La acusación de "narcosocialismo" pronunciada por el diputado Andrés Cuervo Larroque, la salutación posterior al exabrupto que le hizo Agustín Rossi y los dichos del presidente del PJ santafesino, José Luis Freyre, sobre una potencial intervención a la provincia de Santa Fe hicieron explotar la bucólica tarde de sábado hasta lograr que todo el Frente Progresista convergiera para proteger al gobernador Antonio Bonfatti.
Las derivaciones del narcoescándalo, mientras el comisario Hugo Tognoli sigue preso, impactaron de lleno en la política santafesina y será imposible pensar que no teñirá todo el escenario electoral. Mientras justicialistas, socialistas y radicales desparraman adjetivos, acusaciones y llamaradas de desconfianza, en algún lugar del mundo Miguel Del Sel se restrega las manos. Es el primer trazo grueso de una historia que parece cargarse día a día.
El socialismo no entendió en su momento la parte más brutal del kirchnerismo, y ahora lo embarga la sensación del despecho. Lo expresó en palabras firmes y duras Hermes Binner, el blanco fijo de la ofensiva, en una entrevista que hoy publica LaCapital (ver página 16). "Hay un antes y un después" en la relación con el gobierno a a partir de la vocinglería de Larroque, sostuvo el ex gobernador que, curiosamente, eligió la palabra "deslealtad" para referirse a Rossi. En verdad, la foto de Rossi y Larroque tras la andanada dialéctica del dirigente de La Cámpora, refleja de manera empírica la nueva realidad en el kirchnerismo.
Unidos y organizados. La Cámpora encabezó durante mucho tiempo la línea dura del relato, casi sin ningún tipo de vínculo con el afuera. La decisión de incluir a todos los sectores oficialistas en Unidos y Organizados se hizo desde el gobierno con la intención de evitar aterrizajes suaves en el discurso. Ahora todos están encuadrados y casi sin posibilidades de salirse del libreto. Y, esta vez, el guión está direccionado sin ambages hacia la provincia de Santa Fe.
Es verdad que el socialismo, el Frente Progresista, ofrece por primera vez un flanco extremadamente vulnerable desde que hace pata ancha en el territorio. El derrotero de la inseguridad, con su ráfaga de crímenes violentos y olor a mafias, terminó de descarrilar y de hacer impacto en el jefe de la policía, además de quedar al desnudo que buena parte de la cúpula está siendo sospechada.
Hasta aquí quedó en evidencia la existencia de gruesos y groseros episodios de corrupción en la policía. La responsabilidad política de poner al zorro a conducir a las gallinas es ineluctable. Por eso, un sector de la oposición empieza a a intentar canalizas esas responsabilidades en ministros del gabinete. La interpelación a Raúl Lamberto no es la única que tienen en mente los opositores: buscan la forma de tener frente a frente al ministro de Gobierno, Rubén Galassi.
Es más, puertas adentro de la Casa Gris, están convencidos de que la cadena de interpelaciones terminará en el gobernador Bonfatti. Por todo esto, además del clima de asfixia, los dichos de Freyre blandiendo la chance de la intervención federal le sirvió al gobierno para victimizarse y salir con los tapones de punta contra el justicialismo.
Agenda urgente. Mensurar la posibilidad de intervención a la provincia de Santa Fe es un auténtico dislate. Pese a la gravedad de la situación que se vive en torno al narcoescándalo, nada parece indicar que existan condiciones objetivas para plantear una medida de excepción como la intervención federal. Eso sí, el gobierno tiene la responsabilidad inmediata de producir soluciones, clavar el cuchillo hasta la médula en la institución policial y sacar del camino cualquier estorbo que impida ir en esa dirección.
El enrarecimiento político de la situación no es un dato menor atento a la inédita situación institucional que se registra en Santa Fe. El gobierno deberá convivir con una Legislatura opositora hasta el año 2015, cuando llegue el recambio en lo más alto del poder. Hasta hoy, el vínculo ha sido de una innegable madurez: el justicialismo y el PRO le posibilitaron al Ejecutivo disponer de una reforma tributaria que, de no haberse aprobado, hubiera limado hasta límites gravísimos las arcas públicas. ¿Cómo seguirá la relación tras los fortísimos cruces de las ultimas semanas?
El candor socialista. Al socialismo le explotó en la manos una relación por lo menos candorosa con el kirchnerismo. Admite hoy Binner lo que tanto se escribió en esta columna respecto a funcionalidades y adhesiones. Los legisladores socialistas votaron la mayoría de las leyes claves de la Casa Rosada: la ley de medios, traspaso de las AFJP y la estatización de YPF tal vez esperando otro trato del gobierno nacional. Mantuvieron ese candor pese a que la presidenta de la Nación pronunció sus tres palabras preferidas frente a una multitud reunida en el Monumento Nacional a la Bandera ("vamos por todo") mientras Mónica Fein recordaba las virtudes cívicas de Manuel Belgrano. Hoy, los socialistas se sientes despechados.
El ingreso de la política dura como apéndice del narcoescándalo no ofrece demasiados matices como para hacer creer que la cuestión se desvanecerá por el paso del tiempo. Anoche mismo, desde el justicialismo santafesino se leía el llamado de Bonfatti a conferencia de prensa como un paso concreto hacia una estrategia de victimización.
"No vemos ninguna decisión política que nos haga pensar que quieren ir al fondo con esta investigación. Y por consiguiente no vemos ninguna decisión política de que quieran combatir el delito de narcotráfico con contundencia y eficiencia. Lo único que vemos son intentos de deslindar sus responsabilidades: estrategias de ocultamiento de lo que está pasando en la provincia", dijo Rossi a LaCapital.
Los días por venir serán trascendentes para la resolución judicial del affaire pero también para medir cómo seguirá la tensión política entre gobierno y oposición. El pronóstico no es alentador: todos parecen estar avivando el incendio con baldazos de nafta.