devora, que no tiene una posición moral ni una opinión sino que crece. En ese sentido hay dos tópicos que me atraviesan bastante y me resultan muy interesantes para ilustrar o representar como posibilidades de darle forma o preguntas a eso. En eso y en la posibilidad de trabajar con un equipo de amigos, gente que quiero mucho y compartir tiempo. Y hay algo que pasa en la obra entre nosotros tres, tanto Masinger que hizo la música original y que fue el constructor del retablo escenográfico, el paisaje que construyó con la idea, realización plástica y visual de Ange Potier, pero que cada uno pudo desarrollar algo de su propio imaginario y que cada uno tuvo su propio lugar.
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La bailarina y directora Paula Manaker.
¿Los personajes son una representación de las relaciones de poder?
En la obra quedan un poco ambiguas esas relaciones, pero no está planteado como una cuestión de relación de poder, sino de relación. Diría que ahí queda un poco abierta esa situación que podría ser más cercana en cualquier tipo de vínculo o relaciones más actuales.
Hablaste de la hospitalidad, con un personaje atrapado, en este momento de grandes movimientos migratorios mundiales, o personas atrapadas en medio de guerras, problemas económicos, terrorismo. ¿Qué lectura se podría hacer de la actualidad a través de la obra?
Hay varias capas en eso. Hay una que es más material y que tiene que ver con la vuelta a algo muy artesanal, como la necesidad de ocuparnos en el tiempo de una cosa bastante primaria y de trabajo colectivo y a veces nos vamos alejando de eso. Por otro lado lo más interesante no es solamente plantear esa situación de hostilidad entre pares, sino también ponerla en cuestionamiento respecto de los roles. Hay una forma de vincularse entre los personajes que por momentos oscila en la posibilidad de repensar ese rol como un lugar fijo o estático. Yo trabajo ahí intentando conmocionar al espectador empatizando con uno y con otro y confundirnos respecto a cómo posicionamos respecto a uno o a otro. Pero ya cuanto estábamos ensayando nos dimos cuenta que podía ser una obra contemporánea, como la misma obra pero en la actualidad. En momentos se vuelve como algo de terror, en eso de dejar morir a otro, pero creo que también la distancia de situarlo en otra época nos permitió desarrollar algo más estético y visual, es decir que genera una distancia que permite entrar de otra manera. La obra está un poco indefinida en su género, hay algo de todos los géneros pero ninguno prevalece.
También mencionaste la naturaleza como algo que devora, como puede hacerlo la naturaleza humana con las personas a través del poder, la ira, la crueldad, la ambición...
Me parece que acá revertimos esos temas para pensar que el abandono también es una forma devorante; restarle el cuerpo, el apoyo, la hospitalidad, también produce esa desaparición, y ahí se pone en juego algo de eso, mirándolo también desde otro lugar. No solamente es esa máquina que todo lo arrasa, sino que en ese arrasar hay muchos olvidados.