Hoy se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento de Horacio Zamboni, el hombre de las mil batallas, de las mil anécdotas. Solía comentar que cuando en el año 2004 discutían en las paritarias entre los aceiteros de Rosario con los representantes de las patronales, en el Ministerio de Trabajo, les vinieron a decir que no gritaran, que en ese lugar hacía años que no se gritaba. “¡No gritar en una paritaria, entonces no es paritaria!, reflexionaba entre risas.
En la vida, hay personas que marcan a otros hombres, que son maestros para algunos, que señalan rumbos para muchos, que privilegian lo colectivo, que dejan discípulos, que se destacan por su personalidad, que sobresalen por ser frontales en el debate, que durante su historia mantienen la firmeza en sus posturas ideológicas y políticas. Horacio Zamboni reunió esas cualidades.
Fue ante todo, un revolucionario. Sus posiciones políticas fueron claramente anti sistema y por la emancipación del proletariado. Se definía como marxista y socialista. Fue mucho más que un abogado laboralista, fue un militante político y social. Su lucha estuvo ligada a la defensa de los intereses de los trabajadores. Realizó ensayos de economía, política e historia.
Planteó la polémica sin guardarse nada. Ante la tremenda pérdida, los compañeros aceiteros Adrián Dávalos, Daniel Yofra y el resto de la Comisión Directiva del Sindicato Obreros y Empleados Aceiteros de Rosario (Soear), su hijo, la familia y amigos de toda la vida, decidimos recopilar y rescatar sus escritos, sus discursos, sus conferencias. La búsqueda, nos devolvió el libro que había escrito durante su vida. Escribió y mucho, por eso hemos recopilado páginas y páginas. Todo eso es lo que volcamos en el libro “Horacio Zamboni Teoría y Práctica de un Revolucionario”.
Desde los trabajadores que empezaban a organizarse, pasando por las agrupaciones obreras de base hasta las conducciones de muchos sindicatos, fueron a su encuentro, a consultarlo, pedir su opinión, orientación. Siempre impactante, con un discurso atrapante e ingenioso, siempre con nuevos aportes, siempre polémico, siempre frontal, siempre defendiendo los derechos e intereses de los explotados.
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Defensor y difusor de la democracia obrera, de las asambleas obreras, de los cuerpos de delegados. Decía y enseñó que los que deben deliberar, decidir y ejecutar son los obreros. Por eso, no sólo luchó contra los patrones y el capital, sino contra todos aquellos que buscaron y buscan sustituir en la lucha a los trabajadores. Su enfrentamiento y cuestionamiento a la burocracia sindical, fue uno de los ejes de su militancia. Por sus posiciones fue reprimido, se ganó enemigos, y los enfrento con la convicción de lo que fue: un revolucionario.
Amó a su familia, a su esposa Susana, a sus hijos María Virginia, María Laura y Carloncho. Fue solidario con sus amigos y compañeros de lucha. Deportista desde muy joven, gran lector, amante de la música, el cine, la literatura, el baile. Le gustaba compartir una comida con amigos, para charlar y debatir sobre todos los temas de la vida. Vivió la vida a pleno, con una pasión y entusiasmo que contagiaba.
Palabras para un revolucionario
Cuánto aprendimos y seguiremos aprendiendo de vos. Muchos nos formamos en la militancia con tu ejemplo y tus ideas. Siempre estuviste junto a la clase obrera y luchaste por sus derechos. Esa fue tu elección de vida. Por eso te detuvieron. Luego, el exilio para seguir peleando.
La lucha y el debate fueron tu vida. Lo hiciste con una pasión y tenacidad como pocos. Recordamos tanto tu valentía para plantear tus convicciones en público. Camarada, Amigo, Hermano, siempre estarás en cada huelga, cada conflicto y con nosotros. Te recordaremos como lo que fuiste, un revolucionario de puño en alto y cantando La Internacional.
Recuerdos íntimos
Lo conocí en 1967, en una reunión de obreros petroquímicos, que estaban organizándose para recuperar el Sindicato de Obreros y Empleados Petroquímicos Unidos de San Lorenzo (Soepu). Horacio, ya hacía un año que era abogado, tenía 25 años. Pedí permiso para cebar mate y así poder participar del encuentro.
Fue colosal el impacto de su personalidad y sus conceptos, al punto que recuerdo ese momento como si fuera hoy. Desde ese día hasta su fallecimiento siempre estuve junto a él, solo nos separó su detención y los años de exilio de Horacio en Perú.
El reencuentro fue en 1985, en el departamento de la Negrita, fue un almuerzo, con buena comida, buena bebida, como a él le gustaba, pero el postre perfecto fue volver a escuchar los análisis políticos y económicos de Horacio.
Vivimos juntos muchos momentos muy distintos, desde la militancia en el “Socialismo Revolucionario”, con debates sobre marxismo, huelgas, sindicalismo, rol de los revolucionarios hasta momentos de la vida cotidiana.
Mis recuerdos van de un lado para otro, se mezclan, desde cuando el comando autodenominado “San Martín”, de la Triple A, lo condenó a muerte a mediados de 1974, y lo acompañe a varias asambleas y reuniones. Cómo no tener presente su discurso en 1973, para las elecciones de ese año en el cine Ambasador o verlo llorar como un chico junto a su esposa Susana, en el sepelio del Flaco Moglia (secretario general del Soepu) y Betty. Fue duro transcribir sus conferencias, escuchar su voz y ver su imagen, y no tenerlo junto a los trabajadores en cada lucha.
No olvidare cuando pocos días antes de fallecer me dicto un artículo sobre la situación económica internacional. Horacio, te veremos en cada lucha de los trabajadores, en cada huelga, y en cada asamblea obrera.