Alegre, vital, seductora, afectuosa, risueña, cariñosa. La expresión de Candela quedó así, congelada, para siempre por la impronta fotográfica. Su imagen se instaló de manera intensa en las casas de millones de argentinos. De la noche a la mañana, en los noticieros, en las franjas destinadas a audiencias infantiles, en los programas amarillos, en una secuencia sombría e inacabable.
Su imagen es observada por las audiencias televisivas desde su desaparición. Su vida, es escudriñada por movileros y periodistas devenidos investigadores, fiscales, jueces. Es desmenuzada en su intimidad y la de su familia. Entre tanto, millones de niñas y niños son testigos del horror sin filtro. La ansiedad que genera la cobertura de un caso que conmueve a espectadores anónimos y a famosos solidarios es consumida por los más pequeños -en la mayoría de los casos- sin que medie explicación adulta. Es Bourdieu quien alerta acerca de que "uno de los mayores problemas que plantea la televisión es el de las relaciones entre pensamiento y velocidad. ¿Se puede pensar atenazado por la velocidad?"
Investigación.Las investigaciones coinciden en que los chicos miran un promedio de cuatro horas diarias de televisión; algunos miran tres, otros hasta seis horas por día. Este último grupo suele estar conformado por niños que pertenecen a familias con menor cantidad y variedad de recursos tanto simbólicos como materiales.
A veces están más tiempo frente a las pantallas que el que pasan en la escuela e incluso el que comparten en familia. Un estudio realizado por el Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) en el año 2008 revela que ante la pregunta ¿En el mundo de hoy, qué cree que ejerce mayor influencia en los niños? La respuesta de los hombres es: la televisión 34,3 por ciento; internet 42,5 por ciento; la escuela 10,2 por ciento y los padres 13 por ciento. Y la de las mujeres la televisión 29,8 por ciento; internet 49,6 por ciento; la escuela 6,6 por ciento y los padres 14 por ciento.
En "Tatuados por los medios" (Paidós), libro que focaliza en el análisis de estos temas, describí que las pantallas, muchas veces vilipendiadas, logran, si se lo proponen, sensibilizar a las audiencias en pos de actitudes solidarias y comprometidas. Esta dimensión, tiene su paradójica contrapartida: la insensibilización.
Riesgos. "El exceso de informaciones puede llevar a una especie de saturación que bloquee e insensibilice", sostiene el estudioso español Joan Ferrés. Algunos especialistas dicen que corremos el riesgo de vernos sometidos a una infoxicación, concepto que busca describir la sobresaturación de información ligada a las tecnologías. Diferentes investigadores afirman que este exceso puede incluso generar angustia en los individuos por no sentirse en condiciones de encontrar la información buscada. Sostienen que esta multiplicación de información puede percibirse como una "explosión de la información", aunque más bien debería llamarse la "explosión de la desinformación", indigerible y confundidora.
¿Cómo viven los más pequeños el drama de Candela? ¿Cuentan con herramientas para comprender la imagen de una madre que identifica _infinita cantidad de veces en todos los canales_ el cuerpo de su hija muerta? ¿Tienen en claro que el trágico episodio que se cobró la vida de una pequeña inocente, es sólo un caso y no miles de casos reproducidos hasta el cansancio? ¿Desde dónde se promueve la comprensión, el análisis y el pensamiento frente a tanta información? ¿Cómo atraviesan el duelo por la muerte de una niña hasta ayer desconocida y hoy es la cercana Candela? ¿Cómo procesan el inagotable cúmulo de, por momentos, hueca información?
Recomendaciones.El acceso a la información es un estructurador de las democracias pero sólo cobra ese sentido si se educa la mirada y se garantiza el acceso a la formación a cada ciudadano. La reciente creación del Consejo Asesor de la Comunicación Audiovisual y la Infancia según lo reglamentado por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, podrá avanzar en recomendaciones para la emisión y recepción de situaciones extremas teniendo en cuenta las audiencias infantiles. Sin embargo, familia y escuela deben aceptar que las pantallas van mucho más allá del entretenimiento liviano en la formación de los más pequeños y hacerse cargo de la responsabilidad que les corresponde al educar la mirada. Porque crecer atemorizado, no parece ser una experiencia recomendable y menos si ese miedo es generado por pantallas que hacen de la tragedia humana un espectáculo luctuoso. 1396862068