Juventus ganó ayer el primer chico en una de las semifinales de la Liga de Campeones, al vencer 2-1 a un Real Madrid muy gris que cayó víctima de errores infantiles y el empuje del rival. Morata abrió la cuenta para la Vecchia Signora y Cristiano Ronaldo igualó antes del descanso; pero Carlos Tevez, en el complemento, le dio a la Juve el triunfo al transformar un penal que él mismo provocó.
Recién conquistada la liga italiana, el Juventus Stadium fue una fiesta y una olla a presión que plasmaba a la perfección la grandeza de unas semifinales de Champions. Empujado por un ambiente intimidatorio, el equipo italiano no especuló y fue desde el arranque por su rival, que tardó diez minutos en enterarse de que había llegado a Turín para jugar una semi.
El primer gol local llegó a los 8’ tras una enorme desatención del merengue. Tevez encontró un profundo agujero en la zaga y disparó, pero Casillas ahogó el grito de gol del argentino. No obstante el peligro siguió, Pepe no estuvo atento al rechazo y Morata, entrando por atrás, empujó la pelota a la red.
Así la Juve tuvo el partido donde quería mientras que Real Madrid pareció sumido en la nube del desconcierto. Ni atacaba ni defendía. James Rodríguez, Isco y Cristiano Ronaldo comenzaron a manejar la pelota y Juventus a replegarse. Así el encuentro fue cambiando de color y Real Madrid pudo igualarlo tras una gran jugada colectiva. Movió la pelota de lado a lado con paciencia hasta que James se desmarcó, recibió la pelota y puso un centro de oro para que Cristiano, de cabeza, establezca la igualdad.
La segunda parte navegaba en la intrascendencia hasta que un tiro de esquina a favor del Real Madrid terminó en el segundo gol de la Juve. Tras un rechazo el balón quedó en los pies de Tevez, quien realizó una veloz carrera hasta que fue derribado por Carvajal, casi infantilmente, ya que lo pudo evitar. Luego el ex Boca cambió penal por gol.
Ahí Ancelotti movió piezas: sacó a Isco y metió a Chicharito en el ataque. La respuesta de Allegri fue pasar a jugar con defensa de cinco con la entrada de Barzagli y así resucitó el viejo catenaccio.
En ese contexto, Real Madrid comenzó a jugar en campo italiano, pero sin crear peligro. Cada centro rival al área fue a parar a las cabezas de los numerosos centrales italianos, cómodos con el previsible ataque blanco. El equipo español no tuvo ni argumentos colectivos ni respuestas individuales para dar vuelta la historia. Ahora, si quiere repetir la final, deberá remontar el resultado la próxima semana en el Bernabeu, pero para eso tendrá que jugar mejor.